Palabras del Presidente Gustavo Petro en el IV Foro de la Unión Europea y la Fundación Euroamérica, Construyendo la Paz Total para todos los colombianos y las colombianas

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Foto: Cristian Garavito Cruz - Presidencia

Bogotá, 16 de marzo de 2023.

Señor Embajador, (jefe de la Delegación) de la Unión Europea, Gilles Bertrand.

Presidente de la Fundación Euroamérica, Ramón Jáuregui.

Embajadoras, embajadores y jefes de misiones diplomáticas acreditas aquí en Colombia.

Funcionarios del Gobierno Nacional.

Ponentes del Foro Construyendo la Paz Total para todos los colombianos y las colombianas.

Medios de comunicación presentes.

Y en general, a todas las personas que me acompañan aquí, en este evento, al cual había asistido antes, no me acuerdo en qué lugar del mundo, pero habíamos participado.

Indudablemente hay un encuentro –la palabra que voy a usar es controversial– entre Europa y América, hace unos siglos. Y entre España y nosotros en ese mismo momento.

Esa historia, digamos, siempre hay que reescribirla, escribirla e investigarla. Pero esa circunstancia histórica del encuentro entre los dos mundos, hoy puede ser una posibilidad.

Indudablemente, América Latina ha retrocedido en su gestión de liderazgo en el mundo, ha perdido poderíos económicos.

En el mundo a veces se habla de acuerdo a: ¿cuánto dinero tenés? Así es la fuerza de tu voz.

La marginalidad de América Latina, prácticamente, nos ha puesto, casi, en la cola de las prioridades en muchísimos de los procesos en donde se discute y se construye o se destruye el futuro de la humanidad.

Para poder volver a un escenario, en donde nuestra voz sea escuchada y atendida, indudablemente hay que pasar por un proceso de integración difícil, del que mucho se habla y del que poco se hace. Es más, una retórica. La retórica de la integración que una realidad.

No hay, sino que ver, lo que ha acontecido con la carretera que nos junta con Nariño, pero que, también, nos debería juntar con el resto de américa Latina. La única, porque la otra había estado bloqueada por decisiones políticas, la que parte hacía Venezuela.

Entonces, literalmente, entre el desastre natural y la decisión política, pues nos autobloqueamos en América del Sur.

Como si ese mundo que hay a nuestro sur no fuese nuestro. Como si no tuviese importancia.

No solamente América Latina se ha marginado, respecto a las decisiones del mundo, sino que, incluso, nosotros, en nuestros países, marginamos la realidad de la que hacemos parte.

Quizás, no es una prioridad América del Sur, para Brasil, por ejemplo, o para México, donde fuerzas centrífugas hacen perder importancia a la integración.

Cierto desarrollo económico diferenciado, balbuceante, pero diferenciado, que integra, por ejemplo, a México con la economía de los Estados Unidos, por razones obvias.

O a Brasil, intentado construir los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), como una alternativa a una dominación política mundial, pues tiene como efecto final el que la integración de América del Sur o de América Latina, pues deja de tener importancia.

Y yo creo que eso es un enorme error, porque entre más nos disolvamos, menos fuerza tenemos para incidir.

Ahora que se habla –y la semana entrante estaré en República Dominicana, en el evento que congrega el mundo iberoamericano, que es casi todo el mundo americano– habrá una oportunidad para evaluar circunstancias del mundo, nuestra debilidad relativa y los caminos a seguir.

El mundo de hoy, como decían en Davos (Suiza, en el Foro Económico Mundial) vive una policrisis. Yo siempre he creído que vive una crisis. Es la crisis climática, que tiene una serie de efectos y es un tema a afrontar.

No podemos hacer mutis por el foro, porque, simplemente, la crisis climática puede acabar con la existencia de todos nuestros hijos y nietos si sigue como va. No es un fenómeno natural.

A veces, tenemos esa tendencia, precisamente, para no afrontar el problema, para evadirlo. Por una parte, negarse a la existencia de esa realidad, negarla, incluso, con tesis diferentes, tratando de aligerar las consecuencias que puede tener si se desata en todo su esplendor, entre comillas.

Y a veces, con una especie de religiosidad diferente, tratando de encontrar sus soluciones, en neutros caminos tecnológicos, como ponerle una vela a la tecnología, algo así, similar, esperando un milagro.

Como si la tecnología por si misma pudiera resolver el problema. Como si la tecnología tuviera un espíritu interno, como si no fueran simples cosas, llámense aparatos de comunicación o llámense mundo digital, etcétera –que es el tema de esta reunión–, sino que, como si tuviera un alma propia.

Y resulta que eso no es cierto. Resulta que es en el escenario de las decisiones humanas en donde se pueden encontrar los caminos de una solución o no.

Es en el escenario de la política, la política pensada con ‘P’ mayúscula en donde se encuentran las soluciones o se destruyen. Y de ahí la importancia de tener una voz que pasa por una integración.

Si uno se acerca a las conclusiones científicas sobre este tema, o a las sociológicas, se podría encontrar, no solamente la enorme gravedad del problema.

Es que pensar que la vida de los hijos va a ser peor que la nuestra, todo el paradigma del progreso occidental y europeo, porque allí fue donde se inventó esa concepción, se derrumba.

Cómo puede construirse una idea de progreso si lo que la ciencia nos está diciendo es que las condiciones de la vida humana serán peores en cuestión de una década o dos décadas. Es decir, en la vida de nuestros hijos que la nuestra misma.

Cuando todos nosotros nos criamos bajo la tesis que nuestros hijos iban a vivir mejor que nosotros y, por eso, luchábamos. Es al revés. Y ni se diga la de nuestros nietos.

Esa ruptura del paradigma del progreso, que es casi la ruptura de una concepción occidental o eurocentrista, exportada, sobre todo, a Estados Unidos, pero irradiada por todo el conjunto de la humanidad, la idea de progreso, pues, prácticamente, está muriendo ante nuestros ojos.

Y no es el único efecto que estamos viviendo. No es, solamente, el derrumbe de paradigmas de teoría económica.

Aquí en mi diario vivir, en mi vida cotidiana como Presidente nos reunimos, a veces, para ver números. Ahora que estamos analizando el tema pensional en Colombia, entonces los actuarios esos que llaman, los expertos en modelar el cambio de las edades, etcétera, y los impactos que tendía X o Y reforma pensional sacan una series de estadísticas 2070, 2080.

Y yo tenía un informe estudio científico, por ejemplo, que dice que si no hacemos nada en el 2070 Colombia sería inhabitable, solo podría haber unas condiciones climáticas en las cordilleras, aquí donde estamos. Pero con un agravante, los páramos pierden su capacidad de captar el agua de las nubes. Es decir, de darnos el agua y toda el agua que tenemos en Colombia sale de eso.

Claro, decir eso suena apocalíptico, pero son las modelaciones del mundo científico alrededor del tema de la crisis climática.

Ellos hablan de un flujo migratorio que podría alcanzar 3 mil millones de habitantes de la tierra yendo al norte.

¿Por qué al norte? Porque también la crisis climática, en las primeras de cambio, en 30 años, 40 años, deshiela, descubre tierras antaño fértiles y genera agua. Y la humanidad, desde que nació, va siempre hacia el agua por obvias razones. Claro, eso puesto en la política de hoy, en lo que ahora llaman la geopolítica.

Esto que suena un poco extraño en las deliberaciones colombianas, pero que es la discusión de los cuerpos de inteligencia, de seguridad, los tanques de pensamiento que irradian esas políticas en el mundo del poder mundial, pues está claramente establecido: las migraciones aumentarán de nuestras zonas tórridas del África, del sur de Asia, en América Latina hacia el norte y, entonces, eso provocará y provoca ya un cambio sustancial de la política mundial.

Por eso, ya nos somos tanto prioridad. Los países se llenan de muros en el norte para no dejar pasar, ametralladoras apuntan.

Las políticas que defienden esa especie de xenofobia nueva en el Siglo XXI defienden campos de concentración para los refugiados.

Ponerle la palabra campo de concentración suena políticamente incorrecto, hay que decir cárceles, lugares de tránsito forzoso, pero son campos de concentración.

Hay una nueva realidad en el mundo que ya no habla de democracia, que ha perdido los fundamentos básicos de la democracia.

La democracia está en cuestión hoy, precisamente por la irradiación de la crisis climática.

Pero la crisis climática no es un fenómeno natural, empezó a producirse a mediados del siglo XIX.

Arranca con un modo de producción específico en la tierra. Una historia, la revolución industrial, se le hizo monumentos al inventor de la máquina de vapor, era ya no la imagen religiosa, milenaria, sino otro tipo de religión.

Pero los monumentos a la máquina de vapor y a su inventor en Inglaterra son los mismos monumentos de otra religiosidad que hoy se derrumba, porque ese vapor solo se podría producir con carbón y la lógica de hacer crecer la producción tras la ganancia que es específica de una manera de producir y de consumir, cambió la química de la atmósfera, la está cambiando de manera acelerada.

Y, entonces, ¿cómo se detiene? Pues no es con una velita a la diosa tecnología, es con cambios políticos que tienen que ver con el modo de producción y de consumo. Y he ahí la complejidad del problema.

Por eso no damos los pasos, porque nos enfrentamos con el mundo de la ganancia y eso tiene un poder específico.

Ahora, ¿podrá la humanidad, en pos de la vida, de sobrevivir en este planeta? ¿Podrá mitigar el efecto de la ley de la ganancia? ¿Será posible ese mundo de descarbonización que todos lo decimos en los discursos y tratamos de construirlo? ¿Será posible?

Si no es posible, simplemente, nosotros como especie dejamos de existir y muchas otras especies en la tierra.

Como soy político de ‘P’ mayúscula, pues yo creo que hay que luchar. Y la lucha no es individual, aquí no más, es individual y colectiva. Y lo colectivo implica al conjunto de la humanidad.

Y, por eso, los foros pueden servir es del esfuerzo de integración, para tener voces comunes alrededor de una serie de problemas.

La democracia está en peligro. El fundamento democrático, construido por luchas sociales, muchas veces heroicas, dramáticas, como que a los europeos les costó 50 millones de vidas, no hace mucho, tratar de reconstruir la idea democrática en Europa, pues ahora está en cuestión en todo el mundo, está cuestionada la idea de la democracia.

Solo tenemos que mirar nosotros hacia el sur: un presidente preso. Hacia el norte, campos de concentración. No hay, sino que mirar a cualquier punto, mirar hacia adentro de nosotros mismos.

Veintiún mineros muertos, a propósito del inicio de esta reunión muertos ¿Muertos por qué? Mineros del carbón.

Eso es una falla empresarial, digamos, bueno sí, pero también es una falla social, es una falla gubernamental, es una falla que tiene que ver con muchos aspectos.

Luchar, indudablemente, es el derrotero por el que hay que seguir y luchar con eficacia, que es de lo que se trata, darle eficacia a eso que llamamos una lucha, esa eficacia pasa por unir voces.

El encuentro entre Europa y América debe tener estos temas como centros de discusión, tiene que tener el tema de la paz.

La paz tiene que ver con este tema. La paz en Colombia, específicamente hablando, aunque yo hablaría también de la paz del mundo.

Nos piden alinderarnos con Zelensky (Volodymyr, Presidente de Ucrania), otros dirían que con (Vladimir) Putin (Presidente de Rusia). Yo diría, alinderémonos con la paz, que la paz no sea un instrumento para continuar la guerra por otro método político, sino que la paz tenga eficacia. Es decir, que cese la guerra.

¿Para qué hablamos de paz si no es para eso? Pareciera de Perogrullo. Pero no es para mover la política en función de que se acreciente la guerra en función de uno de los otros contendores.

¿Quién es el invasor? Rusia. ¿Pero cuántas invasiones ha tenido América Latina? Y nunca ha habido ese tipo de acciones contra la invasión. Deberíamos ir contra cualquier invasión en cualquier parte del mundo si queremos hablar de paz.

Debería elevarse, como lo propusimos, alguna vez que no éramos Gobierno, el delito internacional de agresión, que sea de un país o de otro, si es que hemos vivido el siglo XXI en medio de invasiones alrededor de tener carbón y petróleo.

Es decir, los grandes ejes de la energía para mover la ganancia han desatado invasiones allá y acullá, para no hablar de las invasiones en nuestro propio continente. Si es que nosotros perdimos Panamá por una de ellas.

La invasión debería ser un delito general. Suena un tanto falso, tratar de luchar contra una invasión cuando se ha promovido otra.

Y yo creo que aquí, el papel de América Latina, que no está constituida por pueblos invasores, que no es practicante de invasiones, debería ser en qué si queremos realmente la paz mundial, la invasión de un país sobre otro, cualquiera que sea y cualquiera que sea el país invadido, sea un delito internacional y se pueda construir, entonces, una estructura de justicia internacional. Algunos balbuceos hay de ello. Tema para discutir entre nosotros.

Como es un tema para discutir cómo afrontar la crisis climática, que, en general, está detrás, porque detrás del actual conflicto, está el gas.

Propone el Eln en su última reunión un acuerdo nacional. Yo no soy ingenuo con el tema de la Paz Total.

Claro que es complejo el que una sociedad que lleva dos siglos moviendo la política y los quehaceres de las decisiones que deberían ser públicas, a través de la guerra y de las armas, a pesar de haber participado yo mismo como protagonista de un proceso de paz, no soy ingenuo en creer que la paz es hacer así y se produce.

Propone el Eln un acuerdo nacional, yo creo que la paz tiene que ser un pacto de la sociedad. Al final es eso. Es un pacto por el cual decidimos no matarnos entre nosotros mismos, dejar esa costumbre inveterada porque ya tiene generaciones hacia atrás.

Pero un acuerdo nacional no es para que las cosas continúen como están. He tocado el primer punto del Acuerdo de las Farc firmado por el gobierno de (Juan Manuel) Santos.

A veces hablamos y hablamos del Acuerdo y de la paz, pero no profundizamos su contenido.

El primer punto del Acuerdo de Paz con las Farc habla de hacer una reforma agraria de 3 millones de hectáreas, Colombia tiene 20 millones de hectáreas de tierras fértiles, altísimamente concentradas en una minoría de personas que no la hacen producir. Una herencia vieja, entre otras, del feudalismo.

No hay país que se haya modernizado –como usted hablaba con respecto a España–  que no tenga una estructura democrática, moderna de su tierra, del uso de su tierra, de sus aguas, por tanto, porque, tierra y agua en la agricultura se vuelven sinónimos.

Bueno, el Acuerdo de las Farc habla de 3 millones de hectáreas. No es ni mucho comparativamente con el total de la tierra fértil.

¿Pero cuánto entregó el anterior gobierno? 17.000 hectáreas en 4 años. Y el plazo son 12. Es decir, que este Gobierno y el que sigue, para cumplir el Acuerdo de Paz.

Cuáles los problemas nuestros para cumplir –aunque sea la mitad– 1.500.000 de hectáreas en estos 4 años ¿Cuáles? De todo tipo.

Nuestra mentalidad en el mundo del poder político en Colombia no está construida para permitir cumplir ese Acuerdo.

Yo hacía una pregunta: ¿entonces para que firmó el Estado ese Acuerdo sino lo iba a cumplir? ¿Para engañar? ¿Para traicionarlo?

Si se traiciona un Acuerdo de Paz, ¿qué espera la sociedad? Muchísima más violencia.

¿Para qué hicieron esas firmas sino se iba a cumplir con el tema de entregar 3 millones hectáreas a los campesinos?

¿La solidaridad internacional ha gravitado alrededor de cómo cumplir ese Acuerdo? ¿El Gobierno de los Estados Unidos nos está ayudando a ver cómo compramos un millón y medio de hectáreas? ¿O es retórica?

Ahora, si nosotros no hacemos esto e incumplimos el Acuerdo de paz, ¿qué viene a la sociedad colombiana?

Y ahora estamos sentados con otros. Esos otros nos van a decir: bueno, ¿y ustedes ya cumplieron con el Acuerdo de Paz con las Farc? Porque si ustedes no cumplen con ese cómo pueden proponer nuevos acuerdos de paz parcial.

De ahí que, la tesis del Acuerdo Nacional me parece clave. Pero no es un Acuerdo Nacional para ver cómo el Presidente de izquierda se arrodilla y siga haciendo lo mismo que hacían los anteriores presidentes. Ese es otro engaño. Eso no es entender el electorado colombiano.

No, es que el Presidente de izquierda, entonces, haga lo que se le dé la gana. No es porque nadie tiene las soluciones individualmente.

El Acuerdo Nacional es colectivo. Pero es para hacer transformaciones. El Acuerdo Nacional es para hacer una reforma agraria, para industrializar a Colombia, para mejorar las condiciones de la fuerza de trabajo del país y de la mitad de la población que ni siquiera es una fuerza de trabajo asalariada, pero sí está en la indigencia y en la pobreza y en el hambre y en la exclusión.

Si creemos que el país lo puede hacer con sus últimas medidas de los últimos 20 años, pues no necesitaríamos hacer acuerdo de paz.

Pero si creemos que hemos fracasado en el terreno de la inclusión, de la lucha contra la pobreza y de la superación de la desigualdad social, rural y urbana, pues entonces, tenemos que hacer un acuerdo nacional hacia las reformas. Esa es la paz.

El verdadero proceso de paz no es la reunión que se hace en México, en Venezuela, entre la cúpula del Eln y el Gobierno, o los delegados, es el Acuerdo Nacional. Se tiene que hacer en todos los rincones del país. Tiene un propósito que es transformar a Colombia, no conservar lo que no se debe conservar de Colombia.

Transformar a Colombia en función de una sociedad democrática. Construir una democracia, ahora que la democracia está en cuestión. Esa es la paz.

Eso puede lograr el desmantelamiento del narcotráfico. Yo sí creo, porque el narcotráfico crece en Colombia es por la desigualdad, por la exclusión, por el raquitismo económico productivo. Luego lo inverso achica el espacio del narcotráfico.

No será mágico, no será cuestión de días, pero si el proceso se activa, el proceso del desmantelamiento de las economías ilegales comienza.

Luego, el apoyo que pueda dar Europa, pragmático, en el sentido de saber hacia dónde es que se puede construir la paz en este país, no retórico, sino pragmático, para usar una palabra que a mí poco me gusta, pero que es esencial para construir la paz del país.

Es que, si se supera pobreza, si se supera desigualdad social, si lo hacemos en el diálogo nacional, no impuesto sino construido colectivamente, pues, yo sí creo que tenemos un proceso de paz de verdad, eficaz.

Es decir, que nos saque realmente de la guerra y de la violencia: eficaz. La política ahora tiene que tener eficacia.

Nosotros los latinoamericanos –no sé si por herencia española– somos retóricos, pero tenemos que ser eficaces.

La retórica nos sirve para la construcción de frases bonitas. Nos gusta la palabra. Pero, ahora, la palabra tiene que ser eficaz, para poder resolver nuestros problemas.

Entonces, nos vamos a encontrar allá en República Dominicana para analizar y evaluar las relaciones de Europa y del mundo iberoamericano con, pues, la América Latina.

Después habrá ese encuentro con la CELAC, (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) como instancia de integración que nos queda, y Europa.

Y, ojalá, las conclusiones de esas reuniones tengan eficacia.

Gracias, muy amables por haberme escuchado.

Fuente: Presidencia de la República.

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