Palabras del Presidente Gustavo Petro en la presentación de recomendaciones del Consejo Nacional de Planeación al Plan Nacional de Desarrollo

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Presentación de recomendaciones del Consejo Nacional de Planeación al Plan Nacional de Desarrollo

Laura Sarabia, Jefe de Despacho Presidencial aquí presente.

Al Director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), Jorge Iván González Borrero. Borrero es de los antioqueños.

Presidenta del Consejo Nacional de Planeación (Hada Marleng Alfonso Piñeros).

Consejera del Sector Educativo, Amanda Vargas Prieto.

Gobernador de Córdoba, Orlando David Benítez Mora.

Alcaldes que nos acompañan. Alcalde de Arauquita, Etelivar Torres Vargas; Alcalde de Turbaco, Bolívar, Guillermo Enrique Torres Cuéter. Mi padrino se llamaba Cuéter; estamos emparentados acá. El mío es coronel del Ejército de los Estados Unidos, así que…

Alcalde de Ipiales, Nariño, Luis Fernando Villota Méndez.

Integrantes en general del Consejo Nacional de Planeación.

Funcionarios del Departamento Nacional de Planeación:

***

Bueno, este proceso yo lo he vivido más como parlamentario y ahora lo comienzo a vivir como Presidente. Pero como parlamentario, pues de veinte años, pues muchos de estos procesos pasaron, casi todos los presidentes. El único del que no tuve noticias fue el de (Ernesto) Samper.

Discusiones que siempre están. Yo siempre planteaba una, porque siempre el Plan de Desarrollo son todos esos volúmenes que nadie lee, que quedan por ahí en todas estas oficinas.

Y el Plan Plurianual, mi discusión era que la ley era exclusivamente el Plan Plurianual. Eso nunca fue así.

Entonces, los libros se convierten en ley, y al ser tan profusos los volúmenes, son leyes, digamos, difíciles de aplicar. Utilizables a veces para otros objetivos que no son propiamente los de un Plan.

Algunos se han caído por esa razón, el de (Andrés) Pastrana, creo. No recuerdo bien.

Que bajo el concepto de Juan Camilo Restrepo a estas leyes se les llamaba leyes. ¿Cómo era que les decían? Las leyes micro o las leyes buses. Porque podían llevar tantos pasajeros; entonces uno se ahorraba el trabajo de presentar proyectos de ley específicos y utilizaba el Plan. Etcétera.

El Consejo Nacional de Planeación, creado por la Constitución, con la intención, con el espíritu que el Plan no fuese una labor de técnicos o de políticos del Congreso –de técnicos del gobierno y de políticos del Congreso–, sino que fuese más la expresión del deseo de una sociedad, diverso obviamente; de sus regiones, de la diversidad cultural, económica que existe.

Y entonces este organismo la Constitución lo creó para ese fin.

Como solo rinde un concepto que no es vinculante, en la práctica, a la fecha, pues esto se ha vuelto como un reto. Pero que los gobiernos generalmente no toman en cuenta.

Y esa misma realidad en el tiempo ha llevado a que él mismo Consejo, en cierta forma entendiendo el mensaje, no se haya desarrollado como debía haberse desarrollado desde que se firmó la Constitución.

Porque el Consejo Nacional de Planeación debería tener la infraestructura suficiente, a estas alturas ya del tiempo. Se podía pensar que al principio no era tan fácil, pero ahora debería ser una gran entidad de la sociedad colombiana, capaz de perfeccionar las propuestas, de lograr que las propuestas de la sociedad se plasmen en las leyes, en la Ley de Planeación; de lograr mirar qué pasa con el Plan en los meses y años después que se aprueba.

Y eso implica, pues, un aparato, un aparato y una capacidad que nunca tuvo.

Entonces uno de los temas que deberíamos plantear es si vale la pena un ejercicio de planeación en Colombia.

Este es un tema político. Porque cuando aparece la función de planeación en nuestra institucionalidad, yo no me acuerdo qué fecha fue eso, quizás 68, tenía que ver con una estructura ideológica de las capas que dirigían a Latinoamérica, que planteaban la planificación como un eje central del Estado.

Obviamente eso tenía que ver con los tiempos que se vivían, porque el mundo se dividía en dos grandes concepciones. Una que presuponía que el mercado podía asignar eficazmente los recursos –esa era la teoría y obviamente tenía sus espacios geográficos y políticos de acción–, y otra, en ese momento vigente, que decía que el estado debería planificar el desarrollo.

Entre la dialéctica del mercado y Estado no parecía que cabía la sociedad, la gente.

Ni las sociedades de planificación realmente pudieron, no desarrollaron un mecanismo de entregarle el Estado a la población. Y muchísimo menos las sociedades de mercado, donde los capitales privados más poderosos comenzaron a diseñar y dibujar el mundo que hoy tenemos.

Entonces el esfuerzo latinoamericano de planificación quedo ahí en mitad del camino y con el triunfo, a partir de los ochenta, de la visión mercantil, de la asignación de los recursos, de la eficiencia mercantil, cuya teoría se remontaba al ras, la planificación fue cayendo, degradándose.

Degradándose a tal punto que algo que había cuidado el Estado colombiano, y es que en los escenarios institucionales de la planificación gubernamental no hubiese corrupción, sino tecnocracia, más bien, los últimos casos que se ha desatado, nos muestran que allí se construyó un fuerte espacio de corrupción de los recursos públicos.

Y es la degradación más grande que una institución de planificación pueda tener. Porque si lo que va a planificar está planificando es el robo, pues qué puede esperar la sociedad.

Una labor de planificación salió de los marcos ideológicos sean mercantiles, sean de socialismo de Estado, y pasó a la planificación del crimen. Muy correlacionado con lo que está sucediendo con la política y el Estado colombiano y su sociedad.

Y, entonces, obviamente, no íbamos a tener un Consejo Nacional de Planeación poderoso, el espíritu de la Constitución no se desarrolló. Y la capacidad de planificación del Estado se deterioró profundamente.

En temas concretos, aquí a uno le da hasta pena ver cómo, aun teniendo recursos, porque es un Estado que cuenta con algunos instrumentos financieros, etcétera, es impotente para resolver los principales los problemas de la sociedad.

Eso lo descubrí una vez en la Alcaldía de Bogotá cuando quise hacer el alcantarillado de una calle.

Yo había tenido la experiencia, de joven, que hice un barrio con la comunidad. Primero nos tomamos los terrenos y en 15 días la comunidad hizo un alcantarillado sin un peso de ayuda; pobre, pero cómo estaban los rusos –ya no puedo pronunciar esa palabra– en el barrio y sabían hacer alcantarillados –toda la vida se la habían pasado en eso–, no fue si no reunir un comité de albañiles, y bueno hicimos el alcantarillado en 15 días.

Y hoy –eso pasó hace poco tiempo 17 y 23, son 40 años– Y, hoy, ese mismo alcantarillado está sirviendo allá en ese barrio de Zipaquirá.

Y, entonces, cuando llegué a la Alcaldía de Bogotá con cipote presupuesto que aquí manejaban algunos de los presentes. Y entonces fui hacer el alcantarillado de una calle y ijo no, pues, si eso es así…

La gran empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, con más de un siglo de existencia, no sabe hacer un alcantarillado de una calle.

Tiene que hacer es un proceso licitatorio con todas las vainas y tal, para ver qué empresa hace el alcantarillado de la calle. Entonces, para qué tenemos esa empresa, si no sale a hacer un alcantarillado.

Y tiene que ver con una concepción ideológica, digamos. Son grandes cascarones que perdieron su potencia –porque sí la tuvieron, indudablemente–, pero terminaron siendo espacios de contratación privada y por tanto pues, dependiendo, pero de corrupción, como se demostró en el famoso cartel de la contratación de Bogotá.

Entonces, espacios de la corrupción, o sea espacios de cómo se transfiere la renta pública a manos privadas de la manera más rápida y grande posible, sin que la sociedad se beneficie.

El caso ya nacionalmente pues es peor, mucho más complejo. Hay más de 40 entidades aquí; muchas no las conocía, nunca había oído hablar de ellas. Ni en 20 años de parlamento había escuchado el nombre de esas entidades, fondos por allá, no sé qué, que la Ley ha construido, indudablemente, pero que son absolutamente opacas en su accionar para la sociedad toda, incluido el mismo gobierno, que ya le ha perdido la pista. Muchas de esas entidades creadas a veces sin mayor sentido.

El salir de ahí, que es de lo que se trata, y pasar hacia un Estado operante que allí ayude a construir beneficio social, es un poco nuestro reto en el poco tiempo que tenemos. Es un reto por el cual nos medirán, y entonces este Plan tiene que ver con eso.

Nos hemos puesto, por el voto popular –yo ahí tengo mi inquietud–, por el voto popular que es mandatario, mandante –por eso uno se llama mandatario, que es el voto mandante, ordena–, pues hay un programa.

Y ese es un primer documento que indudablemente tiene legitimidad, porque lo respaldan los 11 millones y pico de personas que votaron.

Ese documento es base, estamos hablando aquí de las bases, pues es una de las bases del Plan de Desarrollo necesariamente.

¿Cómo se conjuga el trabajo que se está desarrollando ya a estas alturas respecto a ese mandato?, ese es un tema que obviamente es de nuestra responsabilidad discutir, porque el papel del Presidente, que es el funcionario elegido, es el de que ese mandato se vuelva realidad.

Ahí podríamos hablar mucho de ese tema, pero dada la ritualidad de esta reunión, pues es un tema digamos que tenemos que explorar bien. El mandato y el Plan, la correlación, la estrategia que se propuso para construir una Potencia Mundial de la Vida.

La palabra vida, obviamente, no es solo por poesía o por retórica. La palabra vida tiene que ver con que hoy se imponen dos grandes lógicas: la lógica mercantil y la lógica de la vida.

No van de la mano, van en contravía. Y van en contravía en un tema específico, pero, digamos, yo diría fundamentador: la crisis climática.

Oiga Petro ¿y usted dónde demuestra que la lógica del marcado va en contra de la lógica de la vida? Pues en la crisis climática. Porque ni más ni menos la crisis climática tiene el potencial en el corto plazo medido en tiempos de la historia de la humanidad, de acabar con la humanidad, de extinguirla.

Entonces no es solo la vida de la humanidad. Se han inventado una nueva palabra que se llama el ‘omnicidio’. Omni, que viene de ‘todo’, y ‘cidio’, que tiene que ver, de ahí sale la palabra homicidio, o sea la muerte. La muerte de todo lo viviente, omnicidio, causado por nosotros mismos.

Pero no por nosotros mismos de la misma manera. Por unos más que por otros.

El ‘omnicidio’ es la consecuencia de la crisis climática si no hacemos nada y la crisis climática es la conciencia del libre mercado asignador de recursos. Es decir, de la teoría de Walras. Obviamente Walras no se imaginaba que todo eso podía ser.

El cálculo diferencial, la función cuando tiene exponentes, en general lleva al infinito. Entonces los economistas se creen el cuento –es como la cueva de Platón, ¿se acuerdan de la metáfora?– y entonces se proyectan las sombras y se cree que las sombras son la realidad, y apenas son sombras proyectadas en la famosa cueva de Platón.

Pues los economistas proyectan las sombras de sus matemáticas y se creen el cuento. Que entonces puede haber un crecimiento infinito y que el progreso no es más sino la función Cobb-Douglas llevada al infinito.

Y eso es una mentira.

Y entonces la realidad de la crisis climática es el aterrizaje forzoso de los economistas dominantes a la realidad.

El mercado actuando libremente no lleva a la maximización del bienestar –Teorema del Bienestar General–, sino a la extinción de la humanidad.

No se han sacado las consecuencias teóricas de eso, ni políticas. Pero estos cambios políticos que las poblaciones vienen en América Latina reflejando, tienen que ver ya con el comienzo de la expresión en la sociedad de estas luchas, porque esto no es matemáticas; son luchas políticas y sociales que empiezan a presentarse.

Entonces, si el mercado no es el asignador eficiente de los recursos, vale la pena planificar.

Mi tesis, mi posición, es que sí.

¿Y quién es el que tiene el derecho legítimo de planificar? ¿El tecnócrata, que cree que es puro cuando solo expresa una ideología, una de las tantas. Las ideologías, las ideologías siempre son las sombras de Platón; siempre son falseamientos de la realidad en contra de la ciencia.

O el político, el que se hace elegir al Congreso, que a su favor siempre presenta la creencia de los votos ciudadanos. ¿Cómo los consiguió? No se pregunta.

¿O quién?

Y la respuesta es que es la sociedad la que debe planificar ¿Cómo?

Bueno, entonces comienzan las discusiones concretas.

La Constitución relativamente lo previó con el Consejo Nacional de Planeación. Pero se quedó corto, porque solo sabemos en la práctica; el efecto final es que la sociedad no está planificando.

Nosotros dimos unos pasos. Son balbuceantes. Más o menos 250.000 personas se reunieron para discutir entre ellos su territorio. Ese es otro segundo documento base que todavía no está ¿o sí?, que es la propuesta de la gente…

Que yo sí creo que el Consejo Nacional de Planeación debió ser el rector de todo ese proceso, porque es abrirle a la sociedad el poder de planificar.

Claro, nosotros lo podemos quitar de un plumazo, porque entonces todo eso no lo tenemos en cuenta y ya.

Entonces les decimos a los técnicos de Planeación, no, esto era para mover la gente, pero ahora hagan el plan y allá le quitamos el poder a la gente, tan fácilmente, en una concepción democrática que es la que yo me precio de defender: el poder lo debe tener la gente.

Entonces ese documento, ese proceso digamos de síntesis que también tiene sus bemoles de la participación de cerca de 250.000 personas en todo el país, pensando y discutiendo su territorio desde intereses diversos, tiene mucho que decir de la construcción del Plan Nacional de Desarrollo.

Y ese tema, incluso podría ir –hay que mirarlo– en contravía del mandato popular de las elecciones, programático.

Está el tercero, que es el que la Constitución les generó a ustedes, que es este libro. Que vamos a leer, pues hasta ahora nos lo entregan.

Esta reunión debería tener un primer episodio, que no debería ser la entrega del libro, sino la discusión del libro, entre Planeación y ustedes, porque si no para qué.

Bueno y que aquí ¿qué? ¿Cómo es?

Bueno, lo abro al azar, pero seguro que hay temas en donde no estamos de acuerdo, o temas que hay que profundizar más.

¿Y entonces cómo es?

Debe haber un diálogo entre el Consejo Nacional de Planeación y las 250.000 personas de los Diálogos Regionales, y un diálogo del Consejo Nacional de Planeación y el Departamento Nacional de Planeación, que es nuestra representación gubernamental para el tema.

Después viene la otra discusión, que es el Congreso de la República. Porque al final, la democracia representativa, tradicional, clásica, y liberal, le da el poder al Congreso de modificar, de acuerdo a unos protocolos, el Plan Nacional de Desarrollo. La palanca de mando sí la mantiene el gobierno, siempre.

Y salen los libros, y pueden quedar en los anaqueles, y entonces todo el período de gobierno, que incluye un pedacito del que sigue, como nosotros ahora, que estamos todavía en el plan de Duque, hasta que no sé apruebe este. Eso está mal calibrado en mi opinión.

No está bien que un gobernante elegido con un mandato se pase año y pico tratando de aplicar el plan que ya el mandato popular no legitimó.

Entonces que no significa que sea contrario, no, pero me parece que esas normas deberían reformarse un tanto ya para el futuro, como las del Consejo Nacional de Planeación deberían reformarse también para el futuro.

No las gozaremos nosotros, pero la experiencia amerita que la Ley Orgánica de Planeación sea reformada, en función de fortalecer la planificación y de lograr que la sociedad planifique, como objetivos institucionales derivados ya de esta experiencia de la Constitución del 91.

Bueno, nosotros vamos a leernos las bases, porque no voy a predeterminar nada sin leerlo.

Voy a leerme el libro, ya los tiempos se van agotando; cuando salga la cartilla de los Diálogos Regionales, pues también la leeremos. Y aquí tenemos que hacer una reunión, Consejo de Ministros, etcétera, para acoplar todo. Para ya entrar directamente al Congreso de la República, con el Proyecto de Ley respectivo; y entonces tendremos más oportunidad de dialogar, etcétera, de mirar aspectos concretos, y otros.

La estrategia para transformar este estado, en estos años, de un espacio de transacciones mercantiles, muchas veces oscuras, en un espacio de transformación de cambio. Ese es el reto.

Cómo movemos este paquidermo, de cuántos empleados hay aquí y contratistas; cómo lo movemos en función del beneficio social, de que la gente, por alguna u otra razón, en cualquier punto del país digan, -Oiga este estado me ayudó en algo, me resolvió un problema al menos, no me fregó más la vida-, que es lo que le pasa a la gente.

Entonces, fuera de los problemas que ya tenemos, entonces el gobierno termina es todavía aumentando más los problemas de la gente, en vez de aliviarlos; y eso es un poco el cambio, cómo aliviar a la gente sus problemas, y no complicarlos.

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