MARUJA VIEIRA – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

El sábado pasado, la más curtida y más aplaudida de las poetas colombianas, Maruja Vieira White, murió en la clínica Marley habiendo cumplido 100 años de existencia. Durante varias décadas, fue la poeta más importante de este país, en donde antaño la poesía llegaba al palacio de los presidentes.

Nacida en el Manizales de 1922, tenía los mismos ancestros ingleses de Don Roberto White, el fundador de DAAVA, y por sus venas corría la misma sangre del general Rafael Uribe Uribe. Ambos compartían la misma abuela, Doña Rita Uribe, y ella con orgullo se al lado de su hermano Gilberto Vieira, fundador y líder máximo por muchos años del Partido Comunista Colombiano.

Lúcida hasta el final de sus días, lectora infatigable, ejerció de promotora cultural y difusora generosa de quienes escribíamos desde la provincia y desde revistas que ayudó a fundar y sostener, o desde las columnas periodísticas que publicó en tantos diarios del país. Se ganó el reconocimiento nacional.

Casó llamadura con el católico poeta José María Vivas Balcázar, a quien la muerte se lo arrebató, dejando la embarazada de su hija Ana Mercedes, quien cuidó amorosamente de ella hasta su último suspiro.

El pasado sábado, quienes tuvimos no solo el privilegio de conocerla y de tratarla, de recibir de ella sus generosos comentarios sobre nuestro accionar, sino en especial, porque me sentí muy orgulloso de compartir hombro a hombro su batalla de anciana mujer a quien pretendían arrebatarle los burócratas su pensión jubilatoria, su muerte no por anunciada, el paso de los años termina siendo a estas horas de mi vida una profunda herida. Porque ella, como Don especial, se dejó querer en su verticalidad y su valentía.

Una rosa amarilla en su tumba y un estrechísimo abrazo a Ana Mercedes Vivas Bordon y lazarillo sin igual de su madre.

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