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17 de septiembre: Perdonar Siempre | Mensaje del Domingo

Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A – septiembre 17 de 2023
En aquel tiempo le preguntó Pedro a Jesús: “Señor, ¿Cuántas veces le deberé perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete?” Jesús le contestó: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Sucede con el reino de los cielos lo que con un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Estaba comenzando a hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía. El funcionario se arrodilló y le rogó: ‘Tenga paciencia conmigo, y se lo pagaré todo’. El rey tuvo compasión de él, así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad. Pero, al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: ‘¡Págame lo que me debes!’ El compañero, arrodillándose, le rogó: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Esto les dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el rey lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.’ Y tanto se enojó, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía”. Y Jesús añadió: “Así hará también mi Padre si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano.”
1.- “Si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonarle?”
En el lenguaje bíblico el número 7 significa plenitud y perfección. Por eso la respuesta de Jesús a Pedro –hasta 70 veces 7– quiere decir siempre. Es significativo que esta conversación de Pedro con Jesús y la parábola del funcionario que no quiso perdonar, estén precedidas en el mismo Evangelio por otra parábola, la de la oveja perdida y rescatada que simboliza la acción misericordiosa de Dios (Mt 18,12-14), y por la enseñanza de Jesús sobre la corrección fraterna y la reconciliación (Mt 18,15-20). Tal es el contexto del que surge la pregunta de Pedro.
Dice el salmo responsorial [Sal 103 (102)]: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia… Él perdona todas las culpas… No está siempre acusando ni guarda rencor… Dice a su vez el libro Eclesiástico, también del Antiguo Testamento y del cual está tomada la primera lectura (27, 30 – 28,9): perdona las ofensas a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. Entonces ¿Qué es lo nuevo que propone Jesús? En otro pasaje del mismo Evangelio de san Mateo anterior al de este domingo, la oración que Jesús enseña a sus discípulos contiene la petición perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden (Mt 6,12), a la que se refiere su comentario inmediatamente posterior: porque si ustedes perdonan a otros, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados (Mt 6,14-15). Ahora bien, lo nuevo en la enseñanza de Jesús es su insistencia en que debemos perdonar siempre, para poder ser siempre perdonados por Dios.
2.- “Toda aquella deuda te la perdoné. ¿No debías tú también tener compasión?”
La parábola del funcionario insensible que leemos en el Evangelio de hoy guarda una estrecha relación con la llamada “regla de oro” del comportamiento humano enseñada por Jesús en su Sermón de la Montaña: Todo cuanto ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos (Mateo 7, 12). Es la formulación en positivo de lo que siglos atrás habían dicho otros maestros espirituales: no hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan a ti (Confucio, 551 – 479 a.C.); no hieras a los demás con lo que a ti te hace daño (Buda, 563-483 a.C.); no hagas a los demás lo que a ti te dolería que te hicieran (Mahabarata hindú, 300 a.C.); no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan (Antiguo Testamento, libro de Tobías 4,15, 300 a.C.).
Esta regla, inscrita en la conciencia de todo ser humano, equivale al mandato bíblico formulado en la frase “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19, 18 / Mateo 22, 39), que implica la exigencia de no devolver mal por mal y que en positivo corresponde a la exigencia de perdonar al prójimo si uno quiere ser perdonado por Dios. “Ninguno de nosotros vive para sí mismo”, dice el apóstol Pablo en la segunda lectura (Romanos 14, 7-9), invitándonos así a superar nuestro egoísmo para orientarnos hacia el cumplimento de la voluntad del Señor, que es voluntad de misericordia y de perdón.
El motivo de fondo de la exhortación de Jesús a perdonar siempre es el mandamiento nuevo que Él mismo daría a sus discípulos la víspera de su muerte en la cruz: “ámense los unos a los otros como Yo los he amado” (Juan 15, 12). Precisamente Jesús es la manifestación personal del amor de Dios que perdona siempre, y por eso el cumplimiento de este mandato corresponde a su exhortación formulada así en el Evangelio según san Mateo: “sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48), que equivale a la que encontramos en el Evangelio de Lucas: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36); la perfección de Dios es su misericordia, como realización plena de su Ser, pues Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16).
3.- La disposición a perdonar es condición indispensable para el logro de la paz
La Eucaristía es el memorial del sacrificio redentor de Cristo que entregó su vida derramando su sangre por nosotros y por toda la humanidad, como se dice en la fórmula de la consagración del vino: para el perdón de los pecados. Y en la celebración eucarística, después del Padrenuestro en el que le pedimos a Dios que nos perdone como nosotros perdonamos, nos deseamos unos a otros la paz dándonos la mano o un abrazo, antes de pedirle a Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo -es decir, el que carga sobre sí los pecados de toda la humanidad- que tenga piedad de nosotros y nos conceda la paz.
En efecto, la paz interior sólo es posible cuando hay una real disposición a perdonar, pues los sentimientos de rencor y los deseos de venganza no le permiten a nadie vivir en una relación sosegada consigo mismo ni con los demás. Y en el ámbito social, la paz sólo puede darse mediante una real voluntad de reconciliación. Esto no quiere decir que deba permitirse o consagrarse la impunidad, pues cada quien tiene que reparar en lo posible a quienes haya ofendido: una verdadera reconciliación implica el arrepentimiento y la voluntad sincera de reparación, en lo posible, por parte de quien ha obrado mal. Pero, a su vez, la paz verdadera y completa no puede darse sin una verdadera reconciliación, que implica la disposición a perdonar.
Renovemos entonces nuestra disposición a perdonar siempre, para que nuestra oración del Padrenuestro y nuestro saludo de paz no sean una farsa, sino que nuestra vida cotidiana sea coherente en la práctica con lo que celebramos y expresamos en la Eucaristía.
Preguntas para la reflexión
- ¿Qué mociones o sentimientos espirituales suscita en mí este pasaje del Evangelio?
- ¿Cómo relaciono la enseñanza de Jesús en el Evangelio con la situación actual del país?
- ¿A qué siento que me quiere mover el Señor con su exhortación a perdonar siempre, tanto en mis relaciones interpersonales como en mi compromiso social con la construcción de la paz?
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Al que la tenga más larga – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Las competencias infantiles sobre quién podía ser más alto, más flaco o más gordo, sobre todo sobre qui la tuviera más larga, han ido escalando.
Hasta el punto que hoy día, en una feroz competencia de niños insensatos, se discute por quién o cuál artículo ha tenido más vistas en el internet.
Sobre esa eterna medición entre pares que nunca duraba más allá de la comprobación, han montado toda una cantidad de negocios y exageraciones tan mayúsculas que, viéndolo bien, solo dan risa.
Hasta hace muy poco, los medios de comunicación hablados y escritos se inflaban a sí mismos por el número de ejemplares que editaban o por la cantidad de lectores que, a ojo de buen cubero, tendrían de acuerdo a los ejemplares vendidos.
Después llegaron las encuestadoras, primero las rudimentarias que preguntaban de casa en casa sobre cuál programa de radio o de televisión estuvieran oyendo o viendo. Unos pocos años luego, con la modernización de las estadísticas y la implantación de contadores en los televisores y en los radios, llegaron las Nielsen a garantizar las audiencias.
Últimamente eso se ha olvidado. Ya las agencias de publicidad y los encargados de contratar la pauta mediática de las empresas no se fijan en esas encuestas.
Para todos se volvió absolutamente imprescindible conocer el número de entradas a una página o la cantidad de visitas que haya tenido. No importa si se leyó o se entendió lo oído o lo leído, porque además no preguntan.
Y si contabilizan con los programas de plataformas sobre cuántos leyeron o oyeron el texto, lo callan. Como cuando uno comprobaba que en la clase siempre había otro compañero de aula que la tenía más larga y no volvíamos a mostrarla ni hacer gala de la nuestra.
Pocos o ninguno miden la influencia. Aunque hay quienes se bautizan y se catalogan como influencers, interesa solo el número de vistas y sobre ese dato, idos estamos infantilmente construyendo el futuro.
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Misiá Verraca – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
La gobernadora del Valle ha hecho una gestión discreta pero eficiente en estos 4 años. Como lo dije alguna vez, usó el método simple de la «m de casa» que sabe exactamente dónde están sus utensilios de cocina, su lencería, sus adornos personales, y conservando el orden en lo pequeño, terminan administrando con eficiencia.
No ha sido una gobernación de obras grandes y más bien la herencia más grande que le viene desde cuando Weimar Delgado era gobernador y que Dillian tampoco pudo terminar, es la maldición del puente de Juanchito. Pero, salvo ese pedestal de la ignominia, sus actitudes han sido prudentes.
Aunque en algunos momentos ha tenido que ser recia, como le tocó cuando sumió la gravedad de lo que ahora llaman el estallido social, y no vaciló en enfrentarse al alcalde Ospina, que pensaba muy distinto a lo que ella en su ordenamiento había concebido.
Esta semana tuvo que repetir su dosis de temple y lo hizo sin subir el tono de gallina papujona que hace respetar su nido y sin que le temblara la voz enfrentándose al presidente Petro de manera directa. Lo atacó porque, pese a las difíciles circunstancias de orden público que ha tenido durante este último año, el presidente ha brillado por su ausencia y, sobre todo, por su respaldo.
Y lo hizo con una frase cargada de fuerza: «Muy importante que viaje por el mundo, pero debe estar presente solucionando los problemas de su país.»
Días antes, frente al desgano con que la unidad de gestión de riesgos afrontó el incendio de las Lomas que rodean el urbanizado norte de Cali y amenazó una zona hotelera y comercial de Chipi Chape, fue igualmente dura preguntando públicamente por qué no autorizaban enviar el helicóptero con el sistema Bambi para combatir desde el aire el incendio. Y dijo una frase que resume todo: «Esa unidad de desastre de este gobierno no previene un desastre, ella es un desastre.»
Así no hablaba en mi pueblo, sino Misia Verraca, y a fe que ella, la gobernadora del Valle, lo hace igual.
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¿Cuál defensa de la vida? – La Linterna Azul

Por: Jesús Vallejo Mejía
“El Libro Negro del Comunismo” lo acusa de haber matado a más de cien millones de personas a lo largo del siglo XX. Quedaron por computar sus víctimas hasta el presente, muchas de ellas asesinadas en países distintos de los europeos y los asiáticos en que reinó durante varias décadas esa ideología asesina. Vid. (40) El libro negro del comunismo | Luis Eduardo Resendiz – Academia.edu
El registro no incluye, por consiguiente, los que perdieron la vida por la acción de los comunistas en Cuba, Venezuela, Nicaragua y, en lo que a nosotros atañe, Colombia.
Nuestro caso es peculiar. Llevamos mal contados más de 70 años de violencia en la que la participación de comunistas de distinto pelambre ha sido decisiva. No sabemos cuál es el número de víctimas producidas por estas confrontaciones. Se habla de que la guerra civil no declarada entre los partidos políticos tradicionales a mediados del siglo pasado arrojó algo así como 300.000 muertes, aunque es una cifra que todavía suscita discusiones. Pero la paz que durante el Frente Nacional entre 1957 y el presente ha reinado entre liberales y conservadores no puso fin a la violencia, dado que los comunistas no se acogieron a ella y, estimulados por la Revolución Cubana, continuaron alzados en armas a través de distintas agrupaciones: Farc, ELN, EPL, M-19 y otras más. La subversión comunista dio lugar a reacciones diversas. Unas, como es lógico, de origen estatal, por medio de la fuerza pública. Otras, de orden irregular, configuradas por los llamados grupos de autodefensa o paramilitarismo. Y para completar ese funesto cuadro, a fines del siglo apareció la atroz violencia del narcotráfico que aún opera en vastas porciones del territorio nacional.
Los comunistas acusan al Estado, los empresarios de la ciudad y el agro, los partidos políticos y, en general, la clase dirigente colombiana de haber creado condiciones opresivas que impulsaban a los defensores de las causas populares a alzarse en armas para combatir el orden institucional. Insisten en que los responsables de las víctimas de estos años aciagos son aquéllos y que sus propias acciones están amparadas por la legítima defensa. No faltan los que invocan los conceptos de “violencia institucional” y “pecado social”, acuñados por la falaz Teología de la Liberación.
Supongamos, en gracia de discusión, que en buena medida de la violencia de las últimas décadas es responsable lo que sin mucha precisión llaman los comunistas y sus secuaces el “establecimiento”, contra el que enderezan principalmente sus baterías la JEP y la sedicente Comisión de la Verdad, fuertemente influenciadas por aquéllos.
Pero el prontuario de la subversión colombiana es simple y llanamente aterrador. Ha faltado redactar otro Libro Negro para hacer el inventario de sus numerosísimos crímenes, muchos de ellos perpetrados, no contra el “establecimiento”, sino contra la gente humilde de aldeas y campos.
Dentro de esa funesta estructura criminal se destaca el M-19, autor del hecho más execrable de la historia colombiana, el llamado “Holocausto del Palacio de Justicia”. Y ahora sabemos que uno de sus promotores es el que hoy nos desgobierna. No actuó en ello porque días antes fue detenido por porte ilegal de armas, pero su captura dio lugar a que se acelerara el asalto a la sede de las altas Cortes. Así lo acaba de revelar en Semana el coronel César de la Cruz. Vid. Coronel (r) César de la Cruz revela detalles del pasado oscuro de Gustavo Petro (semana.com).
El individuo que le partió la cara al oficial Gabriel Díaz Ortiz, dejándolo desfigurado y al borde de la muerte al no poderlo liquidar porque falló el arma que le había quitado, ocupa hoy el cargo de presidente de Colombia (vid. Coronel (r) dijo que Petro intentó matar a militar cuando era del M-19 | RCN Radio). Y es el mismo que hoy posa de defensor de la vida ante la comunidad internacional.
Quien hace líricos llamados en favor de la vida ante la ONU es un comunista recalcitrante que deplora la caída del Muro de Berlín y apoya cerradamente las dictaduras criminales que oprimen a cubanos y venezolanos.
Es claro que su alegato por la vida no es sincero. Fiel seguidor del Príncipe de la Mentira, trata de engañar al país y al mundo entero sobre sus verdaderos propósitos, que no son otros que instaurar el comunismo en Colombia.
“Guardaos de los falsos profetas”, nos encarece el Evangelio (Mt. 7:15).
El que hoy nos desgobierna es uno de ellos.
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