Don Olindo: modestia y señorío – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

En un país como el nuestro, donde ser dueño de un periódico ha servido siempre para ascender social y políticamente en el entorno inmediato de influencia o aún nacionalmente, la actuación a lo largo de los más de 30 años como propietario del Diario Occidente de don Olindo De Oliveira, merecería un capítulo especial en la historia del periodismo en Colombia.
Él fue la negación absoluta a ese tradicional comportamiento.

Ni él ni su esposa Astrid, quien tuvo mucho que ver con la adquisición de este diario, entraron en esa catapulta que proyectaba a otros semejantes.

La prudencia y serenidad que siempre empleó para hacerse sentir con sus opiniones lo distanció por completo del accionar de sus congéneres.

No encabezó él, ni puso a comandar al periódico en ninguna batalla comercial o política con nombre propio.

Pero con solvencia envidiable y al mismo tiempo, se permitió ejercer un criterio de protección y libertad para con sus colaboradores aún en casos tan díscolos y frenteros como el mío.
Salvo en algunos momentos de jocosidad donde valoraba con alegría todo lo que permitía publicar en su diario, jamás usó su poder de propietario para censurar un comentario o efectuar alguna crítica a lo que ingresaba a sus páginas.

Por supuesto, atrincherado en ese respeto por sus discípulos y sus lectores, se fue protegiendo con las sombras que él mismo creaba amplificándolas con sus intermitentes viajes a su madre patria o su encumbramiento en la soledad del hogar.

Exageró tanto su actitud que muchos lectores de esta edición especial en su honor apenas pueden conocer hoy el contorno de su rostro.

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Se limitarán entonces, con recogimiento propio de la ocasión, a agradecerle en silencio, como él lo hubiese querido, todo lo que apoyó a la existencia de un periodismo libre y novedoso, ágil y agradable, como siempre pretendía enseñarlo a sus gentes o explicárnoslo a amigos como yo, que gozamos del privilegio de su amistad y respeto, pero que igualmente nos convoca para poderle decir a nombre del Valle del Cauca cuánto debemos recordar su cátedra permanente de modestia y señorío.

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