La dignidad por un Rolex – Crónicas de Gardeazábal

Columnistas
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Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Grotesco, aunque de todas maneras fellinesco, el espectáculo que desde el Perú le dan al mundo. No ha sido tan resaltado porque la matazón de Palestina recrudece y la venganza de Netanyahu llena de brumas el futuro. Pero fue y de qué manera.

Ante las cámaras de televisión, unos agentes del ministerio público, o de una gendarmería paralela, vaya uno a saber las diferencias, tumbaron a golpes de mazo la puerta principal de la residencia particular de la presidente del Perú para dizque realizar un allanamiento y tratar de encontrar un par de relojes marca Rolex, que la presidente ha exhibido en su pulsera en más de una oportunidad cuando pronuncia discursos frente a un micrófono y las cámaras la enfocan con su reluciente muñeca.

El delito, para los jueces peruanos encabezados por su suprema corte y seguidos en fila como alpacas andinas por los congresistas, es que la señora presidente no denunció al posesionarse que esos relojes existían en su joyero y como tal resulta sospechosa de enriquecimiento ilícito. Con ese acto se derrumban muchos conceptos de respeto, se pisotea la dignidad que concede el cargo de ser presidente y se vuelve a meter al Perú en el vórtice de un remolino que ha arrastrado varios presidentes en los últimos años.

Probablemente la escala de valores de los peruanos de hoy es muy diferente a la existente cuando el inca Manco Capac estaba al mando o acaso sea una repetición del maldito gen del derrocamiento de los jefes de estado que se volvió costumbre en tiempos precolombinos y modelo incómodo en el Perú de hoy.

Ridículo a más no poder el episodio, cualquiera que hubiese sido la actitud o culpabilidad de la presidente, o la pasividad de su abogado y de su hijo presentes en la inusual diligencia judicial. Por un par de Rolex, que de pronto hasta chiviados son, no se tumba la puerta de la casa de la primer mandataria de un país. El respeto va de la mano con la dignidad.

Pobre Perú, qué retroceso ha pegado. Y con lo bien que iban.

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