La mano negra en El Alambrado – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Increíble, pero pasó. Pararon el uso del ferry vuelto puente en el río La Vieja para solucionar la incapacidad de las Autopistas del Café de reconstruir o imaginarse rápidamente una solución al puente caído. Y, como para contarlo en una novela mía sobre la infamia, quien paró el tránsito por el puente hechizo fue la Inspectora fluvial de Salvajina/Calima, funcionaria menor del Mintrasporte, quien vigila las aguas de las hidroeléctricas de Celsia en esas dos represas.
Las razones que ella esgrime son totalmente burocráticas. Le exige a los que tuvieron la idea genial, que no se les ocurrió a los dueños ni al presidente de la Autopistas del Café, que para que la solución de transporte de los miles y miles de vehículos y toneladas continúe en el ferry habilitado, cumpla con una lista de requerimientos burocráticos que no los podrán llenar en un año.

En otras palabras, doña Cristina Isabel Quinayás, se olvida, como a los dueños de las Autopistas del Café, que el problema es muy grave y que es una solución de urgencia, no de trámites en 100 oficinas del Estado.

Por supuesto a ella no se le debe haber ocurrido usar ese macropoder para dañarle la vida al futuro de Colombia.

Porque aunque me digan que estoy hilando muy delgadito, esa resolución se le debieron haber sugerido los tinterillos que asesoran a la mano negra de El Alambrado.
Y obviamente, debe haber puesto a brincar en una pata al presidente de las Autopistas del Café, don Mauricio Vega, de tan ingrata recordación por sus maneras de actuar en la Cámara de Comercio de Pereira, cuando allá reinaba también la mano negra, porque aleja la posibilidad que tiene el presidente Petro de cancelar unilateralmente la concesión de las vías del eje cafetero que tienen hace 25 años.


No se qué cara pondrán a todo este monumento a la infamia contra la carretera más importante del país los dueños de las Autopistas del Café, el grupo Argos, que es a su vez dueño de Celsia, y muele las aguas de las hidroeléctricas de Calima y Salvajina, que vigila doña Cristina Quinayás.

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