Los ordeñadores – Crónicas de Gardeazábal

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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Quienes fuimos criados con una estrecha vinculación al campo, en épocas en que la modernidad no nos atropellaba, era fundamental aprender a ordeñar una vaca. Durante muchas décadas, mientras subsistieron en el valle geográfico del rio Cauca los hatos lecheros, y no había plata para comprar ordeños mecánicos, un oficio rentable era el ser ordeñador.
Con el paso del tiempo y el azote de la caña de azúcar esa profesión se volvió escasa y sin empleadores. Pero la imagen de ordeñar las tetas de una vaca para que baje la leche quedó como una figura metafórica que hoy empleamos hasta para explicar el último escándalo nacional, el de los ordeñadores de oleoductos.

De ellos sabíamos hace mucho tiempo, casi desde cuando comenzó esta guerra que no parece acabar, pero como apenas se mencionaban al ser descubiertas las válvulas rudimentarias, y no había notas periodísticas profundizando en el tema, a nadie se le ocurrió que podía ser un oficio rentable ordeñar oleoductos que trasportaban crudo.

Se entendía que era más fácil y más riesgoso pero muy productivo comercializar gasolina ordeñada de los poliductos. A muy pocos se les ocurrió que horadar el tubo que tantas veces ha volado el ELN para llevarse el crudo en carrotanques y despacharlo por los puertos del Caribe en buques cisternas fuese un gran negocio para quienes ahora imputa la Fiscalía o para los guerrillos, que siempre han tenido obsesión por el tubo.

Probablemente los jovencitos de estrato 6 , graduados en colegios de dedo parado en Barranquilla y Bogotá, y que dirigían el negocio con habilidad generando entramados internacionales entendieron mucho mejor que sus congéneres oligarcas que el negocio era con los elenos y no con Ecopetrol, que dizque ni por la telemetría que manejan en los oleoductos se dio cuenta de la ordeñada que le estaban pegando.

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