Columnistas
ANTES DEL ADIÓS

Por: Jesús Vallejo Mejía
Nota de La Linterna Azul: Oramos al Todopoderoso con devoción y profunda esperanza por la recuperación de la salud del doctor Vallejo. Los hombres como él no pueden faltar en una sociedad que como la nuestra se deteriora velozmente. Sabe Dios que lo necesitamos. Por eso invitamos a nuestros lectores y amigos que nos acompañen con sus plegarias, aunque no conozcan a Jesús Vallejo, ya que aseguramos que es uno de esos claros varones que hacen enorgullecer a sus amigos y conocidos por el solo hecho de existir.
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Hace dos años, por estas mismas calendas, fui notificado de la presencia de dos tipos diferentes de cáncer en mi organismo: en la próstata y en los pulmones.
El primero ya parece superado, gracias a un eficaz tratamiento de radioterapia y bloqueo hormonal. Como era más agresivo, se dejó para después la acción contra el cáncer en ambos pulmones, proveniente de una metástasis de cáncer en la tiroides que me fue extraída hace tres años.
Esa metástasis se manifestó inicialmente a través de dos nódulos milimétricos que prudentemente se dejaron en observación. El del pulmón izquierdo fue creciendo lentamente de suerte que en marzo del año antepasado fue posible, no sin dificultad, tomar muestras para la correspondiente biopsia. Pero al año siguiente esos nódulos se dieron a la tarea de seguir escrupulosamente el mandato bíblico de creced y multiplicaos, de suerte que en el mes de diciembre último ya eran seis de tamaño entre medio centímetro y algo más de dos centímetros, acompañados de una legión incontable de nódulos milimétricos. A esos seis les he puesto nombres propios: Cepeda, Petro, Claudia López, Pinturita, Santrich y Márquez. A los otros los llamo los encapuchados.
Habida consideración de este cuadro, mis facultativos han optado por la cirugía para extraer los nódulos de mayor tamaño, la cual está programada para el próximo miércoles 17 de marzo. Tiempo después se procederá contra los encapuchados por medio del yodo radiactivo.
Aunque el Dr. Alejandro Gaviria Velásquez, el cirujano de tórax que realizará la operación, me ha tranquilizado mucho sobre el procedimiento y sus resultados, soy consciente de que toda cirugía entraña riesgos, así sean remotos, por lo que, a pesar de que estoy muy sereno, inexorablemente no puedo dejar de reflexionar sobre una vida que tal vez podría tocar a su fin en los días venideros.
Recuerdo que cuando cursaba el primer año de la escuela elemental mi profesora, que poco me quería, dejó constancia en mi libreta de calificaciones de que mi conducta dejaba qué desear. Lo mismo digo hoy. Son muchos los errores que he cometido y de los que debo arrepentirme, pero por fortuna en estos últimos años me he acercado bastante a Dios y estoy convencido de su amor y su misericordia infinitos. De ellos he recibido testimonios palpables, hasta el punto de que una muy cara amiga que es depositaria de mis confidencias no vacila en decirme que soy un mimado de Él. Así lo siento, y sé que cuando lo decida su santa voluntad compareceré ante su presencia con las manos vacías, en verdad, pero con la ropa limpia.
Como rezaban antiguas fórmulas testamentarias, nací y me crie en el seno de la religión católica, apostólica y romana, y con sus auxilios espero entregarle mi alma al Creador.
Sé que mi cuerpo mortal habrá de volver a la tierra de donde salió, pero mi espíritu trascenderá hacia la luz eterna, así sea para gozar de sus últimos destellos, no sin antes purgar no pocos desaciertos en que he incurrido. Todos los días pido por las personas que no me quieren ni quiero, las que me han hecho daño, aquellas con quienes he pecado o las que he ofendido, perjudicado, decepcionado y escandalizado. Confío en que Dios piadoso contribuya con su gracia a resarcir todo el mal que pude haber hecho.
A las personas que me quieren les pido oraciones. No deseo elogios ni discursos o escritos que hagan la apología de mis míseros aciertos vitales, sino ruegos a Dios para que se apiade de mi alma. En estos momentos tengo muy presentes las palabras de León Bloy:” La mayor de las tristezas es no ser santo”.
Vienen a mi mente tres canciones que gustan mucho y pienso que son muy desacertadas. Que a nadie se le ocurra celebrar mi partida con “My way”, de Frank Sinatra; ni con “Non, je ne regrette rien”, de Edith Piaf; ni con “Gracias a la vida”, de Mercedes Sosa. Sólo admitiré el “Responso” que compuso Aníbal Troilo para honrar la memoria de su fraternal amigo Homero Manzi o la música de Juan Sebastián Bach, que tanto he amado y me ha permitido vislumbrar las esferas celestiales. En su defecto, que suenen exultantes aires barrocos.
“My Way” y “Non, je ne regrette rien” son cantos irreverentes que hacen el elogio de un individualismo que he considerado monstruoso. “He hecho lo que me dio la gana y de nada me arrepiento” es todo lo contrario de mi sentir, pues reitero que es mucho lo que me he equivocado y de lo que debo pedir perdón.
En cuanto a “Gracias a la vida”, ¿por qué no cantar más bien “Gracias a Dios”? La vida, en la concepción de los filósofos vitalistas, es una entidad impersonal y ciega, es decir, sin finalidades que podamos discernir. Dios es lo absoluto, Alfa y Omega de nuestra existencia, principio y fin de todo lo que hay. De Él venimos y hacia Él hemos de retornar.
Como dicen ciertos escritores franceses, es ello en lo que creo. Al abrir mis ojos cada día, le digo: “Dios mío, te amo; en Tí creo, confío y espero; a Ti me encomiendo…”
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Al que la tenga más larga – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Las competencias infantiles sobre quién podía ser más alto, más flaco o más gordo, sobre todo sobre qui la tuviera más larga, han ido escalando.
Hasta el punto que hoy día, en una feroz competencia de niños insensatos, se discute por quién o cuál artículo ha tenido más vistas en el internet.
Sobre esa eterna medición entre pares que nunca duraba más allá de la comprobación, han montado toda una cantidad de negocios y exageraciones tan mayúsculas que, viéndolo bien, solo dan risa.
Hasta hace muy poco, los medios de comunicación hablados y escritos se inflaban a sí mismos por el número de ejemplares que editaban o por la cantidad de lectores que, a ojo de buen cubero, tendrían de acuerdo a los ejemplares vendidos.
Después llegaron las encuestadoras, primero las rudimentarias que preguntaban de casa en casa sobre cuál programa de radio o de televisión estuvieran oyendo o viendo. Unos pocos años luego, con la modernización de las estadísticas y la implantación de contadores en los televisores y en los radios, llegaron las Nielsen a garantizar las audiencias.
Últimamente eso se ha olvidado. Ya las agencias de publicidad y los encargados de contratar la pauta mediática de las empresas no se fijan en esas encuestas.
Para todos se volvió absolutamente imprescindible conocer el número de entradas a una página o la cantidad de visitas que haya tenido. No importa si se leyó o se entendió lo oído o lo leído, porque además no preguntan.
Y si contabilizan con los programas de plataformas sobre cuántos leyeron o oyeron el texto, lo callan. Como cuando uno comprobaba que en la clase siempre había otro compañero de aula que la tenía más larga y no volvíamos a mostrarla ni hacer gala de la nuestra.
Pocos o ninguno miden la influencia. Aunque hay quienes se bautizan y se catalogan como influencers, interesa solo el número de vistas y sobre ese dato, idos estamos infantilmente construyendo el futuro.
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Misiá Verraca – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La gobernadora del Valle ha hecho una gestión discreta pero eficiente en estos 4 años. Como lo dije alguna vez, usó el método simple de la «m de casa» que sabe exactamente dónde están sus utensilios de cocina, su lencería, sus adornos personales, y conservando el orden en lo pequeño, terminan administrando con eficiencia.
No ha sido una gobernación de obras grandes y más bien la herencia más grande que le viene desde cuando Weimar Delgado era gobernador y que Dillian tampoco pudo terminar, es la maldición del puente de Juanchito. Pero, salvo ese pedestal de la ignominia, sus actitudes han sido prudentes.
Aunque en algunos momentos ha tenido que ser recia, como le tocó cuando sumió la gravedad de lo que ahora llaman el estallido social, y no vaciló en enfrentarse al alcalde Ospina, que pensaba muy distinto a lo que ella en su ordenamiento había concebido.
Esta semana tuvo que repetir su dosis de temple y lo hizo sin subir el tono de gallina papujona que hace respetar su nido y sin que le temblara la voz enfrentándose al presidente Petro de manera directa. Lo atacó porque, pese a las difíciles circunstancias de orden público que ha tenido durante este último año, el presidente ha brillado por su ausencia y, sobre todo, por su respaldo.
Y lo hizo con una frase cargada de fuerza: «Muy importante que viaje por el mundo, pero debe estar presente solucionando los problemas de su país.»
Días antes, frente al desgano con que la unidad de gestión de riesgos afrontó el incendio de las Lomas que rodean el urbanizado norte de Cali y amenazó una zona hotelera y comercial de Chipi Chape, fue igualmente dura preguntando públicamente por qué no autorizaban enviar el helicóptero con el sistema Bambi para combatir desde el aire el incendio. Y dijo una frase que resume todo: «Esa unidad de desastre de este gobierno no previene un desastre, ella es un desastre.»
Así no hablaba en mi pueblo, sino Misia Verraca, y a fe que ella, la gobernadora del Valle, lo hace igual.
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¿Cuál defensa de la vida? – La Linterna Azul

Por: Jesús Vallejo Mejía
“El Libro Negro del Comunismo” lo acusa de haber matado a más de cien millones de personas a lo largo del siglo XX. Quedaron por computar sus víctimas hasta el presente, muchas de ellas asesinadas en países distintos de los europeos y los asiáticos en que reinó durante varias décadas esa ideología asesina. Vid. (40) El libro negro del comunismo | Luis Eduardo Resendiz – Academia.edu
El registro no incluye, por consiguiente, los que perdieron la vida por la acción de los comunistas en Cuba, Venezuela, Nicaragua y, en lo que a nosotros atañe, Colombia.
Nuestro caso es peculiar. Llevamos mal contados más de 70 años de violencia en la que la participación de comunistas de distinto pelambre ha sido decisiva. No sabemos cuál es el número de víctimas producidas por estas confrontaciones. Se habla de que la guerra civil no declarada entre los partidos políticos tradicionales a mediados del siglo pasado arrojó algo así como 300.000 muertes, aunque es una cifra que todavía suscita discusiones. Pero la paz que durante el Frente Nacional entre 1957 y el presente ha reinado entre liberales y conservadores no puso fin a la violencia, dado que los comunistas no se acogieron a ella y, estimulados por la Revolución Cubana, continuaron alzados en armas a través de distintas agrupaciones: Farc, ELN, EPL, M-19 y otras más. La subversión comunista dio lugar a reacciones diversas. Unas, como es lógico, de origen estatal, por medio de la fuerza pública. Otras, de orden irregular, configuradas por los llamados grupos de autodefensa o paramilitarismo. Y para completar ese funesto cuadro, a fines del siglo apareció la atroz violencia del narcotráfico que aún opera en vastas porciones del territorio nacional.
Los comunistas acusan al Estado, los empresarios de la ciudad y el agro, los partidos políticos y, en general, la clase dirigente colombiana de haber creado condiciones opresivas que impulsaban a los defensores de las causas populares a alzarse en armas para combatir el orden institucional. Insisten en que los responsables de las víctimas de estos años aciagos son aquéllos y que sus propias acciones están amparadas por la legítima defensa. No faltan los que invocan los conceptos de “violencia institucional” y “pecado social”, acuñados por la falaz Teología de la Liberación.
Supongamos, en gracia de discusión, que en buena medida de la violencia de las últimas décadas es responsable lo que sin mucha precisión llaman los comunistas y sus secuaces el “establecimiento”, contra el que enderezan principalmente sus baterías la JEP y la sedicente Comisión de la Verdad, fuertemente influenciadas por aquéllos.
Pero el prontuario de la subversión colombiana es simple y llanamente aterrador. Ha faltado redactar otro Libro Negro para hacer el inventario de sus numerosísimos crímenes, muchos de ellos perpetrados, no contra el “establecimiento”, sino contra la gente humilde de aldeas y campos.
Dentro de esa funesta estructura criminal se destaca el M-19, autor del hecho más execrable de la historia colombiana, el llamado “Holocausto del Palacio de Justicia”. Y ahora sabemos que uno de sus promotores es el que hoy nos desgobierna. No actuó en ello porque días antes fue detenido por porte ilegal de armas, pero su captura dio lugar a que se acelerara el asalto a la sede de las altas Cortes. Así lo acaba de revelar en Semana el coronel César de la Cruz. Vid. Coronel (r) César de la Cruz revela detalles del pasado oscuro de Gustavo Petro (semana.com).
El individuo que le partió la cara al oficial Gabriel Díaz Ortiz, dejándolo desfigurado y al borde de la muerte al no poderlo liquidar porque falló el arma que le había quitado, ocupa hoy el cargo de presidente de Colombia (vid. Coronel (r) dijo que Petro intentó matar a militar cuando era del M-19 | RCN Radio). Y es el mismo que hoy posa de defensor de la vida ante la comunidad internacional.
Quien hace líricos llamados en favor de la vida ante la ONU es un comunista recalcitrante que deplora la caída del Muro de Berlín y apoya cerradamente las dictaduras criminales que oprimen a cubanos y venezolanos.
Es claro que su alegato por la vida no es sincero. Fiel seguidor del Príncipe de la Mentira, trata de engañar al país y al mundo entero sobre sus verdaderos propósitos, que no son otros que instaurar el comunismo en Colombia.
“Guardaos de los falsos profetas”, nos encarece el Evangelio (Mt. 7:15).
El que hoy nos desgobierna es uno de ellos.
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