Voto obligatorio antidemocrático

Columnistas
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Por: Raúl E. Tamayo

En los tiempos en los que me tocó representar a mi Partido Conservador en varios concejos municipales, en la Asamblea Departamental y en el Congreso, solo una vez, en un lapso de más de treinta años, el doctor Jota Emilio Valderrama me llamó al recinto de sesiones a “pedirme” que votara por un determinado candidato, para la Contraloría de Antioquia, que era de nuestro partido.
Mis compañeros de diputación, Horacio Correa Flórez y Mario Aramburo Arbeláez, me habían elegido coordinador de la bancada conservadora progresista.
Nosotros estábamos en coalición con los conservadores notables y los grupos liberales de William Jaramillo y Federico Estrada, y ya teníamos a un candidato conservador para Contralor; cambiar nuestro voto, por el que nos “pedía” el jefe, nos hubiera dado un contralor de nuestro grupo, pero nos hubiera mostrado como traidores a la coalición y nadie volvería a confiar en nosotros, empezando por nuestros electores.

Armado de confianza en mi jefe político, le dije:
—Doctor Valderrama, usted es el jefe, pero yo ya di mi palabra, que para mí es sagrada. Sin embargo, si mis compañeros, y ya se los voy a pasar al teléfono, cambian su voto, yo también cambio el mío.
Mis compañeros de diputación le dijeron al jefe que respaldaban mi posición y sostuvimos nuestro voto.

Lo mejor de todo fue que Jota Emilio entendió nuestra postura y el compromiso que habíamos adquirido y nunca nos reprochó esa desobediencia, sino que nos aplaudió la lealtad con nuestros compañeros de coalición.
Con la división que se presentó entre los concejales del Centro Democrático esta semana en la elección de mesa directiva del honorable Concejo de Medellín, quiero manifestar mi opinión y es que los jefes políticos, si ya confiaron en sus representantes para ser elegidos a una corporación tan importante como el Concejo de Medellín, deberían aceptar las decisiones que ellos tomen, sin interferir con órdenes de “disciplina para perros”, como decía Ramírez Moreno.
Lo digo porque una de las indisciplinadas fue mi amiga y paisana María Paulina Aguinaga, quien ha dado pruebas de preparación con unos excelentes debates en ese recinto del Concejo. Además, la tesis de una presidencia para la mujer es muy válida y la candidata era maravillosa. Pero todo eso demuestra que en los concejales del Centro Democrático no hay espíritu de bancada, ni coherencia entre ellos, ni con sus jefes. Parecen contrincantes políticos, no copartidarios y del mismo partido que los eligió.
Lo peor de todo fue que los concejales indisciplinados incumplieron los acuerdos pactados para esa elección que le convenía al Centro Democrático y decidieron la elección de Lucas Cañas, conservador que reemplazó al “recalzado” de Carlos Zuluaga y que un día fue expulsado (Lucas) por don Carlos Vélez de la Tertulia Conservadora.
Ñapa: Ofrezco mis humildes disculpas a mis lectores por el imperdonable error de ortografía de la semana pasada. Se nos fue a mí, al corrector de Word de mi computador y a mis correctores amigos del periódico. Se ahuyentó hasta el caimán de Tolú. ¡Qué vaina! 

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