EL SOVIET CARIBEÑO

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Por: Jesús Vallejo Mejía

Nacido en 1963 en Cuba, César Reynel Aguilera se graduó en Medicina y es Máster en Bioquímica Clínica. Surgido de una familia comunista, su decepción con el régimen imperante en su país lo incitó a buscar el exilio en Canadá, donde reside desde 1995. A partir de 2001 se ha dedicado de lleno a la escritura. Dado el ambiente familiar que lo rodeó, desde su infancia tuvo acceso privilegiado a muchas informaciones sobre personajes y sucesos de la política isleña que inspiraron el libro que escribió hace algunos años con el título de “El Soviet Caribeño: La otra historia de la Revolución Cubana” (Vid. Amazon.com: César Reynel Aguilera: libros, biografías, blogs, audiolibros, Kindle).

En realidad, el libro narra con lujo de detalles la trayectoria del comunismo cubano desde la fundación del partido en 1925 hasta la aventura de Fidel Castro en Angola a mediados de la década de 1970.

Su propósito es destruir varios mitos que se han tejido acerca de la Revolución Cubana, mostrando realidades que los mismos ocultan o distorsionan.

Su punto de partida es la constatación de la estructura dual del comunismo en Cuba, que exhibe por un lado una organización partidista que sufrió a lo largo de los años múltiples vicisitudes en medio de una conspicua presencia en la política nacional, y por otro lado una organización oculta que pacientemente fue infiltrando y socavando los distintos escenarios gubernamentales hasta producir la implosión que dio lugar a la caída de Batista en la nochevieja de 1958.

Esas dos estructuras no siempre anduvieron de la mano. De hecho, en la década de 1950, mientras el partido sufría un severo descrédito ante la opinión, la estructura secreta se robustecía y creaba las condiciones favorables al triunfo del movimiento liderado por Fidel Castro.

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Aguilera muestra que sus hilos se movieron desde el principio por el comunismo soviético, a través de agentes suyos, el principal de los cuales fue un judío polaco que adoptó el nombre de Fabio Grobart (Vid. Fabio Grobart – Wikipedia, la enciclopedia libre). Su tendencia era rigurosamente estalinista.

El libro en mención contradice abiertamente las tesis expuestas por Servando González en “La CIA, Fidel Castro, el Bogotazo y el Nuevo Orden Mundial” (Vid. (99+) La CIA, Fidel Castro, el Bogotazo y el Nuevo Orden Mundial | Andy Chávez – Academia.edu). Según González, Castro en realidad era un fascista formado por los jesuitas del colegio en que estudió el bachillerato y nada tuvo que ver con los comunistas hasta que las circunstancias lo hicieron acercarse a ellos una vez dueño del poder. González sostiene que su movimiento del 26 de julio no era bien visto por el partido comunista y no contaba, en consecuencia, con su apoyo. Aguilera afirma todo lo contrario. Si bien Castro no actuaba dentro de las filas partidistas, era en realidad un peón de la estructura oculta que dependía directamente de Moscú, y así quedó demostrado desde los comienzos de su gobierno.

Castro se presentaba como un demoliberal que prometía elecciones libres, negaba tajantemente que fuera comunista y hasta se atrevió en alguna ocasión a comulgar públicamente, tal como acaba de hacerlo el actual presidente de Colombia. La suya fue una campaña de desinformación que ocultó su identidad y sus propósitos, conduciendo al error a las autoridades norteamericanas y la opinión pública de ese país. Aguilera observa que la estructura oculta tenía agentes infiltrados en el alto gobierno de los Estados Unidos. Hasta el muy influyente Herbert Matthews se prestó para edulcorar la imagen de Castro y sus “barbudos”. Vid. Herbert L. Matthews y una noticia más que falsa | Aguilera (wordpress.com)

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A despecho de las tesis leninistas según las cuales la revolución debe aplicarse al desarrollo de las fuerzas productivas de modo que satisfagan las necesidades crecientes de las poblaciones, el régimen castrista adoptó desde un principio la política de la pauperización, en cuya virtud se ha considerado que es más fácil someter a las masas permitiéndoles tan sólo el acceso a los bienes más rudimentarios en materia, de alimentación, vestuario, salud, alojamiento y ocio. Si se les concede más, se vuelven exigentes y difíciles de controlar. Es lo que al parecer piensa el hoy presidente colombiano.

Muchos otros comentarios podría hacer en torno de este libro que arroja luz sobre eventos decisivos de la historia más o menos reciente. Pero me interesa destacar ahora lo que ilustra sobre nuestra actualidad política.

En otra ocasión he mencionado la denuncia que hizo el coronel Mejía Gutiérrez en su libro “Me Niego a Arrodillarme”, según la cual en nuestro país, por encima del Partido Comunista, las Farc, el ELN y en general la subversión, obra una superestructura secreta, el Partido Comunista Clandestino, a la que pertenecen políticos, magistrados, universitarios, periodistas, sindicalistas, intelectuales, eclesiásticos, empresarios, dirigentes cívicos e incluso militares, etc.

A esa superestructura se debe la demolición de la imagen del expresidente Uribe Vélez, que era el dique capaz de contener las aspiraciones del comunismo para llegar al mando supremo. Una obstinada y venenosa tarea propagandística ha llegado a convencer a amplios sectores de la opinión de que la seguridad democrática se resume en los falsos positivos y que de éstos es responsable directo el expresidente, tal como lo dijo hace poco en un alarde calumnioso la compañera de quien ahora manda en Medellín.

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Hay serios indicios de la infiltración de esa maligna superestructura en el ámbito judicial, pues no de otro modo se explica la animosidad que exhibe contra el expresidente Uribe y el Centro Democrático.

No es improbable que la Registraduría Nacional del Estado Civil esté bajo su control. La sospecha de que en los recientes procesos electorales hubo fraude de vastas proporciones parece contar con bases firmes, aunque el asunto no ha llegado a los estrados judiciales. En éstos hay ahora una prueba de fuego a raíz de las denuncias que ha formulado el abogado Abuchaibe sobre las credenciales del Pacto Histórico.

Las tesis sobre decrecimiento y pauperización que se ventilan en las altas esferas gubernamentales invitan a pensar que en el horizonte se vislumbra el totalitarismo a la cubana. No tardaremos en ver en Colombia las legiones de médicos isleños llamados a cumplir tareas de espionaje, adoctrinamiento y agitación que han cumplido en otras latitudes.

No estamos lejos de hablar del Soviet Colombiano.

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