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NO HAY SINTONÍA

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Por: Dr. José Gregorio Hernández Galindo

En las urnas, el pueblo chileno decidió el año pasado romper con la Constitución heredada del dictador Augusto Pinochet. Este domingo, de conformidad con lo dispuesto en las reglas votadas afirmativamente por los ciudadanos, tuvieron lugar las elecciones de quienes proyectarán el nuevo ordenamiento fundamental. 

El mayor número de escaños en la Asamblea correspondió a los independientes y a las listas opositoras al actual gobierno. El presidente Piñera reconoció: “La ciudadanía nos ha enviado un claro y fuerte mensaje al Gobierno y también a todas las fuerzas políticas tradicionales. No estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y con los anhelos de la ciudadanía” 

Entre tanto, en Colombia, con un alto grado de contagios y muertes por coronavirus y con un paro que se prolonga sin que haya siquiera un asomo de acuerdo entre el Gobierno -que aquí, aunque no lo reconoce, tampoco está sintonizado con los anhelos populares- y el Comité Nacional del Paro -que no representa a todos los sectores y personas que protestan-, algunos proponen como solución celebrar el trigésimo aniversario de la Constitución Política de 1991 sustituyéndola por otra.  

Mientras -no obstante la mediación de Naciones Unidas y de la Conferencia Episcopal-, las declaraciones públicas de los llamados a negociar solamente muestran posiciones  inflexibles, siguen las convocatorias a  paro; continúan las manifestaciones -pacíficas en su inmensa mayoría-; no cesan las acciones de grupos violentos que apedrean e incendian edificios públicos;  se mantienen los bloqueos a las vías públicas, con gran perjuicio para la comunidad; persisten los excesos policiales;  aumenta a diario el número de muertos, heridos y desaparecidos; hay capturas a domicilio, sin orden judicial, ni formalidades legales, y civiles armados actúan sin control. Es decir, un panorama oscuro y cada vez más lejano de los ideales constitucionales. Todo indica que los hechos están desbordando la capacidad de control a cargo del Ejecutivo y resulta evidente un preocupante fenómeno de ingobernabilidad y falta de liderazgo. De fondo, avanza impasible el coronavirus, con más de quinientos muertos diarios, y un lento programa de vacunación. 

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Desde luego, no creemos que la solución a esta lamentable situación se encuentre en el cambio de la Constitución vigente. Al contrario. La Constitución, aunque requiera ajustes -que se pueden tramitar y aprobar por cualquiera de los mecanismos que ella prevé- no debe ser sustituida. Tiene que ser cumplida, y en buena parte no lo ha sido.  

Pese a que la Constitución del 91 no es perfecta -ninguna obra humana puede serlo-, es un estatuto liberal, participativo, pluralista, que consagra un Estado Social de Derecho y garantiza el respeto a los derechos humanos.  Un ordenamiento que, pese a 55 reformas -la mayoría innecesarias y aprobadas por razones políticas de coyuntura-, conserva su esencia democrática.      

Si algo caracterizó el proceso jurídico-político de 1990-91 fue la capacidad de diálogo entre los distintos sectores -gobierno, partidos políticos, comunidades indígenas, trabajadores, estudiantes, organizaciones- para lograr consensos. Precisamente eso que tanta falta hace hoy y que el desconocimiento de los principios constitucionales y la falta de genuina voluntad de concertación no han permitido.  

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César Augusto Betancourt Restrepo

15 MIL RAZONES PARA MARCHAR YA

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Por: César Augusto Betancourt Restrepo

  • La falta de acción de la oposición colombiana será la gasolina que utilice Petro para seguir manteniendo el bote a flote pese a los escándalos que rodean al mandatario y su círculo cercano.

Napoleón Bonaparte frenó su avance contra Wellington a causa de las lluvias que habían embarrado el terreno; el emperador auspició una mejora en el clima para poder avanzar con efectividad, pero esto no ocurrió. Esta demora fue el tiempo que necesitó Gran Bretaña para reunirse con el ejército prusiano, y juntos, derrotar a las fuerzas napoleónicas. En Waterloo se selló el destino del otrora caudillo francés.

Dice el adagio popular que lo único que no se recupera es el tiempo perdido. Napoleón podría dar cátedra del tema.

En Colombia estamos siendo testigos de un escándalo de magnitudes dantescas. Reformas que destruyen nuestra economía, niñeragate, corrupción, proceso 15mil, acusaciones de consumo de drogas en altos funcionarios del Gobierno (posiblemente el mismo presidente), intimidaciones a la prensa, ataques sistemáticos al equilibrio de poderes, arremetida terrorista contra el pueblo y la lista sigue. Mientras esto ocurre, el liderazgo de la oposición se diluye entre la espera desesperante y la desesperanza de no ver luz al final del túnel en los próximos años.

Los levantamientos populares tienen que ser liderados para no caer en el caos ni la anarquía, pero a su vez se alimentan de la espontaneidad y el calor del momento; la indignación se debe aprovechar, no para hacer marchas inocuas de dos horas los domingos, sino para estar permanentemente en la calle, exigiendo que se corrija el camino, que renuncie determinado mandatario o para instaurar una reforma en particular.

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Desaprovechar el momento es lo mismo que firmar una rendición anticipada… y sin dar batalla. No se necesitan jornadas de pegatones de miroperforados en Juanbe, ni semanas de planeación; una ruta, un liderazgo claro, una consigna concreta y la euforia del momento ¡No es más!

Lo ocurrido en Colombia ya habría provocado la dimisión del Primer Ministro de Inglaterra, la renuncia del presidente de Francia o multitudinarias marchas en Estados Unidos. Por menos ya habrían guillotinando a Iván Duque si aún fuese presidente.

¿Esperar qué?    

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La izquierda trae pobreza

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Por: Luis Gabriel Gómez, diputado de Antioquia

La izquierda trae pobreza: que lo digan los venezolanos, los argentinos, cubanos y nicaragüenses. No podemos permitir que la izquierda siniestra se consolide en nuestro país.

La izquierda, con su discurso de igualdad y justicia social, ha logrado captar la atención de muchos ciudadanos que anhelan un cambio en la estructura política y económica de sus países. Sin embargo, es fundamental analizar los resultados y las consecuencias de las políticas de izquierda en naciones como Venezuela, Argentina, Cuba y Nicaragua. Estos países, que han experimentado la consolidación de este tipo de gobiernos, han sido testigos del deterioro económico y la creciente pobreza que han dejado a su paso.

Comencemos por Venezuela, una nación que alguna vez fue la más próspera y rica de América Latina. Hoy, bajo el régimen chavista y su sucesor, Nicolás Maduro, el país se encuentra sumido en una profunda crisis económica y social. La falta de respeto por los principios democráticos y la excesiva intervención del Estado en la economía han llevado a una hiperinflación descontrolada, escasez de alimentos y medicinas, así como a una creciente migración de venezolanos que buscan desesperadamente una mejor calidad de vida en otros países.

Argentina, por su parte, ha sido víctima de una sucesión de gobiernos de izquierda que han prometido un modelo económico más igualitario. Sin embargo, la realidad es que las políticas populistas y la falta de responsabilidad fiscal han llevado al país a una recurrente crisis económica. La inflación descontrolada, la devaluación de la moneda y la falta de confianza de los inversionistas han generado un estancamiento económico que afecta directamente a los argentinos, especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad.

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Cuba, un caso emblemático de socialismo en América Latina, ha mantenido un régimen de partido único por décadas. Bajo la fachada de equidad social, el pueblo cubano ha sufrido las consecuencias de una economía estancada y una falta de libertades básicas. La falta de incentivos para la inversión y la ausencia de una economía de mercado han llevado a una situación de pobreza generalizada, donde los ciudadanos luchan diariamente para satisfacer sus necesidades más básicas.

Nicaragua, en los últimos años, ha experimentado una escalada autoritaria bajo el gobierno de Daniel Ortega y su partido el Frente Sandinista de Liberación Nacional. La represión política, la violación de los derechos humanos y la manipulación de las instituciones democráticas han sumido al país en una profunda crisis. La economía se ha debilitado, el desempleo ha aumentado y la pobreza ha afectado a una gran parte de la población nicaragüense.

Ante estos ejemplos concretos, es imprescindible reflexionar sobre las consecuencias de permitir que la izquierda siniestra se consolide en nuestro país. No podemos permitir que las promesas vacías de igualdad terminen en una realidad de pobreza y restricciones a nuestras libertades fundamentales. Debemos ser conscientes de los riesgos y elegir líderes comprometidos con el desarrollo económico y el orden social.

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Aldrin Garcia Balvin

¡Una Fumada Regulada, Mis Amigos! Pero Cuidado con los Efectos Secundarios…

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Por: Aldrin García Balvin

Desde mi experiencia como estudioso del tema, que me llevó a conocer de cerca los efectos y vivir la pesadilla que conlleva en mi propia familia, me veo en la obligación de expresar mi posición contraria a la posible legalización del consumo recreativo de cannabis en Colombia. Sin embargo, no puedo evitar hacerlo con un toque picaresco y algo de humor, porque a veces hay que ver el lado divertido de las cosas.

Resulta que la Comisión Primera del Senado ha dado un importante paso hacia la regulación de la marihuana para uso adulto. Y aunque algunos están entusiasmados con la idea de liberar el humo verde en nuestras tierras, permítanme ser el aguafiestas temporal y plantear algunas dudas.

Claro, entiendo que hay argumentos a favor de la legalización. Algunos dicen que es hora de avanzar hacia una nueva política de drogas, alejada del prohibicionismo y enmarcada en un modelo de regulación. Pero, amigos míos, ¿qué pasará con nuestra juventud? ¿Estamos preparados para afrontar los efectos secundarios que esta decisión podría traer consigo?

Ahora bien, mientras algunos esperan ansiosamente el aroma del humo verde, me pregunto si debemos abandonar por completo nuestra tradición cafetera representada por el emblemático Juan Valdez. ¿Acaso queremos verlo rodeado de plantas de cannabis en lugar de cafetales? ¡Imaginen el dilema de nuestro querido Juan!

Claro, habrá quienes argumenten que el consumo recreativo de cannabis no es tan perjudicial como se cree. Y sí, hay estudios que respaldan esa afirmación. Pero también debemos tener en cuenta los posibles efectos en la salud física y mental de las personas, especialmente en aquellos cuyos cerebros aún están en pleno desarrollo.

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Ahora, no vayamos a pensar que la legalización de la marihuana va a convertirnos en un país lleno de fumadores compulsivos. Pero debemos ser realistas y reconocer que existe el riesgo de que el acceso se facilite y de que algunos caigan en un consumo problemático y adictivo.

Quizás en lugar de apresurarnos en tomar una decisión, deberíamos centrarnos en fortalecer los programas de prevención, educación y tratamiento relacionados con el consumo de drogas. No digo que debamos negar el humo verde por completo, pero sí que debemos ser cautelosos y considerar todas las perspectivas antes de dar ese paso.

Como ciudadanos responsables, debemos analizar los posibles beneficios y riesgos asociados a la legalización del consumo recreativo de cannabis en Colombia. No podemos dejarnos llevar solo por la emoción del momento. A veces, una risa picaresca no viene mal para relajar la tensión, pero recordemos que estamos hablando de un asunto serio.

Desde mi conocimiento y experiencia en el tema, me permito expresar mi desacuerdo y no recomendar la aprobación de esta medida. Debemos ser conscientes de las implicaciones y proteger el bienestar de nuestra sociedad, especialmente de nuestros jóvenes. Y si al final se aprueba, ¡al menos espero que no nos convirtamos en un país de «fumadores crónicos»!

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