Rigo y sus recuerdos: Así fue la Clásica de Urrao 2001: Una victoria, en nombre de don Rigoberto

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No hay que dudar, cuando se piensa en Rigoberto Urán como uno de los grandes exponentes del ciclismo de Colombia, a lo largo de la última década. El antioqueño, dos veces subcampeón del Giro de Italia y una vez plata del Tour de Francia, ahora es tendencia debido al éxito que ha tenido la bioserie que preparó RCN Televisión.

Su historia parece cautivar a propios y extraños pues, aunque ha estado llena de triunfos en los últimos años, su llegada hasta la cumbre del deporte nacional fue difícil y llena de obstáculos que, por momentos, parecían lograr que el urraeño desistiera de sus sueños, sobre todo después del episodio más difícil de su vida: El asesinato de su padre.

Siendo este con quien Urán dio sus primeros pasos en el ciclismo aficionado, su desaparición causó una comprensible ‘rabia’ con el hecho de subirse a un caballito de acero. Sin embargo, en 2001 hubo un “momento de verdad”, en el que el futuro ciclista acudió a su cita con el destino y levantó los brazos, para empezar a hacerse un nombre, como deportista exitoso.

En aquel año, justamente en el municipio que lo vio nacer, tuvo lugar la Clásica de Urrao, una competencia que se llevaba a cabo el puente festivo del llamado ‘Día de la Raza’, en la que el antioqueño terminó compitiendo luego su rechazo a volver a montar una bicicleta, luego de que esa historia de violencia, que parece resistirse a dejar el país, cegara la vida de don Rigoberto Urán

Rigo, quien decidió tomar las riendas de la casa luego del asesinato, sucedió a su padre en el mismo trabajo de este, antes de su violenta desaparición y se dedicó a la venta de lotería hasta que lo convencieron para que participara en una competencia que tendría lugar en su tierra, y en la que, entre varios de sus conocidos, pagaron los 8 millones de pesos que costaba su participación.

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Ese día, si bien ‘Rigo’ era el único que se veía sobre la bicicleta, hay que decir que en ella había dos almas: La del ciclista, que aquella tarde pedaleó dejando la vida en la carretera y la de su padre, quien seguramente lo acompañó hasta cruzar la meta, en la que levantó los brazos en señal de triunfo. Su victoria era el presagio de lo que venía: Aquel fin de semana de puente festivo, había nacido El Toro de Urrao.

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