Bajo el volcán

Columnistas
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Por: Juan José Hoyos

Con razón tenemos miedo: desde 1595 hasta hoy, el volcán Nevado del Ruiz ha explotado tres veces y ha tenido once erupciones; en ellas ha lanzado lava, lodo, gases y ceniza, según los geólogos. Las mayores explosiones han sido las tres primeras, ocurridas entre 1595 y 1828.

Las dos erupciones que han causado más víctimas son la de 1845 y la de 1985. La primera provocó más de mil muertos. La de noviembre de 1985, dejó más de 25 mil muertos en Armero y en Caldas.

En 2023, el volcán ha registrado una actividad sísmica más elevada que la usual. También ha expulsado gases y ceniza. El 30 de marzo hubo 9.600 sismos en su interior; el 1 de abril, 10.400; el 3 de abril, 5.000; el 4 de abril, 5.200; y el 5 de abril, más de 2.600.

Todavía recuerdo con terror el estallido de 1985. Hacía poco me había retirado del periódico El Tiempo, donde era reportero. Por eso no me tocó viajar a Armero a cubrir la tragedia, pero pasé pegado de la televisión hasta que rescataron los últimos muertos y colaboré desde mi casa con mis compañeros. Por eso me enteré de esta historia.

Uno de los mejores periodistas de El Tiempo, de una inteligencia y honradez a toda prueba, era el editor de la edición dominical. Él recibió y editó casi toda la información más importante sobre el volcán antes y después de la tragedia.

A su escritorio llegaron informes de la Policía Nacional, la Cruz Roja, la Defensa Civil, el Instituto Geofísico de los Andes y los organismos del gobierno encargados de atender a la población en esta clase de desastres. También, algunos estudios de geólogos de las universidades que se ocupaban de investigar la actividad del volcán.

Entre ellos estaba un informe de unos sismólogos que, a finales de 1984, habían notado que la actividad sísmica del Ruiz había empezado a aumentar. El informe decía que había fumarolas, deposición de azufre en la cima y algunas erupciones freáticas que preocupaban mucho. Decían que el volcán iba a explotar o, al menos, tener alguna erupción. Revelaron que los eventos freáticos, producidos al encontrarse magma ascendente con agua, continuaron hasta septiembre de 1985, disparando altos chorros de vapor en el aire. El editor ni siquiera leyó el informe y no publicó ni una línea. La actividad comenzó a declinar en octubre y él se desentendió del problema.

La inestabilidad se incrementó de nuevo dos meses más tarde. El 13 de noviembre de 1985, el volcán estalló, sepultó a la ciudad de Armero, en Tolima, y mató a 25.000 personas, según cifras del gobierno de entonces. Este sigue siendo considerado el peor desastre natural de Colombia en toda su historia.

Días después, el editor encontró en un arrume de papeles a los que no les había dado importancia, el informe de la misión de vulcanólogos que había visitado el volcán unas semanas antes de la catástrofe. Este había sido entregado al gobierno el 22 de octubre de 1985 y advertía la existencia de “un alto riesgo de lahar”, es decir, un flujo de agua sedimentada. También recomendaba medidas de preparación para las autoridades.

Cinco años más tarde, el informe fue publicado en la revista Elsevier, Journal of Volcanology and Geothermal Research, Science . Hasta hace poco, se podía leer en internet en un website del gobierno. Luego fue borrado.

Aturdido y abrumado, el editor publicó esta historia en el suplemento Lecturas Dominicales, de El Tiempo, el 19 de enero de 1986, donde yo la leí hace más de 35 años. ¡Ojalá este año no suceda lo mismo!

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