Columnistas
PAZ TOTAL PARA EL CENTRO DE MEDELLIN

Por: Luis Pérez Gutiérrez
El orden público en el país está al rojo vivo, deteriorado. Y en gran parte de las ciudades, peor, parecen infiernos urbanos. En las ciudades la gente perdió el derecho a vivir sin miedo. La impunidad es reina. La eficiencia de las autoridades para combatir la delincuencia está minada. Todas las encuestas de opinión muestran descrédito de las autoridades para combatir la ilegalidad. Ya no se denuncia un atraco o un delito, nada se castiga. Los gobernantes, más que autoridad, parecen comentaristas de delitos; no dan seguridad, solo la comentan. La mano del Estado se ha vuelto débil y discapacitada para ofrecer seguridad.
En particular, el Centro de Medellín se ha convertido en un infierno urbano. La agonía de la legalidad en el Centro da terror. Tristeza, porque como ningún otro espacio urbano de Medellín, el Centro es el más pujante en la economía y es el punto de encuentro más demandado por la ciudadanía. Y por eso debería cuidarse con esmero. Más de 1.5 millones de personas lo visitan diariamente. Es tan vital el Centro que allí se alojan más de 20.000 empresas y más de 200.000 estudiantes.
El Centro de Medellín, con todos sus atractivos y su dinamismo económico, se ha convertido en un espacio urbano donde la legalidad descansa en paz. Allá nadie manda; el Centro es tierra de nadie. Las autoridades se ven agallinadas ante el delito y la ilegalidad. Los ciudadanos y empresarios parecen obedecer a paraautoridades, y no a la Autoridad legal. Ese imperio de la ilegalidad da escalofrío.
El espacio público del Centro está bajo propiedad de ilegales. Hay dueños de los semáforos, y los alquilan a venteros ambulantes. Cada semáforo tiene dueño y precio. Los semáforos de más congestión valen más; y se les alquila con la garantía que las autoridades no los molestarán. Hay dueños de calles que alquilan pedazos de espacio público, siempre con garantía que las autoridades no los molesten. Hay alquiler armas, que se devuelven después de cometer el delito. Allá se pagan extorsiones y vacunas a bandas organizadas. Y hay tanta impunidad, que los ilegales dan recibos numerados de las extorsiones.
Cada Ventero ambulante paga, y ese pago es el permiso para operar como Ventero, no importa si la Alcaldía está de acuerdo o no. Ventero que no pague no puede trabajar así tenga permiso oficial. Las bahías de los taxis tienen precio y dueños, los taxis que no pagan deben seguir derecho. Tiene más valor el permiso de uso de espacio público de una banda ilegal que el permiso oficial de la alcaldía.
Prostitutas y trabajadores sexuales pagan por metro cuadrado de espacio público utilizado para promocionarse y encontrar su amor callejero. La explotación sexual a niñas menores entre 13 y 16 años es escandalosa, es incontable. La venta y consumo de droga es desenfrenada; con plena libertad, operan más de 200 expendios de vicio. En el bello Parque Botero y en el parque Berrío atracan a ojos vistos.
Las bandas más grandes dirigen a control remoto los delitos y la ilegalidad en el Centro. Y a la delincuencia común no la controlan ni las autoridades ni las bandas organizadas. Hacen y deshacen contra los ciudadanos en el Parque Berrio, en el Parque Botero y en los lugares de aglomeración. La delincuencia común le teme a las “Convivir”; pero no le temen a la policía. La delincuencia común NO atraca en zonas donde hay control de las grandes bandas, pero sin vergüenza ni miedo, SI atracan en zonas con presencia de las autoridades.
El Centro es una autopista de dineros ilegales. El dinero no duerme en el Centro. Los prestamistas del Gota a Gota al 20% se quedan con el dinero del informal que se mata trabajando. El menudeo del contrabando tiene detrás a poderosos carteles.
Tiene el Centro sus espeluznantes Casas de Terror. Según la Corporación C3, a las Casas del Terror llevan a quienes no pagan vacunas o no pagan el uso del espacio público o a quienes tienen deudas pendientes con particulares. Allí los torturan, los ajustician, hasta que cedan o mueran. ¡Espeluznante!
Hay zonas del Centro donde no roban, no atracan, hay paz aparente. La razón es muy sencilla: son zonas vigiladas por bandas ilegales, o “convivir”, que garantizan “paz total” en ausencia de autoridad legal. Las “Convivir” del Centro nunca pasaron por ningún proceso de paz. Ahí están. Como en Colombia la seguridad se mide por homicidios, y no por la seguridad del ciudadano, pareciera que el Centro está bien.
El Centro de Medellín necesita un proceso de paz. El Centro de Medellín está en manos de nadie. Ahora que la Presidencia ha propuesto un proceso de paz total, que bueno que el gobierno sea capaz de recuperar la legalidad y la institucionalidad en el Centro. A todos los actores que controlan ilegalmente ese infierno urbano, sentarlos y lograr la legalidad para que recuperemos el derecho a visitar sin miedo el Centro de la ciudad. Al parecer, el Alcalde NO manda en el Centro; el Centro no tiene Alcalde.
El Centro es un bello lugar de alto riesgo. Es una odisea salir victorioso de una visita al Centro. Todo ciudadano que visita el Centro de Medellín está lleno de miedo. El espacio público, es una escuela, forma y enseña al ciudadano. Qué mala formación le da el Centro de la ciudad a sus visitantes.
Aldrin Garcia Balvin
Caudal de votos: La clave del éxito para cualquier candidato político

Por: Aldrin García Balvin
La política es una carrera llena de desafíos y oportunidades para aquellos que buscan liderar y representar a su comunidad. En una elección, el objetivo principal de cualquier candidato es ganar la confianza y el apoyo de los votantes. Pero ¿cómo puede un candidato asegurarse de que los votantes se sumerjan en un caudal de votos para él o ella? La respuesta radica en la estrategia de marketing político.
En el mundo de la política, el marketing es esencial para llegar a los votantes y persuadirlos de que un candidato es la mejor opción para el puesto. Un buen candidato debe tener una estrategia sólida de marketing político que lo ayude a conectarse con los votantes, establecer su marca y diferenciarse de sus oponentes.
Para empezar, un buen candidato debe conocer a su audiencia. Debe saber quiénes son los votantes clave en su distrito o estado y qué temas les preocupan. Una vez que sepa esto, puede crear un mensaje de campaña que resuene con ellos y que les haga sentir que su voz será escuchada y que su voto importa.
Además, un buen candidato debe ser visible y accesible. Esto significa que debe asistir a eventos comunitarios, realizar llamadas de cortesía y visitas a negocios y hogares, participar en debates y entrevistas, y tener una fuerte presencia en las redes sociales. Al hacerlo, el candidato puede conectarse con los votantes en un nivel personal y construir relaciones duraderas.
Otro aspecto importante del marketing político es la creatividad. Un buen candidato debe ser capaz de pensar fuera de la caja y crear mensajes y materiales de campaña que sean memorables y llamativos. Desde vallas publicitarias hasta folletos y anuncios en línea, todo debe ser diseñado para atraer la atención de los votantes y hacer que se sientan emocionalmente conectados con el candidato.
Finalmente, un buen candidato debe tener una estrategia de movilización de votantes sólida. No es suficiente simplemente llegar a los votantes; el candidato debe ser capaz de inspirarlos para que salgan y voten el día de las elecciones. Esto puede hacerse a través de campañas de voluntariado, programas de registro de votantes y mensajes de motivación y empoderamiento.
En resumen, un buen candidato debe aspirar a sumergirse el día de las elecciones en un caudal de votos. Para hacerlo, debe tener una estrategia sólida de marketing político que le permita conectarse con los votantes, establecer su marca y diferenciarse de sus oponentes. Al conocer a su audiencia, ser visible y accesible, ser creativo y tener una estrategia de movilización de votantes sólida, un buen candidato puede tener éxito en las elecciones y servir a su comunidad con orgullo y eficacia.
Columnistas
A mano armada – Las crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Este país se repite con insistencia machacona y patina en el mismo charco como las vacas empantanadas sin poder salir de él. Lo peor, empero, no es que se repita como en un tiovivo ,es que nos hemos ido acostumbrando a que todo pase y que al final no pase nada porque nos convencimos de la inutilidad de aprender de lo vivido.
Lo sucedido esta semana con el diario El Heraldo en Barranquilla, cuando hombres armados en carros protegidos ingresaron para exigir la publicación de un presunto comunicado de una de las dos bandas organizadas que se están dando bala y sembrando muerte en la capital del Atlántico, es un ejemplo innegable de lo que nos está pasando.
Esa ciudad que se había salvado de caer en el remolino del desorden total parece haberse precipitado, por culpa del esquema gringo de la polarización para el manejo de la noticia policial, en un hueco que semeja a Barranquilla con Haití y pone a pensar si la pujante y equilibrada ciudad ha terminado en manos de las bandas criminales organizadas.
Empero, la búsqueda de conseguir que El Heraldo publique las versiones que desde cada bando se dan, a más de indicar la importancia que tiene aún ese diario en la vida de los barranquilleros, plantea la duda sobre si lo que ha faltado es capacidad investigativa de la realidad para presentarla como noticia o si el periódico ha caído en la trampa de aceptar como verdad única a los boletines policiales.
Pero no habían transcurrido 24 horas del evento a mano armada, cuando el ELN, que se encuentra en un proceso de negociación con el gobierno Petro para llegar a una tal paz total, arremete con fuerza para presionar, también a mano armada, un direccionamiento de las conversaciones o una suspensión radical de ellas.
Matar a un grupo de soldados en el Catatumbo, quienes prestaban servicio militar, pone en calzas prietas al gobierno para poder explicar qué clase de soldados hacen la guerra y hasta donde se puede llegar, volando oleoductos o acribillando uniformados al tiempo ,en conversaciones de paz.