Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Las elecciones regionales de este domingo están llenas de tantas dudas como de presagios.
Nadie sabe si Petro se declarará afectado porque el pacto histórico no repite el triunfo que lo llevó a la presidencia y prácticamente desaparezca su representación en alcaldías, gobernaciones y consejos. Los más conspicuos que no contratan encuestas prefabricadas para desorientar la opinión pública prefieren los presagios frutos más de la lógica y la observación juiciosa que de la intuición de los rezados. Muchos de esos presagios vengan a sobradamente a fico en Medellín, a Rojas en Manizales, a Char en Barranquilla y a Galán en Bogotá.
Hay muchas dudas de que Rivas saque votos suficientes para ganar la gobernación de Caldas y más aún que Bolívar alcance a pasar al balotaje de la segunda vuelta bogotana. Hay presagios que, sin consultar el tarot, Mab o la carta astral del sabio Puerta, parecen esculpidos en piedra: que Dumex alcalde Cartagena, Dilan gobierne en el Valle, Lupe en Antioquia y Beltrán en Bucaramanga. Ay, empero, muchas dudas sobre el verdadero comportamiento del registrador nacional. Porque mientras unos lo ven actuando equilibradamente, otros recuerdan sus contratos con los españoles de Indra y su imagen vacila entre la aceptación y el temor.
Hay certeza de que alcaldes, gobernadores, concejales y diputados que salgan elegidos lo harán en público disfrazados de algún rescoldo de partido político, pero todos hacen parte de las grandes cooperativas de contratistas que coptan la política colombiana.
El domingo nos demostrarán que quienes eligen, gobiernan y legislan son los contratistas y que, como los puestos no alcanzan para que todos ganen, ya tienen armadas las uniones temporales que les permitirán seguir ordeñando los presupuestos municipales y departamentales, presionando, eso sí, a su vez, a senadores y representantes para que dejen gobernar a Petro y no les corte el chorrito nacional de las transferencias.
