Columnistas
EL TRIAJE ÉTICO-MALÉFICO

Por : Misael Cadavid Jaramillo.
La tristeza producto de un comentario que me hizo una amiga quien tiene a su señor padre esperando en un servicio de urgencias para que le asignen una UCI y según ella le expresaron que si llegaba un paciente joven,le quitarían inmediatamente el turno para UCI y la mascara de oxígeno para ponerla al nuevo inquilino del servicio de urgencias, me ha conllevado a escribir estas líneas entre un mar de sentimientos encontrados. Es lo que llaman el tríaje ético que podría convertirse en maléfico.
El tríaje ético no es la solución a la atención de los pacientes críticos,simplemente es la respuesta más fácil a la ineptitud no solo del sistema sanitario, sino del social,económico y cultural de un país. Es lo menos ético y más legal para hacerle frente a una crisis sanitaria fallida y podría convertirse en una solución nosancta, para que los profesionales de la salud tomen decisiones aleatorias no adecuadas.
Y es que actualmente en Antioquia el número de pacientes que necesitan cuidados intensivos supera la capacidad instalada.Muy a pesar de las proyecciones epidemiologicas que se hicieron de lo que está sucediendo, las autoridades sanitarias no actuaron con la celeridad y eficacia necesaria para evitar esta catástrofe.La vacunacion va cuenta gotas por muchos motivos,desde retrasos en la adquisición de las vacunas,pasando por trámites burocráticos innecesarios y robustos,hasta la falta de vacunadores con título del Sena como si poner una simple inyección fuera algo del otro mundo,es que le hemos puesto mucha música a la aplicación de la vacuna lo que va poniendo el proceso muy lento.
Cuando hay una asimetría entre la poca oferta y la gran demanda se acude a la ley de oferta y demanda. Si es un bien o servicio se aumenta su precio y de esta forma se va depurando la demanda.
Pero la vida humana no es negociable.La vía del precio no funciona.
Por eso se acude al triaje; Ese que se realiza en salas de urgencias para ubicar a los pacientes en el nivel correcto de atención. Su objetivo es optimizar recursos físicos y humanos para dedicárselos a los que tienen mayores probabilidades de sobrevivir. El triaje es válido si hay un tratamiento apropiado distinto entre pacientes.Sin discriminaciones ni dilaciones,con fuerte evidencia científica sin tener que recurrir a la bola de cristal.
Esta situación de decidir,impone varios interrogantes : ¿ A qué paciente tratar de salvar ? ¿Es por su condición económica? Por su condición social ? Por su su edad? Por sus comorbilidades? Por la presión que ejercen sus familiares y amigos ? Por la equidad de genero? por sesgos subjetivos a la hora de decidir? Por si tiene medicina prepagada o sisben? O porque hay una lista de chequeo con indicadores clínicos de pronóstico ?
Al margen de cuál sea la respuesta, es muy importante tener en cuenta que casi ningún tratamiento en medicina proporciona o garantiza un beneficio seguro. No podemos “legalizar” la pena de muerte por falta de recursos.
Ahora bien ,con el tríaje ético se le asigna un valor subjetivo a la vida, decidir entre un paciente de 70 años y uno de 35 años podría ser fácil pero si el de 70 es un prohombre,reconocido ciudadano,filantrópico, altruista,con proyecciones sociales intactas y sin comorbilidades importantes y el de 35 es un antisocial y drogadicto consumado,he ahí un gran dilema ético. Cual recibe la Uci? Posiblemente el tríaje ético decide el de 35 años.
En el triaje “ético” se le asigna un valor a la vida de cada uno.
El comité de ética,decide qué vida vale menos que la otra, condenándola a fallecer. Es, por supuesto, una visión utilitarista no igualitarista ni prioritarista de la vida humana. En este caso, los resultados son obvios. El de 35 años tiene una mayor esperanza de vida, mientras que el de 70 ya vivió mucho. Nada mas absurdo.
Los ejemplos podrían ser ilimitados: Escoger entre un Gordo y un Flaco, entre un hombre soltero y solo y una señora con hijos y nietos, entre un ateo o un catolico como el médico tratante,entre uno negro y un blanco,entre un joven vendedor ambulante y un joven músico o científico, entre un profesional cuarentón o una bella joven con 2 hijos,entre una puta y una monja,entre un niño con retardo mental o un niño con coeficiente intelectual alto.
La autoridad para definir quien vive y quien muere,puede ser la misma que podría utilizarse para realizar otros análisis. Porque todos desde el punto de vista eminentemente humano,somos iguales, pero según este sistema perverso de tríaje ,unos son más importantes que otros.
Indiscutiblemente tenemos un precio después de todo.
Las respuestas a estos “dilemas” podrían ser obvias para la mayoría de gente,pero creo que ni el señor de 70 años, ni el gordo, ni el soltero solitario,ni la puta,ni el niño bobo,son perse inferiores a los otros.
Puede convertirse el triaje “ético” en una fábrica de injusticia e impunidad.En su momento también lo fue la inquisición.
Si el derecho a la vida es inalienable y no transable,la asignación de UCI debería hacerse de acuerdo a la llegada de los pacientes.
Pero la ineptitud,la falta de políticas sanitarias y sociales contundentes, sumado a la indisciplina e irresponsabilidad de algunos ciudadanos,llevarán al personal sanitario ese que amamos y respetamos a tomar decisiones muy difíciles y que se podrían convertir en absurdas y
cualquiera que sea el criterio con que se tome una decisión supondría una condena injusta para todos los pacientes que podrían venir detrás.
Estamos enfrentando una verdadera tragedia.
Columnistas
Más encartado que gallina criando patos – Crónicas de Gardeazábal

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Al presidente de la nación no solo los cafeteros le metieron (según sus palabras) los dedos en la boca, sino que otros le pueden haber estado metiendo más cosas en los meses que lleva sin que se hubiese dado cuenta.
Hoy día, después de la crisis sin nombre generada por Laura y Benedetti, (y que no sabemos donde terminará), no solo tiene que encontrarles reemplazo para asumir las funciones que les encomendó, sino que tiene que inventarse alguna fórmula para recuperar la credibilidad ciudadana, vuelta trizas después del mal manejo político, la pésima conducción administrativa y el desconcertante disfraz personal conque que afronta la marcha del estado.
Casi todo lo que ha ido pasando, es generado por sus equivocaciones o sus protuberantes ignorancias. Si no hubiese cometido el error de haberle otorgado funciones superministeriales a una jovencita falta de mundo a quien nunca nombró ministra. Si no hubiese confiado tanto en Armando Benedetti aún después del incidente nunca dilucidado de los petrovideos de la campaña.
Si hubiese investigado un poquito más en quienes integraban la terna para gerente de los cafeteros, y hubiese descubierto a tiempo que José Antonio Ocampo tenía los dados marcados para forzar la elección de Bahamón, el uribista procesado por la Contraloría de Bogotá, la inminente crisis entre la Federación y el Gobierno no estuviera hoy llenando el cielo campesino de nubarrones. De la misma manera si hubiese identificado que la ministra Irene es la sacerdotisa sectaria de la religión hildebránica, que nos quiere sacrificar cual catecúmenos en las catacumbas ambientalistas. Si supiera para qué lado juega Danilo Rueda, el Comisionado de Paz.
En fin, si supiera administrar el estado en todo el sentido de la palabra y no solo repetir su fracaso como alcalde de Bogotá, no estaría tan encartado como una gallina criando patos, o como dijo el politólogo Eduardo Llano “cerca de quedarse parado en una baldosa sin poder moverse”.
Aldrin Garcia Balvin
La victoria de los políticos decentes: una nueva era en la política electoral

Por: Aldrin García Balvin
Como estratega político, me encuentro en desacuerdo con la premisa de que los candidatos que no apelan a la mentira y a la infamia están destinados a perder en las elecciones. Al contrario, considero que ha llegado el tiempo de los políticos decentes, aquellos que no necesitan destrozar al otro para ganar réditos electorales. Estamos presenciando un cambio positivo en la política, donde la integridad y la honestidad se valoran más que nunca.
Durante demasiado tiempo, hemos sido testigos de una competencia electoral caracterizada por ataques personales, difamaciones y manipulaciones de la verdad. Parecía que la estrategia para triunfar en las elecciones se basaba en destruir al oponente a cualquier costo. Sin embargo, esto ha llevado a una erosión de la confianza ciudadana en los políticos y en el sistema democrático en su conjunto.
Pero ahora, el panorama está cambiando. Los ciudadanos están cansados de la polarización y la falta de ética en la política. Están buscando líderes que sean capaces de ofrecer propuestas sólidas y soluciones reales a los problemas que enfrentamos como sociedad. Los políticos decentes, aquellos que basan su campaña en la integridad y la transparencia, están ganando terreno y generando confianza en los votantes.
Esto no significa que los políticos decentes sean débiles o ingenuos. Al contrario, son personas valientes que se atreven a desafiar el statu quo y a liderar con principios. Apelan a la razón, al diálogo constructivo y a la empatía hacia las necesidades de la ciudadanía. Su enfoque se centra en la construcción de consensos y en la búsqueda de soluciones que beneficien a todos, en lugar de en la destrucción del adversario.
Los políticos decentes están demostrando que es posible ganar elecciones sin recurrir a la mentira y a la infamia. Su éxito radica en su autenticidad y en su capacidad para conectar con los ciudadanos de manera genuina. Los votantes valoran la honestidad y la coherencia, y están dispuestos a apoyar a aquellos líderes que encarnan estos valores.
Como estratega político, animo a los candidatos a abandonar las tácticas destructivas y a abrazar una forma de hacer política basada en la decencia y la integridad. Es hora de construir un nuevo paradigma político donde la ética y la responsabilidad sean los pilares fundamentales. Juntos, podemos cambiar el rumbo de la política y recuperar la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático.
En conclusión, el triunfo electoral no está reservado para aquellos que apelan a la mentira y a la infamia. Ha llegado el tiempo de los políticos decentes, aquellos que no necesitan destrozar al otro para ganar réditos electorales. Es momento de liderar con integridad, construir puentes y trabajar en beneficio de la sociedad. Juntos, podemos crear un futuro político basado en valores y principios que inspire a las generaciones venideras.
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POLÍGRAFO E INTERCEPTACIONES

Por: José Gregorio Hernández
No entro en el campo de las posibles responsabilidades penales en el reciente caso de las denuncias por uso del polígrafo, ni en las denuncias sobre interceptaciones ilegales a comunicaciones, que dieron lugar al retiro de un embajador y de una alta funcionaria de la Casa de Nariño. Serán los jueces quienes resuelvan al respecto, porque, hasta ahora, todo ha sido mediático y nadie tiene claridad sobre lo que en realidad ocurrió.
Pero vale la pena considerar dos asuntos, desde una perspectiva constitucional:
-Sobre el uso del polígrafo o detector de mentiras para establecer si alguien cometió o no un delito, reiteremos que, a diferencia de otros países -en que se considera válido el uso del polígrafo como prueba-, nuestro sistema jurídico no lo considera aceptable como método idóneo para probar algo, menos todavía si en ese instrumento se deposita una confianza tal que de los resultados se haga depender la certeza acerca de la culpabilidad o inocencia de una persona, o su responsabilidad penal.
Respetando el criterio de quienes lo estiman viable, considero que el legislador colombiano acierta al no incluirlo como prueba para desvirtuar la presunción de inocencia en el curso de un proceso penal, ni como demostración irrefutable de lo contrario.
Como lo hemos escrito en otras ocasiones, el detector de mentiras no ofrece ninguna confiabilidad desde el punto de vista probatorio. Nada garantiza, y nada asegura. Si lo que registra -aunque lo haga con precisión- son apenas las reacciones nerviosas o sicofisiológicas al responder a ciertas preguntas, síntomas consistentes en palpitaciones cardiacas más rápidas, aceleración del pulso, mayor intensidad del sudor, presión sanguínea o difícil respiración, no es legítimo -porque no confiere certeza- inferir de esos síntomas la responsabilidad penal, ni deducir que están indisolublemente ligados a la mentira del interrogado, ni tampoco lo es concluir que la ausencia de tales reacciones signifique la veracidad de lo respondido o pruebe la inocencia.
En efecto, a pesar de haber aceptado voluntariamente el sometimiento al polígrafo, la persona puede ser nerviosa o insegura, sin ser necesariamente culpable, y reaccionar con uno o varios de los aludidos síntomas, por el solo hecho de sentirse examinada. Y, al contrario, sabemos que hay personas capaces de fingir y de dominar sus emociones y permanecer impasibles, mintiendo impávidas. Hemos visto en estrados a declarantes de gran capacidad histriónica.
De ninguna manera es posible certificar con certidumbre, fuera de toda duda razonable, que el interrogado suda, le palpita más fuerte el corazón o se le acelera el pulso solamente cuando dice mentiras, ni que está diciendo la verdad cuando no presenta ninguno de esos síntomas.
-Sobre las interceptaciones ilegales, le creemos al presidente de la República -quien fue víctima- cuando dice que su gobierno no las ha ordenado, ni las ordenará. Y que respeta el artículo 15 de la Constitución, sobre el derecho fundamental a la intimidad personal y familiar. Según la norma, “la correspondencia y demás formas de comunicación privada son inviolables. Sólo pueden ser interceptadas o registradas mediante orden judicial, en los casos y con las formalidades que establezca la ley”.
Infortunadamente, desde hace varios años, se viene vulnerando esa garantía y ha habido impunidad.