Por: Aldrin García Balvin
Hoy, mientras el calendario marca el segundo aniversario de tu partida, las palabras se entrelazan con el susurro de mi voz, tratando de alcanzarte en algún rincón del infinito. Aunque el tiempo sigue su curso inexorable, el dolor de tu ausencia se mantiene fresco en mi corazón, papá.
Recuerdo aquel fatídico día 10 de junio, en que el implacable COVID-19 nos arrebató tu cálido abrazo. Tu espíritu batallador y tu sonrisa incansable no fueron suficientes para vencer a ese enemigo invisible. Te fuiste dejando una estela de lágrimas y un vacío que nadie puede llenar.
Padre amado, tu recuerdo perdura en cada suspiro que escapa de mi pecho. Tus enseñanzas se han convertido en faros de sabiduría que iluminan mi camino. Tus risas contagiosas siguen resonando en mis oídos, como un eco eterno. Aunque ya no puedo tocar tu mano o escuchar tus consejos, llevarte en mi corazón es mi mayor consuelo.
Sé que en el cielo estás disfrutando de la presencia de Dios. Imagino tu rostro iluminado por una sonrisa eterna y tus ojos brillando con la paz que tanto mereces. Me reconforta saber que ya no sufres, que tu espíritu está libre de las cadenas terrenales y que, desde allá arriba, nos envuelves con tu amor y protección.
Papá, aún siento tu guía en cada paso que doy. Tu legado de amor, bondad y valentía se entrelaza en mi ser, dándome fuerzas para enfrentar los desafíos que la vida me presenta. Eres el viento que acaricia mi rostro y la voz que susurra palabras de aliento en momentos oscuros. Sigues presente en cada latido de mi corazón.
Hoy, en este aniversario de tu partida, alzo mi voz para honrar tu memoria. Tu vida fue un regalo para todos aquellos que tuvimos la fortuna de conocerte. El mundo puede cambiar, pero tu esencia se mantiene inalterable en mi mente y en mi alma. Eres mi héroe, mi guía, mi padre inmortal.
Aunque el dolor de tu ausencia persiste, quiero recordarte con gratitud y amor. Me siento agradecido por cada instante que compartimos juntos, por cada risa, cada abrazo y cada consejo. Eres mi pilar, mi ejemplo a seguir. No importa cuánto tiempo pase, siempre serás mi eterno confidente y mi refugio seguro.
Hoy, más que nunca, te digo en un susurro: «Todavía dueles, papá». Pero sé que desde el cielo sigues velando por mí, guiándome con tu amor y bendiciones. Descansa en paz, querido padre, y que tu espíritu brille eternamente en el firmamento.