Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
El país está mamado del ping-pong que juegan hace semanas el gobierno de Petro y las EPS con la salud de los colombianos. Nos merecemos un trato menos miserable. No hemos construido en vano una democracia a lo largo de varios siglos para que un caprichoso adicto de la secta leninista venga a echar por el suelo nuestra tranquilidad. Mucho menos que, sobre la base de medidas de fuerza, los dueños de la EPS, porque tienen dueños, vengan a oponerse a las determinaciones dictatoriales del gobernante y que en medio de todo ello quede la salud de los colombianos.
El anuncio de la EPS más grandes, Sura, Compensar y Colsanitas, de que si el gobierno no se pone al día con las cuotas partes que le corresponden dentro del sistema de servicio a la salud acordado, suspenderían su prestación a millones de colombianos, es una medida extrema, tan populista y tan irracional como la respuesta del ministro de salud de que recibirán los pacientes en la podrida red de hospitales públicos, a merced de los caprichos de gamonales y contratistas que fungen de concejales, diputados, congresistas y alcaldes. Nadie va a negar a estas horas de la batalla que a la EPS hay que reformarlas para que dejen de ser olímpicamente irresponsables y garosas beneficiarias de un esquema lleno de fisuras, pero solo a la mentalidad de un gobernante caprichoso y cruel que odia a todo propietario y quiere verlos sufrir, no solo en sus bienes palpables sino hasta en lo más íntimo.
Presenta una reforma como la fracasada de la corcho e insiste en ella, pero la venganza del fracaso de esa gesta y diente no tenemos por qué pagarlo los colombianos dejando nuestra salud pendiente de unos hilos burocráticos corrompidos. Estamos mamados de ese raquetazo repetido donde el gobierno siempre dice que ha pagado. Estamos mamados de la prepotencia de los dueños de la EPS que no aceptan que se han enriquecido. En vez de actos brutales, debería haber diálogo y razonamiento.