Sin Evita y con Peluca – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

El resultado de las elecciones en Argentina, al más de cortar de un tajo el cansado estilo peronista que, con algunas interrupciones, gobernó el país durante 80 años, enfrenta a una nación que jugó y exprimió los mitos hasta lo último.

Las figuras femeninas, por ejemplo, alumbraron el camino de Perón. Primero con Evita, la mítica dirigente social muerta de cáncer en pleno ejercicio de su poder inigualable de convocatoria. Después, con la Martínez, la segunda mujer de Perón, a quien, pese a su ineptitud, llevaron a hacer presidente. Y últimamente, con Cristina Fernández, la viuda del presidente Kirchner, que ha manejado a su antojo y sin vergüenza alguna la tenue línea entre los negocios familiares y la plata del Estado. Ejerciendo de presidente un largo tiempo y de vicepresidente durante este cuatrienio.

A ella se le atribuye la gran derrota sufrida por «mi ley». A más de tener un peinado de nido de cigüeña y ser llamado en coros y decires como «peluca», no había exhibido ninguna mujer a su lado hasta las elecciones primarias. Cuando sus asesores le recomendaron aparecer en relación afectiva con una imitadora, la actriz Fátima Flores.

Sin embargo, su campaña, sus ideas dispares y sus estrepitosas salidas motosierra en mano para simbolizar el cambio que prometía fueron todas milimétricamente medidas y calculadas por su hermana Karina, la jefa. De la misma manera, ella actuando como emperatriz china sin trono, manejó adhesiones y organizó cuadros. ¿Acaso con el idéntico estilo con que Evita, Perón y Cristina lo hicieron en sus momentos?

No se sabe entonces si Argentina entra en la misma película de toda la vida, con una mujer dirigiendo el ímpetu verdadero del gobierno mitificado, cada gesto del presidente. O dejándose meter en la crisis económica que los agobia, aferrándose a la loca carrera de «mi ley». Así le arranca en los pelos a su peluca.

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