Palabras del Presidente Gustavo Petro en la apertura del XI Gabinete Binacional Ecuador-Colombia

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Excelentísimo Presidente de la República del Ecuador, Guillermo Laso Mendoza

Ministro de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana de la República del Ecuador, Juan Carlos Holguín Maldonado

Secretario de la Administración Pública y Jefe de Gabinete, Iván Correa

Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Colombia, Álvaro Leyva Durán

Jefe de Despacho Presidencial, Laura Camila Sarabia

La delegación del Gobierno de la República del Ecuador

Delegación del Gobierno de la República de Colombia

Altos Mandos de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional

Señores gobernadores, prefectos y alcaldes

Orquesta Sinfónica Infantil Juvenil del Cantón Guaranda, cuyo director es Lever Gallegos

Medios de comunicación aquí presentes.

Todas y todos:

***

A veces, cuando se dice en nuestros pueblos, uno cree que en realidad nosotros somos un solo pueblo con su misma historia, con su diversidad, obviamente.

Un pueblo que, a través de la historia se ha encontrado, se ha desencontrado, como toda historia produce, un solo pueblo que hace parte de esto que llamamos la América del Sur y América Latina, un mal nombre, porque hay una vertiente, una raíz latina, indudablemente. Venimos a ser en toda América latina los herederos, en términos de números de población más grandes de ese mundo latino que era el Imperio Romano, pero no es nuestra única raíz.

Tenemos otra raíz anterior, incluso a ellos mismos. La raíz ancestral, la de los pueblos ancestrales que están en toda nuestra Cordillera de los Andes, en toda nuestra América.

Y tenemos una raíz allá en África también. Quizás en uno de los eventos más desgraciados de la historia de la humanidad, cuando decidieron convertir la fuerza de trabajo en una fuerza esclava, y traerla de manera forzada de un continente a otro sin que se conocieran.

Y así nos fuimos configurando como ese pueblo diverso, multicultural, multiétnico, pero al final yo creo que un solo pueblo, el que hemos querido que se convierte alguna vez en una realidad futura en términos de lo que hoy llamamos un poco técnicamente la integración.

Integrarnos. Integrarnos alrededor de nuestros problemas básicos, casi los mismos, a través de proyectos concretos que dejen la palabra integración no solamente en la retórica, sino en la realidad misma, y que vaya juntando, como en Europa, esa diversidad en una sola comunidad política, que pueda tener una voz que sea respetada en el planeta, en el universo.

Proyectos concretos que hemos discutido en diversas instancias internacionales en las que nos hemos encontrado –bastantes, la verdad sea dicha–, hay un esfuerzo, indudablemente, de encuentro de la humanidad por unas razones específicas.

Cada vez se quiere encontrar más la humanidad, porque los problemas que está afrontando la humanidad hoy no son cualquier problema.

La humanidad hoy, quizás como nunca lo supo antes, como nunca lo experimentó antes, está viviendo el comienzo de los tiempos de la extinción, si le hacemos caso a la ciencia.

No es una religión aquí o una religión allá, o una ideología aquí u otra allá, la que está hablando de la extinción humana. Es la ciencia, ni más ni menos.

Y quienes somos progresistas siempre hemos alineado nuestro pensamiento político y nuestro accionar a la ciencia.

La ciencia hoy nos dice que estamos atravesando una crisis fundamental.

La policrisis

En Davos, donde estuvimos, en el frío y bajo la nieve, en una aldea suiza, donde se reúnen los más ricos del mundo –después me puse a analizar qué hablaban de esa reunión–, pues había una atmósfera, un ambiente, dicen diferente a ese ambiente triunfador que, hace unas décadas en ese sitio, y por estas mismas épocas se construía.

Ya no había ese ambiente de ínfulas, de soberbias, de triunfo arrasador. Había una enorme preocupación y la concentraron en una palabra nueva: La policrisis.

Se volverá famosa, porque cuando los ricos del club de Davos inventan palabras, se vuelven parte del lenguaje mundial.

Policrisis pues es la manera de ellos de entender que estamos ante una crisis fundamental, que puede quitarnos de la faz de este planeta.

Esa crisis se llama la crisis climática. Esa crisis climática la produjo un sistema económico desde la Revolución Industrial hasta la fecha. Y terminó por un crecimiento de la codicia de ganancias de materias primas, por tanto; de producción, porque las ganancias nacen de la producción; de la máquina que había que utilizar para que la fuerza de trabajo fuese más productiva y, por tanto, más y más ganancias.

Ese sistema, al cabo de unos siglos, ha terminado presentando, indudablemente, avances desde el punto de vista tecnológico, avances desde el punto de vista de las necesidades suplidas de los pueblos en muchas partes, riqueza.

Como ninguna generación ha consumido en la historia humana, no hay una que haya consumido tanto como nosotros.

Pero también un balance que la ciencia ha detectado y que puede ser el final. Ese balance es un cambio químico en la atmósfera. El cambio químico en la atmósfera, ampliado, cada vez mayor representa unos gases que nos calientan, un cambio del clima, un cambio del estado de las aguas, a escala planetaria, que puede conducir, según la ciencia, a un cambio en las cadenas de la vida de tal magnitud que podríamos dejar de existir.

Lo que vivimos todos y todas aquí en la pandemia es quizás el primer campanazo.

Y lo vivimos, y lo sentimos como humanidad. Una experiencia de la cual hay que sacar conclusiones, evaluaciones y cambios.

Entre esos cambios, qué papel podría jugar América Latina, y cuál Colombia y Ecuador. Cómo inscribir nuestro relacionamiento en esta nueva realidad crítica.

De la crisis hay que salir como humanidad. No creo que realmente el resultado final es, como en la película, no miremos arriba y no hagamos los cambios que hay que dar, que son cambios fundamentales, porque la crisis es fundamental.

Ha resultado que América del Sur es la región del planeta, que más posibilidades tiene en toda la tierra de generar energías limpias.

Ha resultado que, tecnológicamente, la superación de la crisis climática tiene como primer elemento superar la era del consumo del carbón y del petróleo.

Ha resultado entonces que la economía que más se emite, a partir de sus grandes consumos de carbón y de petróleo, gases de efecto invernadero, está al norte de nosotros, en la misma América: los Estados Unidos.

Y ha resultado que, en la misma América está la esponja más grande que absorbe ese mismo gas efecto invernadero, que es la Selva Amazónica en primer lugar.

Y Colombia y Ecuador tienen responsabilidad territorial en la selva Amazónica. He aquí un punto de convergencia.

No solo nosotros. Venezuela, Perú, Brasil obviamente, la Guayana francesa, la Guyana, pero si nos juntamos, tenemos una voz ante el mundo, porque ni más ni menos somos los responsables quizás del tercer pilar climático que podría permitir que la humanidad siga en este planeta.

Esa voz tiene que juntarse para que sea poderosa. Es una carta que yo no llamaría de negociación, porque la existencia humana no se puede negociar, pero sí es una carta de inmenso poder geopolítico, que yo creo que debemos desplegar.

Cómo es que el tercer pilar climático del planeta se puede cuidar, revitalizar. Voltear las tendencias que lo llevan hacia la destrucción, hacia un aporte a la vida y a la existencia humana.

Ese es un tema que me parece crucial de estas conversaciones que se vienen adelantando, indudablemente, que se han hablado con presidentes con responsabilidad territorial en la Selva Amazónica; que tiene un escenario de conferencias, de expertos, y de presidentes, ojalá en Leticia, Colombia, en los próximos meses.

Un eje de la geopolítica mundial

Pero lo que yo quiero llamar aquí la atención, es que aquí dos países, que quizás desde Alemania o desde Suecia pudieran considerar irrelevantes, marginales, podríamos es construir uno de los grandes ejes de la geopolítica mundial, si miramos la política a través del principal problema de la humanidad, que es la crisis climática.

El Presidente Lasso me ha expresado un proceso que es similar, que tiene que ver con una porción del océano. El océano es el segundo pilar climático del mundo. El primero es dejar de consumir petróleo y carbón, pero por los intereses económicos poderosísimos, al que menos atención se le presta.

Cuidar un pedazo del océano conjunto en donde están nuestras islas –Galápagos, Gorgona, Malpelo y otras, hasta llegar a Panamá– es una de las propuestas que también se hacen en función de la vida, en función de que esta existencia humana no desaparezca del planeta.

Por tanto, hacia la selva, hacia el océano, claro que tenemos cosas que decir, claro que tenemos cosas que acordar, y claro que la humanidad tiene cosas que hablar con nosotros, para poder, precisamente, plantear una estrategia común, que yo denominó de poder, pero que no es del poder de la codicia, sino el poder de la vida.

Estos son las cosas comunes que pueden hacer que un proceso de integración pueda ser efectivo. No solamente con temas de la naturaleza, también con temas tecnológicos.

Una OPEP del litio

Escuchaba ahí, sin que me vieran mucho, como Argentina, Chile, Bolivia, que en conjunto tienen las dos terceras partes del litio del mundo –que es un mineral esencial para las nuevas pilas, que tienen que ver con la energía eléctrica, móvil– hablaban de construir una OPEP del litio.

Inteligentes. Pensando en sus intereses, obviamente.

Pero es que no solamente tenemos litio; tenemos agua por montón, agua dulce por montón. Tenemos otros minerales que son esenciales para las nuevas tecnologías de las energías limpias, comenzando por el litio.

Tenemos sol como casi ningún otro lugar del planeta, si es que por aquí pasa la línea ecuatorial, y de ese nombre es que este país escogió el propio.

Y la línea ecuatorial refleja las zonas de mayor radiación de sol del planeta en un año. Y tenemos vientos, y tenemos entonces aguas.

Aguas, sol y vientos resultan ser los materiales, las materias primas de la energía limpia con la que la humanidad puede superar su policrisis, para hablar en términos de Davos, su crisis fundamental que es la crisis climática.

Y, si tenemos eso, entonces no tenemos una posibilidad de industrialización. En vez de vender como antaño el oro hace cinco siglos, y aún seguimos en lo mismo; ni siquiera lo vendíamos, no lo quitaban. En vez ahora de vender petróleos y carbones y gases en bruto, esta nueva realidad de una nueva energía para una nueva fase de la humanidad ¿no nos da la oportunidad, en lugar de venderlos en bruto, de industrializarlos?

Y para eso ¿no deberíamos juntarnos?, ¿cómo hacer las turbinas?, ¿cómo hacer las pilas?, ¿cómo hacer los gigantes de los molinos de la energía eólica?, ¿cómo hacer los paneles solares?, ¿cómo hacer los carros eléctricos?, ¿cómo hacer, entonces, la nueva movilidad cero carbono?, ¿cómo la industria y la agricultura pueden ser cero carbono en un mundo incluso indígena?

Porque yo creo que los indígenas nos entenderían muy bien qué es esto de retornar a una alianza con el sol y con el viento y con el agua.

Un troncal de energía limpia de Alaska a La Patagonia

Y finalizo, Presidente, porque me alargo mucho –yo tengo esa tendencia–, pensando precisamente en cómo en nuestras Américas, las tres Américas, allá en el Norte, precisamente por la riqueza acumulada, y quizás las codicias acumuladas también, hay una inmensa necesidad, en medio de la crisis fundamental, de energías limpias.

No son capaces de tener el ritmo adecuado para salvar la vida de la especie humana, de transitar de sus energías fósiles, que fueron el centro de su poder, a las energías limpias que hoy son el centro de la vida.

Esos tiempos que se podrían medir y que las fuerzas progresistas de los Estados Unidos tienden a acelerar, pero la fuerza retardataria tiende a –como su nombre lo dice–, retardar, son los tiempos de la existencia humana en definición.

En la CELAC decíamos: bueno, y si estas potencialidades de América del Sur en torno a energías limpias, conectadas a unas redes de energía eléctrica desde La Patagonia hasta Alaska, no podrían ayudar a acelerar los tiempos de la transición a una economía descarbonizada de los Estados Unidos, que es fundamental para salvar la especie humana.

Una parte de la sociedad norteamericana y de su gobierno sabe que de ellos depende que nosotros sigamos vivos, y nuestros hijos y nuestros nietos y los de ellos y los de nosotros y los de la especie.

Ellos saben que tienen que acelerar el paso, pero no tienen de dónde. Sus propios poderes se lo impiden. ¿Nosotros acaso no tenemos una respuesta?

Si nos juntamos.

Una sola troncal de energía eléctrica desde La Patagonia hasta la frontera de México con Estados Unidos, les llevaría una energía limpia, que ellos necesitan, que la vida humana exige y que nosotros podemos intercambiar, porque tenemos la región con el mayor potencial de energía limpias del mundo.

Las Américas se pueden encontrar después de tanto pleito. Y las Américas se pueden encontrar en torno a la vida.

Y Colombia y Ecuador podemos ser un eje fundamental en esa nueva realidad del planeta, de la geopolítica, pero finalmente de la vida y de la existencia humana. Temas a los que les propongo conversar en estos gabinetes conjuntos y en nuestras relaciones bilaterales.

Gracias, Presidente Lasso.

Gracias pueblo ecuatoriano. Gracias pueblo colombiano que aquí se hace presente.

Y gracias a la vida, como decía la canción.

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