SE NECESITAN GOBERNANTES DE DOS MANOS

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Por: Luis Pérez Gutiérrez

Los extremos políticos no dejan progresar a Colombia. Cuando la extrema derecha o la extrema izquierda son la única opción, los gobernantes parecen de una sola mano. O la extrema izquierda o la extrema derecha. Necesitamos gobernantes de dos manos, no gobernantes mochos de una sola mano. Mano derecha para enarbolar la autoridad como virtud de la democracia; pero sin practicar el autoritarismo. Y al mismo tiempo, mano izquierda progresista para luchar con vigor por la justicia social, sin populismos ineficaces que maten la esperanza de los ciudadanos. Cuando una sociedad se debate entre extremos, siempre tiene el peligro del naufragio y la angustia permanente de la incertidumbre y el miedo.

Cuando la política se mueve en extremos, las primeras víctimas son la verdad y los argumentos. Y por eso, la Política se volvió un bazar de agresiones. Los discursos más parecen palabrejas de delincuentes, que palabras decentes de ejemplares dirigentes de la patria. Todo político, todo gobernante gasta millones del dinero público en estúpidas bodegas digitales para exacerbar pasiones inútiles, y para construir insultos y agresiones digitales a los contrarios. No hay ideas, hay insultos y agresiones. La política siempre parece con tufillo de venganzas.

Cuando los extremos son las únicas opciones para el ciudadano, el miedo y la incertidumbre se apoderan del ciudadano. En cada esquina de Colombia parece que se vive una guerra civil clandestina. Están acabando con la riqueza de la diferencia y legitimando la intolerancia como forma de vida de hacer política. La conversación entre extremos no existe; toda conversación entre extremos siempre termina en bochinche. No se puede olvidar que el nuevo país está al otro lado del miedo.

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Colombia lleva muchos años en una batalla ciudadana que se debate entre el odio y el miedo. Los mensajeros del odio y del miedo, le han puesto tanto fanatismo a su guerra, que el odio apasiona más que la esperanza y el miedo exalta más que las oportunidades. Por aquí, el odio y el miedo tienen más fuerza que el amor y la esperanza. Primero enseñar el amor y nunca el miedo.

Tenemos líderes furiosos del odio y líderes del miedo. En ese diabólico dilema se mueven los colombianos. Los extremos políticos, unos son pregoneros del odio; y otros pedagogos del miedo. Lo más curioso es que los extremos políticos se odian en público, pero se aman en secreto. No pueden vivir el uno sin el otro.

En Colombia cabemos todos. Nadie sobra. El problema de los extremos es que actúan y obran como si sus contrarios estorbaran; como si quisieran desaparecer a sus contrarios. La extrema izquierda tiene la perversa convicción de que sobran los de derecha. Y la extrema derecha actúa con la infame doctrina de que hay que erradicar lo que huela a izquierda. La violencia, el odio, la venganza, se volvieron una opción de vida y una opción de respuesta a cualquier situación. Una sociedad no es viable cuando se pierde el derecho a vivir sin miedo.

Da vergüenza que los que predican odios, miedos y venganzas siempre invocan nobles ideales. Lo hacen en nombre de la equidad; o en nombre de Dios; o en nombre de la democracia. En nombre de la paz ponen de moda la agresión, el odio, el miedo y la violencia. Y cuando no son suficientes esos nobles ideales, inventan problemas imaginarios para convertir a Colombia en un bazar de intolerancia.

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Necesitamos gobernantes de dos manos y .devolver el amor y la decencia a la política. Es cierto que el amor y el odio son ciegos. Pero el odio destruye y el amor construye. Con amor se puede hacer todo y todo queda bien hecho. “Ama y has lo que quieras”.

Política sin amor es un arma destructora.

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