La elección de Petro revela el fracaso de la educación en Colombia

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Por: Rafael Rodríguez-Jaraba*

Lo que debió haber sido, la celebración cívica del Día Internacional del Trabajo, terminó siendo una concentración política pagada y mayoritariamente fletada, y una protesta tácita de miles de trabajadores contra Petro y su nefasto remedo de gobierno, el que no ha hecho nada distinto que arruinar la economía, destruir empresas y aniquilar empleos.

El mismo DANE certificó que en marzo el desempleo aumentó en 1,3% y ya llega al 11,3%, y que, desde agosto de 2023 hasta hoy, ha crecido sin pausa y se proyecta que se mantenga esta tendencia.

De nada le sirvió a Petro, el pago de transporte de indígenas desde el Cauca, como tampoco, la docilidad de dirigentes sindicales de algunas centrales obreras, al permitirle que se entrometiera en una celebración que no le pertenecía, la que terminó siendo un acto populista de odio, demagogia, falacias, mentiras, calumnias, apología criminal e incitación al desacato constitucional, con lo que antes que lograr recomponer su imagen y rescatar su otrora aceptación, las degradó más.

Ni regalando refrigerios, ni ofreciendo ayudas, ni obligando a empleados públicos a marchar, Petro logró llenar la Plaza de Bolívar, y no conforme, y sin el menor asomo de vergüenza o pudor, publicó fotografías falsas para hacer creer que su convite había sido exitoso. El rechazo, repudio y condena a su torpe, corrupta y dañina administración, es manifiesto y mayoritario.

Pero sobrecoge advertir, la falta de educación e información de cientos de miles de ciudadanos ingenuos, incautos y desorientados, quienes, no obstante, la probada incapacidad, torpeza y perversidad de Petro, insisten en seguir apoyándolo.

Sí, y así, resulte difícil admitirlo, la elección de Gustavo Petro evidencia el precario nivel educativo de cerca de la mitad de la población colombiana, así como la carencia de una mayor capacidad de análisis y reflexión de su opinión pública. De no ser así, no se entendería, cómo pudo llegar a la primera magistratura un sujeto que, además de incapaz, es incorregiblemente mentiroso, belicoso, resentido y disociador.

Lo anterior también demuestra que, en Colombia, la educación informativa y la nueva seudo educación basada en la posverdad o mentira emotiva -que es una distorsión deliberada de la realidad, en la que prima las emociones y falsas creencias del mentiroso frente a hechos objetivos con el fin de manipular la opinión pública e influir en ella a su favor- tienen supremacía sobre la educación formativa, única capaz de transformar y hacer culta y desarrollada a una nación.

Mientras que en Colombia no se modifique el contenido de la educación, difícil será, que se eleve el nivel cultural de su población y que mejore su criterio selectivo y de exigencia, quedando condenada a que el sistema educativo le siga impartiendo tan solo conocimientos lineales -en su mayoría teóricos e inaplicables- y, descontextualizados de la realidad presente y la vivencia diaria.

Si bien, modificar el enfoque y los objetivos de la educación en orden a mejorar el nivel cultural de la población es una tarea desafiante y descomunal, y, para realizarla es decisiva la acción del Estado, no debemos desistir del anhelo de realizarla, como tampoco, renunciar a seguir haciéndola, siendo claro que, tan exigente labor no la emprenderá el remedo de gobierno que hoy padecemos, por ser contraria a sus mesiánicos intereses populistas y al adoctrinamiento comunista que pretende hacer a la población.

Lo deseable sería, que la educación se centre en la formación fundamental e integral de las personas y sus competencias, y no solo en suministrarles datos e informaciones enciclopedistas de escasa aplicación y fácil olvido.

La educación en Colombia, debería orientarse a forjar ciudadanos íntegros, responsables y pulcros, con amplia capacidad de análisis objetivo y crítico, con visión de futuro, e interesados y comprometidos con el desarrollo sostenible de la nación.

Está probado que el desarrollo de la inteligencia humana es posible, al igual que lo es, la moderación de la conducta y el control de los impulsos primarios, por lo que la educación debería estimular la inteligencia emocional del individuo, para que afronte con valor y entereza los obstáculos y la adversidad, y se valga del reconocimiento de sus propios errores y desaciertos para adquirir experiencia y destreza.

Es imperativo que la educación promueva en la población, la integridad, la mesura y la sindéresis, e infunda en ella, respeto por el disenso y la diferencia, así como por la ciencia, la historia, la evidencia, la experiencia y la estadística.

Pero no, seguimos sin entender, que la educación es la simiente del desarrollo y el progreso, y que en ella, debe primar la formación sobre la información; que requerimos maestros formadores y nos sobran profesores informadores; que durante el proceso educativo se debe sembrar ciencia y virtud en mentes y corazones y en ellos plantar la semilla del emprendimiento; que la formación debe infundir exigencia, excelencia y leal competencia; y, que, la erradicación de la ideología política en la labor docente, es un imperativo urgente y categórico.

Para terminar esta prédica, recordemos la sentencia de Federico de Amberes, cuando dijo: “A ninguna nación le falta capacidad para progresar, lo que a muchas les falta es decisión para hacerlo”; luego agregó: “No hay mayor debilidad humana y causa de violencia, corrupción y pobreza, que la falta de educación”.

Así resulte crudo decirlo, la elección de Petro, y más que eso, el apoyo que algunos ciudadanos aún le siguen dando, revela el fracaso de la educación en Colombia, la que es buena para informar, pero nula para formar ciudadanos íntegros, pensantes y reflexivos.

COLOFÓN. Al concluir estas letras me pregunto: ¿Cuánto más esperará el Consejo Nacional Electoral para pronunciarse, y así acabar de manera constitucional, pronta y definitiva la pesadilla diaria que vivimos?

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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Catedrático Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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