«La iglesia bajo ataque: ¿Justicia o falsas denuncias?»

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Por: Aldrin García Balvin

En la semana mayor, en la que nos preparamos para celebrar la resurrección de Jesús, siento la necesidad de hablar sobre un tema que me preocupa profundamente: los ataques injustos y las falsas denuncias contra la Iglesia. Como católico, no puedo quedarme callado ante las acusaciones infundadas y la difamación de la que es víctima la Iglesia y sus líderes. En este artículo, quiero compartir mi opinión sobre cómo debemos defender a la Iglesia ante estas situaciones y por qué es importante no caer en el juego de quienes buscan destruirla.

En los últimos tiempos, la Iglesia católica ha sido blanco de una constante campaña de desprestigio por parte de algunas personas que, aprovechándose de hechos aislados, pretenden desacreditar a todos los obispos y sacerdotes y arruinar la labor de toda la Iglesia. Uno de los casos más recientes es el del periodista colombiano, quien promueve una campaña agresiva contra la Iglesia.

Como exreligioso, no puedo callar ante esta sucesión de ataques injustos e inaceptables. Si bien es verdad que algunos sacerdotes han cometido abusos que nos entristecen profundamente, que lamentamos una vez más y que condenamos con determinación, no es justo ni factible que se manipule esta realidad para afirmar que toda la Iglesia es una organización delictiva y una red global de pederastas.

Es cierto que la Iglesia tiene dificultades y que los sacerdotes tienen debilidades, pero también es verdad que la mayoría de los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que forman parte de la Iglesia han dedicado su vida a la acción pastoral y a ayudar a los más necesitados. No podemos ignorar su entrega generosa y su servicio abnegado.

Además, es importante destacar las medidas emprendidas por las instituciones eclesiales no sólo para cuidar y educar a los niños y jóvenes, sino también para prevenir y combatir la pedofilia en todos los ámbitos. La Iglesia ha puesto en marcha medidas concretas para garantizar la protección de los menores, como la creación de una comisión de expertos en el tema, la elaboración de protocolos de actuación ante denuncias de abusos, la formación de los sacerdotes y la colaboración con las autoridades civiles en las investigaciones.

Es cierto que hay casos de sacerdotes que han cometido delitos terribles, pero es importante no generalizar ni caer en la tentación de juzgar a toda la Iglesia por unos pocos casos aislados. La Iglesia no es perfecta, pero como cualquier otra institución humana, está compuesta por personas con virtudes y defectos.

Es lamentable que se utilice la realidad de algunos abusos para atacar a toda la Iglesia y a todos los sacerdotes. Es una falta de respeto hacia todos aquellos que dedican su vida al servicio de los demás. La labor pastoral que realiza la Iglesia en todo el mundo es incalculable, y no puede ser ignorada ni minimizada.

Por todo lo anterior, quiero invitar a los medios de comunicación, a los fieles católicos y a la opinión pública en general, a no dejarse confundir por aquellos que pretenden disfrazar una campaña malintencionada contra la Iglesia como una investigación objetiva y neutral. Debemos ser críticos y exigentes, pero también justos y equilibrados.

Es necesario que los fieles católicos sigamos orando por la Iglesia, por nuestros sacerdotes y por las víctimas de abusos. Debemos estar unidos y apoyarnos mutuamente en estos momentos difíciles. La Iglesia no es perfecta, pero es nuestra madre, y debemos defenderla y amarla como tal.

En definitiva, la Iglesia es una comunidad de fe, de amor y de servicio, y es nuestra responsabilidad cuidarla y protegerla. Que esta situación difícil nos sirva para fortalecer nuestra fe y nuestro compromiso con la Iglesia, para que siga siendo un faro de esperanza y de amor en el mundo.

No debemos permitir que la sombra de unos pocos oscurezca la luz de la gran mayoría de hombres y mujeres que han dedicado su vida a servir a los demás en nombre de la fe. La Iglesia tiene mucho que ofrecer, y es nuestro deber como católicos apoyarla y protegerla en estos momentos difíciles.

Sigamos orando por la Iglesia, por nuestros sacerdotes y por las víctimas de abusos. Sigamos trabajando juntos para que la Iglesia sea una institución cada vez más fuerte, más justa y más humana. Y sigamos defendiendo y amando a nuestra madre Iglesia, que nos ha dado tanto y nos seguirá dando mucho más en el futuro.

Que la luz de la fe y el amor de Cristo iluminen siempre nuestros corazones y nuestras mentes, y nos guíen en nuestro camino de servicio y compromiso con la Iglesia y con los demás.

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