Nacionales
ONU analiza las protestas en Colombia y condena el uso “excesivo de la fuerza” hacia manifestantes

La portavoz de la oficina para los DD.HH. de la ONU agregó que los “defensores de derechos humanos también informaron que han sido acosados y amenazados”.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó el “uso excesivo de la fuerza” en Colombia contra las manifestaciones contrarias a una reforma fiscal, que ha dejado al menos 19 muertos.
“Estamos profundamente alarmados por los acontecimientos ocurridos en la ciudad de Cali (suroeste) en Colombia la pasada noche, cuando la policía abrió fuego contra los manifestantes que protestaban contra la reforma tributaria, matando e hiriendo a varias personas, según la información recibida”, declaró en Ginebra Marta Hurtado, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
La portavoz de la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Marta Hurtado, exhortó a la calma y le pidió al Gobierno propender por los derechos humanos de sus ciudadanos.
Un policía dispara gases lacrimógenos a manifestantes en Bogotá, Colombia. (AP Foto / Ivan Valencia)
Tras seis días de protestas sociales en Colombia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), rechazó el “uso excesivo de la fuerza” contra los manifestantes en Colombia, quienes salieron a las calles de varias ciudades del país para protestar contra la reforma tributaria y el gobierno de Iván Duque.
Hasta el momento, en el marco del Paro Nacional, se han registrado, al menos 19 muertos, por lo que la portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Marta Hurtado, envió un llamado de alerta desde Ginebra, Suiza, en el que exhortó a la calma para las próximas manifestaciones que se llevarán a cabo este miércoles 5 de mayo en Colombia.
En otro de los apartes de su pronunciamiento, la alta funcionaria aseguró que la ONU trabaja para dar una cifra exacta de las víctimas en el país. “Nuestra oficina en Colombia está trabajando para verificar el número exacto de víctimas y establecer las circunstancias de estos terribles incidentes en Cali”, informó Hurtado, quien denunció, además, que “defensores de derechos humanos también informaron que han sido acosados y amenazados”.
Sobre la fuerza pública colombiana, la vocera de la ONU dijo que los miembros de la organización a la que pertenece “han sido testigos del uso excesivo de la fuerza por parte de la policía”. Por lo que, nuevamente, aconsejó a los ciudadanos.
“Dada la situación extremadamente tensa, con soldados y policías desplegados para vigilar la protesta, hacemos un llamamiento a la calma”, declaró Hurtado y exhortó al Gobierno de Colombia para que propenda por los derechos humanos de sus ciudadanos.
“Recordamos a las autoridades del Estado su responsabilidad de proteger los derechos humanos, incluido el derecho a la vida y a la seguridad personal, y de facilitar el ejercicio del derecho a la libertad de reunión pacífica”, agregó la portavoz.
Acerca de los abusos policiales que se han presentado desde el pasado 28 de abril cuando inició el Paro Nacional, la portavoz suiza recordó las funciones que deben ejercer instituciones como la Policía y dijo: “Resaltamos también que los agentes encargados de hacer cumplir la ley deben respetar los principios de legalidad, precaución, necesidad y proporcionalidad a la hora de vigilar las manifestaciones”.
Además, se refirió al uso de las armas de fuego; según Hurtado, estas deben usarse “como último recurso ante una amenaza inminente de muerte o de lesiones graves” contra un civil.
Entre tanto, la Defensoría del Pueblo reveló que, entre el 28 de abril y el balance de las marchas se repartió de la siguiente manera: han sido, en total, 1.120 actividades de protesta, de las cuales 491 fueron concentraciones, 304 marchas, 248 bloqueos y 76 movilizaciones en 390 municipios del país de los 32 departamentos, además de la capital, Bogotá. Estos datos se confirmaron a través del Puesto de Mando Unificado Nacional.
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“Uno sigue siendo el ser humano pequeño, frágil, que sufre, que se equivoca”: Mons. Rueda Aparicio

Antes de viajar a Roma para ser creado cardenal de la Iglesia Católica Universal por el papa Francisco el próximo sábado 30 de septiembre, en una conversación tan sencilla como su esencia misma, monseñor Luis José Rueda Aparicio, compartió detalles de su historia de vida con el equipo de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, organismo que preside desde el año 2021.
“La cuestión es que cuando lo eligen a uno cardenal, generalmente la figura es muy superficial. Miran desde afuera, se les olvida que los miembros de la Iglesia somos seres humanos de carne y hueso, que nacimos en una familia”, inicia afirmando el prelado.
Durante la conversación, el arzobispo santandereano narró detalles que hasta hoy han sido poco conocidos públicamente. Algunos muy íntimos, otros, familiares y los demás, asociados a su camino pastoral. Todos dan cuenta de cómo ha influido su origen humilde, el ejemplo y amor de su familia, lo que ha aprendido de sus hermanos en la fe, las realidades de las tres jurisdicciones eclesiásticas que ha pastoreado y sus convicciones éticas y sociales, en quien es hoy.
“A la Iglesia le debo todo”
Con convicción y gratitud profunda monseñor Luis José, bautizado a los 15 días de nacido, como sus otros 11 hermanos, afirma que a la Iglesia le debe todo. Sin embargo, hace una precisión: “A la Iglesia pueblo de Dios, no a la Iglesia solamente “jerarquía”. Porque cuando se habla de la Iglesia unos piensan en los obispos, en el Papa, en los sacerdotes, y se les olvida que papá y mamá, que los hermanos laicos, que los casados, que los sobrinos, las sobrinas, son Iglesia”.
El primado de Colombia cuenta, por ejemplo, que gracias a Dios, a través de uno de los sacerdotes de su tierra natal, para quien su padre trabajó en la construcción de un templo, él y su familia, lograron tener casa propia.
“¿Cuál es la historia? En San Gil, hasta 1950, solamente había una parroquia. Pero en esa década ya empezó San Gil a crecer un poquito más, entonces el obispo de ese tiempo dice: “Nos toca crear otra parroquia” y un donante dice “yo”, y donó un terreno y otro donante donó otro terreno. Entonces el párroco de ese tiempo se ve en el dilema de no rechazar a los dos donantes y los dos lotes buenos para ser parroquia”, cuenta el pastor.
“Optó por uno y se la jugó por otra medida”-continúa explicando-, “dijo entonces al otro donante: “Allá en el lote que nos donó, no vamos a construir el templo, pero vamos a construir siete casas. En el templo duraron más de cinco años construyendo el templo y mi papá, que trabajaba en construcción, Luis Emilio, trabajó todos los años””.
Cuenta después que sorpresivamente y con una especie de “responsabilidad social eclesial”, el sacerdote terminó asignándoles con escritura cada una de esas casas a siete de los trabajadores que permanecieron siempre en la obra. “Por eso tenemos casa propia”, puntualiza monseñor. Casa que aún conservan como patrimonio familiar, que visita y en la que comparte con los suyos cada vez que su ministerio se lo permite.
Sobre su infancia, hay detalles muy especiales en el relato. “Los vecinos del barrio, los que me conocen en San Gil saben que no era un ángel, que era normal, tampoco era un vago porque trabajábamos mucho, pero pero éramos normales, sin pretender santidades que no existen. Pero algo sí era muy importante: todo los domingos, misa y comunión”, comenta monseñor.
Uno de los 21 nuevos cardenales que tendrá próximamente la Iglesia, el hijo de Luis Emilio y Socorro, junto a sus hermanos y como seguramente muchos otros de su época, llegaba a acuerdos con su padre para participar de la Eucaristía dominical: “Llegó la adolescencia y nosotros le negociábamos a mi papá: no vamos a la misa de diez porque nos corta la mañana, no vamos en la noche porque en la noche es mejor ir con las amigas. Entonces más bien, madrugamos a Misa y salimos de eso. Era la forma de decirle a mi papá y él decía “listo entonces, pero van a misa y comulgan. Y esa era nuestra tarea”.
Ese adolescente también experimentó su vida afectiva. Vivió desde el inicio del bachillerato y durante seis años, una relación muy especial con Nancy, una joven a la que quiso mucho y con quien compartía, entre otros, su gusto por jugar ping pong durante largas horas. Además, es seguidor del fútbol (hincha del Atlético Bucaramanga, por cierto), aprendió de construcción gracias a su padre y de metalistería gracias a su colegio, derramó lágrimas durante su servicio militar obligatorio del que fue “rescatado” por su madre en La Guajira y más adelante, se vinculó al laboratorio de una cementera.
“Yo pasaba de la empresa la casa por un templo donde está el cementerio de San Gil y yo entraba a rezar un ratico con mi uniforme, con mi overol y yo veía al Cristo, era un Cristo crucificado, pero con los ojos abiertos. Hasta ahora entiendo que era un Cristo agonizante, no estaba muerto, no es un Cristo con los ojos abiertos. Yo decía: pero, ¿Él está muerto o está vivo? Porque tiene los ojos abiertos. Y me impresionaba mucho y eso se me fue metiendo, hasta que un día le dije a ella: yo quiero ser sacerdote”.
A monseñor Rueda le costó entender su vocación por esa “extraña” manera en que sintió el llamado a los 19 años de edad. En aquella época hasta llegó a pensar que ingresar al seminario podía ser una especie de traición a Nancy, con quien seguía compartiendo; también a su familia, pues él aportaba para el sostenimiento de su casa, ya su padre estaba enfermo, irse limitaba por completo sus posibilidades de seguirlo haciendo.
Tomar la decisión de iniciar su vida sacerdotal fue una reto, pero lograr que le creyeran y poder ingresar al Seminario Conciliar San Carlos de San Gil, significó uno mayor. Aunque su padre lo había animado a dar el primer paso para empezar ese camino, advirtiéndole que debía hacerlo bien, varias pruebas se le cruzaron en él, entre ellas, lograr que algún sacerdote le diera una especie de “carta de recomendación”.
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo?”
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo? ¿Entonces él se rió, me atendió, era una persona muy seria, muy respetuoso y me dijo Usted tiene novia? Yo dije Sí, le digo que sí. Me dice váyase, no sé cómo será eso. ¿Y yo le dije no, así como tal, no? Y entonces él me dijo: Es bueno que consiga una amiga, que usted experimente su afectividad, que interactúe con ella. Salí aburrido de ese diálogo, debí haberle dicho la verdad a monseñor Víctor”, cuenta, con cierta emotividad, el hoy presidente del episcopado colombiano, al referirse a su primera conversación con monseñor Victor López Forero, el arzobispo emérito de Bucaramanga, en ese tiempo…,quien precisamente el pasado 23 de septiembre partió a la casa del Señor.
Aunque finalmente consiguió esa carta con el capellán del Colegio Nacional San José de Guanentá Integrado de San Gil, uno de los cinco por los que pasó porque, coincidencialmente, los cerraban o se trasladaba. Él mismo cuenta que no fue realmente activo a nivel de vida parroquial. Aunque la Misa de los domingos y el rezo del Santo Rosario en su hogar, eran sagrados, no fue de participar activamente en comunidades ni grupos. De hecho, recuerda que en esa exploración, una de las primeras cosas que hizo fue ir a una convivencia vocacional y no le gustó.
“Uno aprende a ser cura con la gente”
Finalmente monseñor Luis José ingresó al seminario, disfrutó de su proceso y tras terminarlo, a los 27 años de edad, fue enviado por monseñor Leonardo Gómez Serna, a una parroquia rural en una localidad llamada Albania que en ese tiempo pertenecía a la Diócesis de Socorro y San Gil y estaba ubicada a siete horas de San Gil.
“Quiero advertirle que de allí se han retirado cuatro sacerdotes por distintos motivos. Uno por el alcoholismo, otro porque se enredó con una dama, pero yo confío en usted y está listo”, le dijo monseñor Gómez Serna al Luis José Rueda de aquella época, aún inexperto, que jamás llegó si quiera a sospechar la misión que el Santo Padre le encomendaría hoy. “Y me di cuenta de una cosa que uno en el seminario aprende la teoría, pero que uno aprende a ser cura con la gente”, agregó con firmeza el cardenal electo.
Hoy, 33 años después de ordenado, recuerda con cariño pero también con cierta sorpresa su camino episcopal. Tres jurisdicciones pastoreadas en regiones muy distintas, un periodo en la presidencia del episcopado que terminará en julio del 2024 junto a sus hermanos monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos y Luis Manuel Alí Herrera, vicepresidente y secretario general de la Conferencia, respectivamente. Ademas, una gran cantidad y diversidad de lugares y personas que ha podido conocer, desde los más humildes y necesitados, hasta las personalidades más destacadas de la vida social y política del país.
“Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”
Aunque significó una alegría muy grande para sus coterráneos, la noticia de que el papa Benedicto XVI lo había nombrado obispo de la Diócesis de Montelíbano fue toda una sorpresa, no solo para él sino también para su familia.
“El día que avisaron que iba a ser obispo yo ya sabía, pero toca guardarlo en secreto. Y uno está ahí, como con “el entre pecho y espalda”, con ese secreto. Cuando ya se supo, hubo mucha alegría en la familia y en San Gil. Solo en la tarde pude ir a comer con mi madre y le dije, Y ella dijo: “Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”. Fue la expresión que nunca se me olvida”, narró monseñor.
El prelado partió hacia esta Iglesia particular en Córdoba, región que no conocía, en la que tuvo que acompañar durante seis años a las comunidades en medio de complejos retos del contexto social por cuenta de situaciones asociadas al conflicto armado, pero a la que quiso mucho.
“Yo aprendí a ser obispo con los sacerdotes”
“Estando allá, cambia la ruta porque renuncia Benedicto y nombran a Francisco, y Francisco me pasó a Popayán y yo llegué a ser Arzobispo de Popayán. Eso es una cosa muy grande, pero uno sigue siendo el ser humano pequeño, el ser humano frágil, el ser humano que sufre, que se equivoca”, afirma monseñor.
Al conocer y celebrar la Eucaristía en todas sus parroquias, monseñor Luis José se enamoró del Cauca, de su gente, su cultura y su geografía. Sin embargo, no había cumplido los dos años aún y es notificado en mayo de 2018, a través de monseñor Luis Mariano Montemayor, nuncio apostólico en Colombia durante esta época, que el Santo Padre lo había nombrado arzobispo de Bogotá.
“¡No puede ser! ¿Suceder a monseñor Rubén Salazar Gómez? ¡Esas son palabras con mayúscula sostenida!”
La capital, tan Grande y diversa, recibió en junio de 2020 a monseñor Luis José, en plena época de confinamiento obligatorio por la pandemia del COVID-19. Los retos de esa época y la responsabilidad tan enorme que sentía en ese nuevo encargo eran inmensos.
Su misión en Bogotá y, al tiempo, la tarea de presidir el episcopado colombiano, le han permitido al arzobispo hacer llegar un mensaje más directo a diferentes actores y sectores frente a sus preocupaciones por las realidades que vive hoy el país. Su insistencia en la defensa de la vida y en la necesidad de construir la reconciliación y la paz, desde la justicia, el amor y el respeto por los derechos humanos, han sido permanentes.
“Y aprendí a conocer Bogotá y a amarla, y a darme cuenta de que Bogotá no es lo que otros piensan desde fuera. Algunos dicen Bogotá tiene dos partes el sur y el norte, falso, Bogotá tiene una multiplicidad. En el norte hay periferias existenciales, en el sur hay belleza, riquezas, hay de todo”, afirma monseñor Rueda, al tiempo que recuerda su gusto por haberse podido acercar e involucrar con la realidad de los habitantes de calle.
“Como dice el Papa, yo he cometido muchos pecados, pero yo he sido misericordiado por el Señor”.
Enterarse de la noticia de su designación como Cardenal el pasado … de julio, fue más inesperada aún. La semana previa había finalizado la asamblea plenaria del episcopado y justamente, un día antes, la Iglesia colombiana iniciaba su luto por la partida de monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo de Santa Rosa de Osos.
Esa noticia, que llegó para el país como un bálsamo de esperanza, pareciera aún increíble para monseñor Rueda Aparicio. “El Papa me mandó una carta muy bonita, una carta privada personal donde me anima, donde me dice: “Ahora entra al Colegio Cardenalicio” y lo que eso significa en clave de servicio, en clave de unidad con el Papa, con el sucesor de Pedro y de martirio. Y por eso debe estar dispuesto”, expresa con actitud de obediencia el arzobispo de Bogotá.
Luis José Rueda Aparicio, no solo el del nuevo título que recibirá en la Santa Sede, sino el ser humano, el hijo, el hermano, el tío, el primo, el amigo, narra que mirar hacia atrás, le da la oportunidad de darse cuenta cómo su vida se la ha ido transformando el Señor. Termina su relato afirmando que más allá de las pruebas, ama a Dios, a la Iglesia y al país y está dispuesto a entregar su vida.
Fuente: Conferencia Episcopal Colombiana
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Alerta por riesgo Electoral en Colombia: nuevos datos revelados por la MOE

A medida que se acercan las elecciones regionales en Colombia, la preocupación por la integridad del proceso electoral aumenta. La Misión de Observación Electoral (MOE) ha presentado un informe revelador que destaca los riesgos que enfrenta el país a un mes de los comicios del 29 de octubre. Según el «Mapa de Riesgo Electoral» de la MOE, 166 municipios colombianos están en riesgo debido a factores que indican posibles fraudes electorales y episodios de violencia.
Esto significa que aproximadamente el 14.8 % de los municipios del país se encuentran en una situación delicada en términos de seguridad electoral. Dentro de esta cifra, 27 municipios enfrentan un riesgo medio, 56 enfrentan un riesgo alto y 83 municipios se ubican en la categoría de riesgo extremo.
La MOE ha identificado particularmente cuatro regiones en Colombia donde la violencia ha sido persistente desde 2007 y donde el riesgo electoral es más pronunciado. Estas regiones abarcan desde La Guajira hasta Arauca, pasando por los departamentos de Norte de Santander, Antioquia, Chocó y otros.
Según la MOE, los departamentos con mayor riesgo electoral son Chocó, Nariño, Antioquia y Cauca, que en conjunto albergan al 55.2 % de los municipios categorizados en riesgo extremo debido a la violencia.
Alejandra Barrios, directora de la MOE, destacó la preocupante situación en departamentos como Chocó, donde el 77 % de los municipios enfrentan algún nivel de riesgo, y en Guaviare, donde el 75 % de los municipios están en una situación similar.
La MOE hizo un llamado urgente a las autoridades nacionales para que tomen medidas coordinadas que permitan abordar estos riesgos de cara a las elecciones. Barrios subrayó la importancia de la colaboración entre la Defensoría, la Registraduría, el Consejo Nacional Electoral, el Ministerio del Interior, las alcaldías y las gobernaciones para mitigar y eliminar los riesgos que amenazan el proceso electoral del 29 de octubre.
La alerta por riesgo electoral en Colombia pone de relieve la necesidad de una acción decidida y coordinada para garantizar unas elecciones justas, transparentes y seguras en todo el país. Con un mes por delante, la atención se centra en abordar estos desafíos y garantizar la participación democrática de los ciudadanos en las próximas elecciones regionales.
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«Este palacio es muy feo» – Presidente Petro habla de su deseo de dejar la casa de Nariño y propone un reemplazo Progresista

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, sorprendió a la audiencia en medio de uno de sus discursos más breves al referirse abiertamente a su deseo de abandonar la Casa de Nariño, la residencia presidencial. Petro, visiblemente afectado por problemas respiratorios, se dirigió a miles de personas que se congregaron en la Plaza de Bolívar en apoyo a las reformas promovidas por su gobierno.
En un tono inusualmente personal, el mandatario expresó su descontento con la Casa de Nariño, describiéndola como un lugar «frío y feo». Afirmó que se siente aburrido en la residencia presidencial y dejó entrever su anhelo de dejarla en el futuro.
«Ojalá el día en que nos vayamos de ese palacio, ese día (…), ahí no nos vamos a quedar, ese palacio es muy feo, frío, helado. Ahí no nos vamos a quedar, hay gente que le gusta quedarse allí, yo no entiendo por qué», expresó Petro ante sus seguidores.
El presidente, quien ha vivido poco más de un año en la Casa de Nariño, también insinuó que en ese lugar siente cierto temor. No obstante, hizo un comentario relacionado con su sucesión en el cargo presidencial.
«Pido que, el día que salgamos de ese palacio definitivamente, ojalá otro gobierno progresista nos suceda. No estoy participando en las actuales elecciones, estoy hablando de las que vienen, las nacionales, ojalá se elija un gobierno progresista para continuar la senda que vamos trazando», manifestó Petro.
Además de abordar su relación con la Casa de Nariño, el jefe de Estado anunció un nuevo proyecto de reforma a los servicios públicos que su gobierno impulsará. En este proyecto, se busca regular las tarifas de servicios públicos en todas las regiones del país, con un enfoque centrado en el usuario.
«Pensamos que el servicio público debe priorizar al usuario, quien debe tener voz en la política de tarifas. Se deben establecer los mínimos vitales para garantizar que toda la población tenga acceso a luz, agua potable y alcantarillado. El mínimo vital que creamos en Bogotá se expandirá a todo el país», explicó Petro.
El presidente argumentó que actualmente los costos de los servicios públicos se determinan en función de la rentabilidad de las empresas, sin tener en cuenta la opinión de los usuarios. Esta reforma pretende cambiar esa dinámica y poner al usuario en el centro de las políticas tarifarias.
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