UN PARO CONTRA EL MAL GOBIERNO.

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Por: Orlando Arenas Tamayo

Da grima ver a dirigentes políticos tratando de capitalizar el PARO NACIONAL clamando para que cese la violencia y la represión estatal contra los marchantes que han sido infiltrados por los vándalos con un inmenso balance de destrucción y violencia. Inicialmente hubo poca atención a las marchas, pero cuando la protesta se creció, el gobierno accedió a escuchar los reclamos, los mismos que se habían presentado hace más de un año, y a organizar el diálogo para tratar de calmar los ánimos. Hoy las gentes desfilan en sus protestas y no son molestados por los agentes del orden, incluso hay policías raperos alternando con jóvenes en las calles y hay marchas con bellas representaciones artísticas, aunque siguen los vándalos haciendo añicos la infraestructura de las ciudades, en especial Cali y alrededores, así como en Bogotá.
La represión es contra los violentos que vandalizan las marchas y la policía debe intervenir o la destrucción es total. La violencia deslegitima las causas invocadas para la protesta. Las marchas son pacíficas inicialmente, pero no terminan igual y la autoridad debe actuar porque no existe control interno sobre los violentos que se les infiltran.
El vandalismo, por su parte, no es de un solo origen, puede ser generado por camuflados de marchantes o de policías y a veces por policías reales porque de todo hay en la viña del señor y al aparecer la pedrea, el bloqueo, el incendio y la violencia contra las personas, viene la represión policial porque esa es la función de la fuerza pública, detener a los atizadores y autores de desmanes, en Cali, Bogotá, Barranquilla y un poco menos Medellín demuestra un verdadero juego de delincuentes empeñados en destruir la infraestructura urbana, los servicios, la vida y la hacienda de los asociados.
El “florero de Llorente” para organizar la protesta fue el anuncio de la reforma tributaria en medio de las condiciones de crecimiento de la pobreza, incrementada a niveles muy altos por la pandemia, con un gobierno autista, despótico, arrogante y derrochón que, al mejor estilo imperial, vio vacías las arcas y la “decretó” para recaudar y malgastar, lo que rebozó la copa y tiró la gente literalmente a la calle, tal vez recordando la mentira de Duque de no más impuestos. No le echemos la culpa a Petro que el señor no es tan inteligente, y probablemente no es tan perverso, pero el gobierno se excedió en soberbia, no escuchó y ello le ha costado esta inmensa “vaciada” que las gentes le están pegando.
La derecha y el propio gobierno siguen tratando de asustar el país con el peligro del Castro chavismo y la izquierda comunista que, según ellos, financian el levantamiento popular. La oposición goza viendo las dificultades del gobierno y obviamente rechaza tales acusaciones, pero en el imaginario popular, en las discusiones y mentideros políticos, todo mundo sabe que esta catástrofe la produjo el gobierno y sus torpes propuestas de reformas tributaria y de salud, el desorden administrativo, el derroche de recursos del Estado y de encima la propuesta de ponerle IVA a las pensiones de jubilación o la estupidez de cobrarlo en los servicios funerarios, cuando la gente que muere por el Covid son por miles. Min hacienda era el gran enemigo del gobierno. Las marchas multitudinarias contra estos despropósitos fueron espontáneas reclamado retirar tales medidas y soluciones a una serie de peticiones, pero la lista creció por tantas frustraciones acumuladas cuando la gente salió a la calle y vio el acompañamiento espontaneo de la sociedad.
Aunque parezca inverosímil, derecha e izquierda tienen sectores interesados en atizar estos problemas, los unos para justificar medidas represivas y echarle la culpa a la izquierda y ésta, interesada en boicotear las medidas gubernamentales, casi todas impopulares, si recordamos que el señor Petro anunció con su derrota que mantendría en las calles la oposición.
Los excesos de fuerza son chispa peligrosa y el gobierno debe usarla con moderación pues los organismos de derechos humanos denuncian cada caso y si la violencia se ejerce contra la autoridad, como en el caso de la mujer policía agredida y violada o el agente quemado, esos organismos callan como ostras como si los policías no fueran seres humanos. La coartada es desacreditar la fuerza pública y victimizar a los victimarios de la sociedad que no encuentra quien la defienda de tantos delincuentes juntos que la gobiernan.
Hay que respetar los derechos de las grandes mayorías silenciosas que no marchan y son los grandes sacrificados con las protestas y los bloqueos que les impide la movilidad, el trabajo y afectan todas las actividades normales del estudio, transporte de alimentos, medicinas, oxígeno, combustibles o de insumos para la industria y la actividad comercial. o elementos como el oxígeno para las UCI o el traslado de heridos en las ambulancias.
Las marchas de protesta son necesarias en una sociedad mal gobernada, son ventanas para oxigenar la dirección de un gobierno y recordarles a los dirigentes que hay tareas pendientes en la agenda social. Es muy satisfactorio el desfilar de la juventud, reclamando mayor responsabilidad de la clase política, lo cual significa politización de esta franja de la población que se había desentendido de esta actividad, vital para el recambio que estamos necesitando.
Duque es hoy un presidente que ha perdido el sentido de las prioridades como se lo han advertido dirigentes y senadores sensatos y buenos para que escuche el clamor de la gente y no los cantos de sirena de los grandes grupos para que el gobierno se enfoque en su servicio y no en cumplir las promesas que consignó en su programa, casi todas incumplidas. La sociedad hoy está haciendo paro y protestando por el mal gobierno.

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