Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
El papa Francisco dijo en referencia al evidente desastre de las fuerzas de Kiev en la guerra de Putin contra Ucrania que él cree que son más fuertes quienes ven la situación, quienes piensan en el pueblo, quienes tienen el coraje de izar la bandera blanca y negocian.
Además, agregó sin vacilar que la palabra negociar es una palabra valiente y que cuando se ve que las cosas no van bien y se palpa la derrota, se necesita tener el coraje de negociar. El alboroto ha sido mayúsculo.
Ciegos por la misma estupidez de la guerra, se le han venido encima al papa por proponer negociar con Putin. Los halcones, encabezados por el gobierno de Zelenzky y los fabricantes de armas de tantos países de la OTAN, no aceptan tan siquiera que el término de bandera blanca que usa el papa Francisco lleve implícito un cese de hostilidades y no obligatoriamente la sensación de rendición.
Ucrania no tiene ni plata ni armas ni municiones ni soldados para ganarle la guerra a Putin o al menos para igualarla. Pero ante semejante propuesta del papa argentino, bramaron los que quieren la guerra y no quieren aceptar en Kiev la realidad recordando que con Hitler, dizque nunca se negoció y que si se quiere terminar la guerra solo existe la antiquísima solución de matar al dragón.
Por supuesto, en la prensa anti rusa la recordaron ayer mismo a la Iglesia su trato tibio con Pio XII al jerarca nazi y la neutralidad vaticana frente a Mussolini y un halcón como el canciller polaco Sikorski le preguntó públicamente al papa Francisco que si podría alentar a Putin para que tuviera el coraje de retirar su ejército de Ucrania.
Es la polarización que enceguece. Es la eterna historia de las guerras de la humanidad. Parecería que en Europa no se quiere evitar muertes y sufrimientos. Se quiere es ganar la contienda. Bien distinto a lo que pasa en Qatar donde negocian hace rato israelíes y palestinos para aminorar la estúpida destrucción de la franja de Gaza y todavía no se ponen de acuerdo.
