Columnistas
PENSAR MEJOR LOS PROYECTOS

Por: José Gregorio Hernández
Como lo hemos recordado varias veces, expresa el preámbulo de la Constitución que sus propósitos esenciales, consistentes en realizar los valores de la unidad nacional y las garantías para la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, se deben alcanzar, pero no de cualquier manera, sino “dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo”.
Son muchos los problemas y dificultades, muy protuberantes y graves, que enfrenta Colombia para conseguir esos objetivos. Corresponde al Estado ejercer un liderazgo en tal sentido, pero las soluciones y propuestas que formula y los proyectos que tramita, por iniciativa popular o de las ramas y órganos del poder público, deben corresponder a principios mínimos de razonabilidad, conveniencia, oportunidad, eficacia, idoneidad y coherencia.
Por estos días, a propósito de la iniciación de las sesiones del Congreso, varios de los proyectos -presentados y por presentar- están encaminados, entre muchas otras finalidades, a lograr la paz total, a derrotar y sancionar la corrupción existente, a garantizar una más oportuna y asequible administración de justicia; a erradicar la persistente crisis humanitaria que tiene lugar en el sistema carcelario; a atacar las graves condiciones de desigualdad y abandono en que se encuentra buena parte de la población; a establecer un mejor sistema de salud y seguridad social; a garantizar el derecho al trabajo en condiciones dignas y justas; a fortalecer las empresas medianas y pequeñas; a intervenir y controlar los servicios públicos, con miras a su adecuada y menos costosa prestación; a concebir y estructurar un plan de desarrollo y unos presupuestos que permitan alcanzar los objetivos de interés general.
Varias de las iniciativas gubernamentales son plausibles, y corresponden a los derroteros de la justicia social y al bien común. Lo que espera el país es que, superando diferencias políticas y la injustificada polarización que sigue afectando a los partidos, se llegue a consensos y acuerdos, en beneficio de la colectividad, sin discriminaciones.
Hay otras propuestas que merecen reconsideración y más detenido examen. Varias de ellas son perjudiciales y deberían ser retiradas.
Así, por ejemplo, aunque esté bien intencionada, la idea de crear una sala transitoria contra la corrupción, en el interior de la Corte Suprema de Justicia, es inconveniente, costosa y rompe la estructura constitucional de la rama judicial, a la vez que duplica funciones ya asignadas a otros órganos del poder público.
No se ve cómo pueda ayudar a descongestionar las cárceles el proyecto de ley que elimina el delito de incesto. Esa no es una urgencia nacional y, en cambio, sin ninguna necesidad, la iniciativa ofende a la familia e ignora arraigados principios morales y firmes creencias de la mayoría, que el Estado debe respetar.
Tampoco es acertado eso de permitir que los presos salgan de día y regresen a las cárceles en la noche, a comer y dormir. Eso favorece la impunidad y estimula el delito.
Es pésima la idea de auspiciar y legalizar la marihuana “recreativa”, y nos parece un deplorable mensaje -en especial para la niñez y la juventud- que algunos congresistas se declaren orgullosos de su adicción. Si en esas condiciones legislan, legislan muy mal.
Pensemos mejor los proyectos.
Aldrin Garcia Balvin
Caudal de votos: La clave del éxito para cualquier candidato político

Por: Aldrin García Balvin
La política es una carrera llena de desafíos y oportunidades para aquellos que buscan liderar y representar a su comunidad. En una elección, el objetivo principal de cualquier candidato es ganar la confianza y el apoyo de los votantes. Pero ¿cómo puede un candidato asegurarse de que los votantes se sumerjan en un caudal de votos para él o ella? La respuesta radica en la estrategia de marketing político.
En el mundo de la política, el marketing es esencial para llegar a los votantes y persuadirlos de que un candidato es la mejor opción para el puesto. Un buen candidato debe tener una estrategia sólida de marketing político que lo ayude a conectarse con los votantes, establecer su marca y diferenciarse de sus oponentes.
Para empezar, un buen candidato debe conocer a su audiencia. Debe saber quiénes son los votantes clave en su distrito o estado y qué temas les preocupan. Una vez que sepa esto, puede crear un mensaje de campaña que resuene con ellos y que les haga sentir que su voz será escuchada y que su voto importa.
Además, un buen candidato debe ser visible y accesible. Esto significa que debe asistir a eventos comunitarios, realizar llamadas de cortesía y visitas a negocios y hogares, participar en debates y entrevistas, y tener una fuerte presencia en las redes sociales. Al hacerlo, el candidato puede conectarse con los votantes en un nivel personal y construir relaciones duraderas.
Otro aspecto importante del marketing político es la creatividad. Un buen candidato debe ser capaz de pensar fuera de la caja y crear mensajes y materiales de campaña que sean memorables y llamativos. Desde vallas publicitarias hasta folletos y anuncios en línea, todo debe ser diseñado para atraer la atención de los votantes y hacer que se sientan emocionalmente conectados con el candidato.
Finalmente, un buen candidato debe tener una estrategia de movilización de votantes sólida. No es suficiente simplemente llegar a los votantes; el candidato debe ser capaz de inspirarlos para que salgan y voten el día de las elecciones. Esto puede hacerse a través de campañas de voluntariado, programas de registro de votantes y mensajes de motivación y empoderamiento.
En resumen, un buen candidato debe aspirar a sumergirse el día de las elecciones en un caudal de votos. Para hacerlo, debe tener una estrategia sólida de marketing político que le permita conectarse con los votantes, establecer su marca y diferenciarse de sus oponentes. Al conocer a su audiencia, ser visible y accesible, ser creativo y tener una estrategia de movilización de votantes sólida, un buen candidato puede tener éxito en las elecciones y servir a su comunidad con orgullo y eficacia.
Columnistas
A mano armada – Las crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Este país se repite con insistencia machacona y patina en el mismo charco como las vacas empantanadas sin poder salir de él. Lo peor, empero, no es que se repita como en un tiovivo ,es que nos hemos ido acostumbrando a que todo pase y que al final no pase nada porque nos convencimos de la inutilidad de aprender de lo vivido.
Lo sucedido esta semana con el diario El Heraldo en Barranquilla, cuando hombres armados en carros protegidos ingresaron para exigir la publicación de un presunto comunicado de una de las dos bandas organizadas que se están dando bala y sembrando muerte en la capital del Atlántico, es un ejemplo innegable de lo que nos está pasando.
Esa ciudad que se había salvado de caer en el remolino del desorden total parece haberse precipitado, por culpa del esquema gringo de la polarización para el manejo de la noticia policial, en un hueco que semeja a Barranquilla con Haití y pone a pensar si la pujante y equilibrada ciudad ha terminado en manos de las bandas criminales organizadas.
Empero, la búsqueda de conseguir que El Heraldo publique las versiones que desde cada bando se dan, a más de indicar la importancia que tiene aún ese diario en la vida de los barranquilleros, plantea la duda sobre si lo que ha faltado es capacidad investigativa de la realidad para presentarla como noticia o si el periódico ha caído en la trampa de aceptar como verdad única a los boletines policiales.
Pero no habían transcurrido 24 horas del evento a mano armada, cuando el ELN, que se encuentra en un proceso de negociación con el gobierno Petro para llegar a una tal paz total, arremete con fuerza para presionar, también a mano armada, un direccionamiento de las conversaciones o una suspensión radical de ellas.
Matar a un grupo de soldados en el Catatumbo, quienes prestaban servicio militar, pone en calzas prietas al gobierno para poder explicar qué clase de soldados hacen la guerra y hasta donde se puede llegar, volando oleoductos o acribillando uniformados al tiempo ,en conversaciones de paz.