Volvimos a lo mismo

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

La noticia era escueta. Apareció en las redes. El sábado lo hará en El Tabloide de Tuluá. Al pie de la foto se anunciaba la aparición de un cadáver acribillado en el Callejón Tinajas. A su lado, también fotografiada, una hoja de cuaderno escrita a mano que decía “Si les queda grande corregir a los ladrones de moto, nosotros si a nuestra manera…”.  

Es la dura y triste realidad de las eternas Guerras de Tuluá, que más de una vez he convertido en libro. En mi pueblo no hay paciencia. Cuando pierden la credibilidad en la Policía, en la Justicia y en los gobernantes, aplican la eterna ley de la venganza y ejecutan la justicia por mano propia.  

Es, en ese momento, cuando se vuelven peligrosas las calles de mi pueblo y se abren las compuertas que tantas veces han dejado pasar torrentes de sangre, inundado de cruces los cementerios y recargado de lágrimas a viudas y huérfanos. Y se vuelve a lo mismo y entonces entramos otra vez en el espiral de violencia de nunca acabar.  

Por mi casa han pasado los últimos meses distintas comisiones de investigadores y autoridades, sabios que dicen saber de la guerra, otros más sabios aun que buscan en la compasión del Dalai Lama una solución a las Guerras de Tuluá.  

A todos les he explicado por qué mi pueblo, sobre el cual he escrito cuentos y novelas, al que he gobernado en dos veces, al que he querido con pasión, pasa por las que pasa.  

Cada vez vienen más aterrados porque no hay medida que valga ni propuesta angelical que se pueda implementar desde cuando se fueron amontonando las situaciones críticas de Tuluá. Y no es para menos. 

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En Tuluá, en menos de un año, hubo los sesenta muertos en dos horas de la Cárcel, los sicariatos diarios por no pagar las extorsiones, las batallitas por conseguir la jefatura de una banda en una cuadra, en una barriada, la sed de venganza, la justicia por su propia mano. No es un problema solo de la corrupción de la policía y la justicia. Es la consecuencia de no creer en la autoridad. Es el flujo final de un proceso educativo y cívico mal enfocado. 

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