Lo difícil que es renunciar – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

De aquí al lunes, el presidente del gobierno de España debe tomar la determinación de renunciar a su gobierno de minorías porque el escándalo surgido alrededor de las intervenciones de su esposa Begoña Gómez en favor de algunas empresas ya llegó a la justicia española. En condiciones menos apretadas pero de todas maneras iguales por la responsabilidad que encarnan, se puede encontrar tanto Biden como Trump. Si el expresidente, llamado a juicio una y otra vez, entendiera la magnitud histórica de cesar en sus ambiciones y aceptara retirarse de la contienda electoral, hasta los republicanos buscarían otra fórmula. Pero la terquedad del expresidente esperanzado en que si dilata sus juicios hasta el primer martes de noviembre la votación de ese día se convertiría en perdón, le impide renunciar.

De la misma manera, si el presidente Biden aceptara que a su edad ya son demasiado evidentes los cansancios mentales y muy abundantes los errores y los olvidos, podría pensar en retirarse. Pero, visto de lejos, es casi imposible porque sería entregarle la cancha de juego a su rival. Lo ideal, pero imposible, es que hubiese alguien en Washington o en Wall Street que en aras del futuro gringo mediara la renuncia de los dos y se abriera de nuevo el juego.

Conjugar el verbo renunciar es muy difícil para la naturaleza humana y mucho más cuando se tiene poder. En Colombia, si seguimos en el proceso de medir los apoyos por las marchas a favor o en contra del presidente Petro, podemos reventarnos. Si el 1 de mayo el presidente se pega de las seculares manifestaciones de los sindicatos, el revanchismo se puede tornar en peligroso y salirse de las manos, pero dolorosamente acercaría la palabra renuncia como salida. Es la equivocación de creer que estamos en un juego de pelota, no enfrentando el futuro de la patria.

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