CAZANDO RATAS, GATOS E INGENUOS

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Por: Eligio Palacio Roldán

Al abrir uno de los cajones de la cocina de la finca descubrí los restos de servilletas que se habían comido los ratones, el olor característico de los roedores y sus heces. Limpié con desagrado, para luego buscar alternativas para combatirlos con la tradicional trampa o un pegante que los deja adheridos a la superficie donde se esparce el producto.

Por escrúpulos, no fui capaz de cazar los ratones con los métodos descritos y entonces acudí a la gata del trabajador, un animal bastante arisco que no se dejaba agarrar de nadie, la estrategia para que llegara a mi casa fue dejarle carnes de un producto comercial como señuelo. Fueron varios días para lograr mi propósito: encerrarla en la casa.

Cuando se cerró la puerta detrás de mí, a eso de las siete de la noche, la gata ya estaba cautiva: maulló, amenazó, se alzó sobre su peso por los aires, cayó, se subió en una cama, orinó, defecó y molestó toda la noche, no pude dormir, sin embargo, el propósito se consiguió: cazó y/o ahuyentó los ratones. Desde entonces, aunque con mucha desconfianza y ya no tantas reacciones adversas, la gata, es encerrada en la casa con cierta periodicidad, aunque me teme y desconfía de mí, le puede la gula.

Esta historia, real, es la misma de nuestro sistema electoral y la estrategia se repite por estos días en cada uno de los rincones de nuestra patria. Mi papel, el cazador, lo hacen los inversionistas de la política, aquellos personajes que apresan en sus redes (su casa) a los próximos gobernantes que una vez descubran que están presos llorarán, se lamentarán, gritarán, pero al final se comerán las gentes del pueblo (los ratones), que ávidas de comida caerán en los afilados dientes de alcaldes, gobernadores y concejales. En síntesis, en política, poco nos diferenciamos de los animales: la ambición supera la precaución y fácilmente caemos en las manos de inescrupulosos que nos cazan para siempre.

En el año 1531 se publicó la obra póstuma de Nicolás Maquiavelo (1469-1524), El Príncipe, en donde se inmortalizó la frase “El Fin Justifica los Medios”, una frase que indicaba que:” un gobernante podría romper reglas morales básicas, pasar por encima de los derechos de las personas, si esto le permite lograr un fin bueno.”, la frase pasó a la historia por sus implicaciones sobre la ética y la moral, lo escandalosa que resultaba y porque desnudó a los dirigentes de la época. Como se puede ver no hemos evolucionado en nada, seguimos en las mismas. No es malo si el político roba y nos toca alguna participación, lo es si nos excluye de la componenda.

Como el ratón, como la gata de la historia no somos conscientes del peligro de caer apresados, de ser cazados. Nos puede la ambición personal, el hambre. Nuestra historia es triste, por eso nos hicimos narcotraficantes, políticos, delincuentes y eso que somos un pueblo cristiano, claro que hasta los curas perdonan la corrupción, participan de ella.   

¿Qué decirles a los gatos, a los ratones, inmersos en el mundo de la política? ¿Que no se dejen esclavizar? ¿Que estén alertas los ratones con los gatos y los gatos con los amos que les ofrecen “comida”, que entiendan que en política nada es gratis? ¿Que el fin no justifica los medios? Para que, las generaciones se pierden una tras otra en el lodo de la corrupción que se esparce por toda Colombia, desde pueblos y veredas hasta grandes ciudades.

ANTES DEL FIN

Después del despertar del consumo en Colombia luego de la epidemia del Coronavirus, se ralentiza, comerciantes y empresarios se preocupan, la desaceleración de la economía se percibe en cada rincón de la patria.

El “Niño” llegó a Colombia “orinando” mucho, afortunadamente.

Las gentes queridas, las no tan queridas, pasan y pasan dejando huellas o cicatrices por nuestras vidas. Hay que aceptar, “nada ni nadie es eterno en el mundo”. ¡Qué vaina!

Mejora la televisión pública en las horas de la noche, sin embargo, parece no tener capacidad de innovación. Lo mismo le sucede a la radio.

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