Por: Orlando Arenas Tamayo
Preocupa la levedad de la memoria de la sociedad que debiera persistir en esta recordación del asesinato de los dos grandes valores de Antioquia, por la guerrilla de las Farc, para seguir insistiendo en los ideales de la no violencia que los enmarcaron como apóstoles de la causa de la paz y la convivencia.
Yo siento que la pérdida de Guillermo Gaviria ha sido una verdadera catástrofe para Antioquia y Colombia, pues se consagró con todas sus energías a defender la causa de la paz y la reconciliación, acompañado de corazón por Gilberto Echeverri Mejía un dirigente empresarial que puso toda su apuesta por el éxito de una idea evangelizadora de la convivencia convertida en programa de gobierno.
Los dos se convirtieron en referentes de la antioqueñidad, porque los dos eran antioqueños viscerales y conocían las potencialidades de nuestro departamento y habían construido el Plan Estratégico de Antioquia, soñando con el futuro de una región identificada como la mejor esquina de Suramérica, con el Urabá, como teatro de los grandes proyectos de porvenir para hacer de Antioquia una tierra de promisión, sueños truncados por la estúpida guerrilla de las Farc., hoy convertida en varios subgrupos, luego del cuestionado Acuerdo de la Habana, que hizo de antiguos bandoleros a actuales senadores que no se dan por enterados de los daños que causaron antaño para creerse ahora representantes del orden y la dignidad.
Hoy recordamos a dos apóstoles de la verdad, de la reconciliación y la convivencia y la sociedad no puede olvidar su legado, que resonará en las conciencias de los hombres del mañana, quienes seguramente nos reclamarán por no haber hecho defensa heroica de sus vidas al servicio de los antioqueños.
Antioquia no los olvidará, Antioquia los reclamará y Antioquia los seguirá llorando por los siglos de los siglos.
