Columnistas
El derecho a defendernos

Por: Raúl E. Tamayo Gaviria.
Contaba Héctor Echeverri Correa, que durante la presidencia del doctor Julio César Turbay Ayala, vino a Colombia el presidente del Banco Mundial.
El presidente Turbay quiso recibir en la pista del aeropuerto al importante banquero y como estaba lloviendo, se remangó los pantalones, para no mojarse en los charcos de la pista.
Cuando llegó el avión del Banco Mundial, el ministro de Hacienda que acompañaba al mandatario, al verlo arremangado y mostrando las medias, le dijo:
- Señor presidente, ya llegó el avión del Banco Mundial, bájese usted los pantalones.
- ¡Ah caray!, ¿y es que tanto les debemos?
En Colombia, entre todas las concesiones que les hemos hecho a los narcoterroristas de las Farc y a todos los demás delincuentes y subversivos con los cuales se ha querido buscar la bendita paz, está la prohibición del uso y porte de armas para las personas de bien, que antes teníamos con el control del Ejército Nacional.
En efecto, la Industria Militar del Ejército Nacional, nos vendía armas de defensa personal y deportivas, con su respectivo pertrecho a los ciudadanos que tuviéramos un salvoconducto de tenencia y porte de armas, cuando se demostraba buen comportamiento con el certificado del Das limpio y a quien no hubiera sido condenado por delito alguno, pasando por exámenes de salud mental y órganos de los sentidos.
Pero vino el gobierno de Juan Manuel Santos que suspendió los salvoconductos y estableció los “permisos especiales” para ciertas personas. Esta medida, le dio el porte de armas a unos cuantos privilegiados y aumentó la corrupción, pues inexplicablemente, aparecían personajes de dudosa conducta con “permiso especial”.
No nos falta si no bajarnos los pantalones.
El Congreso Nacional, en buena hora, con la vocería de la senadora María Fernanda Cabal y un grupo de senadores y representantes a la Cámara, han propuesto una ley que nos devuelva a los colombianos el derecho a defendernos. “¿Por qué la vida del delincuente vale más que la vida del ciudadano de bien?”, ha preguntado la senadora Cabal para apoyar esta ley que nos daría a los colombianos de bien, estar prevenidos con un arma de defensa personal para defendernos de los delincuentes.
Los delitos de robo a transeúntes para robarles el celular, a los conductores sus carros o sus bicicletas o motos. El delincuente nos roba con un arma de juguete o con un cuchillo, porque sabe que estamos desarmados.
Esta ley tendría también un efecto disuasivo, pues el ratero, sabiendo que podemos estar armados, se abstendrá de atacarnos.
“Mas contra la injusta ofensa, contra toda agresión, el derecho sagrado de defensa se torna en una obligación”: Marián Aguiló.
Ñapa: La señora contralora Departamental de Antioquia, que ante la Asamblea Departamental, cuando el gobernador Aníbal Gaviria Correa fue acusado por la Fiscalía, dijo llorando que creía en la inocencia del señor gobernador, prácticamente se declaró inhabilitada para fiscalizar a ese funcionario que está bajo su control, detenido preventivamente por la Fiscalía General de la Nación, con graves imputaciones.
Creo que la Asamblea Departamental debería llamarla a que rectifique o renuncie
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Al que la tenga más larga – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Las competencias infantiles sobre quién podía ser más alto, más flaco o más gordo, sobre todo sobre qui la tuviera más larga, han ido escalando.
Hasta el punto que hoy día, en una feroz competencia de niños insensatos, se discute por quién o cuál artículo ha tenido más vistas en el internet.
Sobre esa eterna medición entre pares que nunca duraba más allá de la comprobación, han montado toda una cantidad de negocios y exageraciones tan mayúsculas que, viéndolo bien, solo dan risa.
Hasta hace muy poco, los medios de comunicación hablados y escritos se inflaban a sí mismos por el número de ejemplares que editaban o por la cantidad de lectores que, a ojo de buen cubero, tendrían de acuerdo a los ejemplares vendidos.
Después llegaron las encuestadoras, primero las rudimentarias que preguntaban de casa en casa sobre cuál programa de radio o de televisión estuvieran oyendo o viendo. Unos pocos años luego, con la modernización de las estadísticas y la implantación de contadores en los televisores y en los radios, llegaron las Nielsen a garantizar las audiencias.
Últimamente eso se ha olvidado. Ya las agencias de publicidad y los encargados de contratar la pauta mediática de las empresas no se fijan en esas encuestas.
Para todos se volvió absolutamente imprescindible conocer el número de entradas a una página o la cantidad de visitas que haya tenido. No importa si se leyó o se entendió lo oído o lo leído, porque además no preguntan.
Y si contabilizan con los programas de plataformas sobre cuántos leyeron o oyeron el texto, lo callan. Como cuando uno comprobaba que en la clase siempre había otro compañero de aula que la tenía más larga y no volvíamos a mostrarla ni hacer gala de la nuestra.
Pocos o ninguno miden la influencia. Aunque hay quienes se bautizan y se catalogan como influencers, interesa solo el número de vistas y sobre ese dato, idos estamos infantilmente construyendo el futuro.
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Misiá Verraca – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La gobernadora del Valle ha hecho una gestión discreta pero eficiente en estos 4 años. Como lo dije alguna vez, usó el método simple de la «m de casa» que sabe exactamente dónde están sus utensilios de cocina, su lencería, sus adornos personales, y conservando el orden en lo pequeño, terminan administrando con eficiencia.
No ha sido una gobernación de obras grandes y más bien la herencia más grande que le viene desde cuando Weimar Delgado era gobernador y que Dillian tampoco pudo terminar, es la maldición del puente de Juanchito. Pero, salvo ese pedestal de la ignominia, sus actitudes han sido prudentes.
Aunque en algunos momentos ha tenido que ser recia, como le tocó cuando sumió la gravedad de lo que ahora llaman el estallido social, y no vaciló en enfrentarse al alcalde Ospina, que pensaba muy distinto a lo que ella en su ordenamiento había concebido.
Esta semana tuvo que repetir su dosis de temple y lo hizo sin subir el tono de gallina papujona que hace respetar su nido y sin que le temblara la voz enfrentándose al presidente Petro de manera directa. Lo atacó porque, pese a las difíciles circunstancias de orden público que ha tenido durante este último año, el presidente ha brillado por su ausencia y, sobre todo, por su respaldo.
Y lo hizo con una frase cargada de fuerza: «Muy importante que viaje por el mundo, pero debe estar presente solucionando los problemas de su país.»
Días antes, frente al desgano con que la unidad de gestión de riesgos afrontó el incendio de las Lomas que rodean el urbanizado norte de Cali y amenazó una zona hotelera y comercial de Chipi Chape, fue igualmente dura preguntando públicamente por qué no autorizaban enviar el helicóptero con el sistema Bambi para combatir desde el aire el incendio. Y dijo una frase que resume todo: «Esa unidad de desastre de este gobierno no previene un desastre, ella es un desastre.»
Así no hablaba en mi pueblo, sino Misia Verraca, y a fe que ella, la gobernadora del Valle, lo hace igual.
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¿Cuál defensa de la vida? – La Linterna Azul

Por: Jesús Vallejo Mejía
“El Libro Negro del Comunismo” lo acusa de haber matado a más de cien millones de personas a lo largo del siglo XX. Quedaron por computar sus víctimas hasta el presente, muchas de ellas asesinadas en países distintos de los europeos y los asiáticos en que reinó durante varias décadas esa ideología asesina. Vid. (40) El libro negro del comunismo | Luis Eduardo Resendiz – Academia.edu
El registro no incluye, por consiguiente, los que perdieron la vida por la acción de los comunistas en Cuba, Venezuela, Nicaragua y, en lo que a nosotros atañe, Colombia.
Nuestro caso es peculiar. Llevamos mal contados más de 70 años de violencia en la que la participación de comunistas de distinto pelambre ha sido decisiva. No sabemos cuál es el número de víctimas producidas por estas confrontaciones. Se habla de que la guerra civil no declarada entre los partidos políticos tradicionales a mediados del siglo pasado arrojó algo así como 300.000 muertes, aunque es una cifra que todavía suscita discusiones. Pero la paz que durante el Frente Nacional entre 1957 y el presente ha reinado entre liberales y conservadores no puso fin a la violencia, dado que los comunistas no se acogieron a ella y, estimulados por la Revolución Cubana, continuaron alzados en armas a través de distintas agrupaciones: Farc, ELN, EPL, M-19 y otras más. La subversión comunista dio lugar a reacciones diversas. Unas, como es lógico, de origen estatal, por medio de la fuerza pública. Otras, de orden irregular, configuradas por los llamados grupos de autodefensa o paramilitarismo. Y para completar ese funesto cuadro, a fines del siglo apareció la atroz violencia del narcotráfico que aún opera en vastas porciones del territorio nacional.
Los comunistas acusan al Estado, los empresarios de la ciudad y el agro, los partidos políticos y, en general, la clase dirigente colombiana de haber creado condiciones opresivas que impulsaban a los defensores de las causas populares a alzarse en armas para combatir el orden institucional. Insisten en que los responsables de las víctimas de estos años aciagos son aquéllos y que sus propias acciones están amparadas por la legítima defensa. No faltan los que invocan los conceptos de “violencia institucional” y “pecado social”, acuñados por la falaz Teología de la Liberación.
Supongamos, en gracia de discusión, que en buena medida de la violencia de las últimas décadas es responsable lo que sin mucha precisión llaman los comunistas y sus secuaces el “establecimiento”, contra el que enderezan principalmente sus baterías la JEP y la sedicente Comisión de la Verdad, fuertemente influenciadas por aquéllos.
Pero el prontuario de la subversión colombiana es simple y llanamente aterrador. Ha faltado redactar otro Libro Negro para hacer el inventario de sus numerosísimos crímenes, muchos de ellos perpetrados, no contra el “establecimiento”, sino contra la gente humilde de aldeas y campos.
Dentro de esa funesta estructura criminal se destaca el M-19, autor del hecho más execrable de la historia colombiana, el llamado “Holocausto del Palacio de Justicia”. Y ahora sabemos que uno de sus promotores es el que hoy nos desgobierna. No actuó en ello porque días antes fue detenido por porte ilegal de armas, pero su captura dio lugar a que se acelerara el asalto a la sede de las altas Cortes. Así lo acaba de revelar en Semana el coronel César de la Cruz. Vid. Coronel (r) César de la Cruz revela detalles del pasado oscuro de Gustavo Petro (semana.com).
El individuo que le partió la cara al oficial Gabriel Díaz Ortiz, dejándolo desfigurado y al borde de la muerte al no poderlo liquidar porque falló el arma que le había quitado, ocupa hoy el cargo de presidente de Colombia (vid. Coronel (r) dijo que Petro intentó matar a militar cuando era del M-19 | RCN Radio). Y es el mismo que hoy posa de defensor de la vida ante la comunidad internacional.
Quien hace líricos llamados en favor de la vida ante la ONU es un comunista recalcitrante que deplora la caída del Muro de Berlín y apoya cerradamente las dictaduras criminales que oprimen a cubanos y venezolanos.
Es claro que su alegato por la vida no es sincero. Fiel seguidor del Príncipe de la Mentira, trata de engañar al país y al mundo entero sobre sus verdaderos propósitos, que no son otros que instaurar el comunismo en Colombia.
“Guardaos de los falsos profetas”, nos encarece el Evangelio (Mt. 7:15).
El que hoy nos desgobierna es uno de ellos.
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