El ministro de la guerra

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Por: Guillermo Mejía Mejía 

En 1.965, durante el gobierno de Guillermo León Valencia Muñoz, al Ministerio de Guerra se le cambió el nombre por el de Ministerio de Defensa como un acto simbólico para significar que Colombia no es un país beligerante sino que sus fuerzas armadas están destinadas a la defensa del territorio y de su estructura democrática interna. 

No ha rodado con buena fortuna el Ministerio de la Defensa en el gobierno Duque con los titulares de esta cartera. El primero fue Guillermo Botero quien tuvo que enfrentar dos debates en el Congreso en el segundo de los cuales la paliza que le dieron los senadores lo llevó a presentar renuncia del cargo. De tan malos resultados de su gestión tres llaman la atención porque fueron los que más se destacaron en la audiencia que se llevó a cabo en el Senado: el primero la metida de patas del presidente Duque en la ONU cuando mostró unas fotos, tomadas por la “inteligencia” militar, que presuntamente inculpaban al régimen de Maduro como auxiliador del ELN y resultó que habían sido bajadas de internet y no correspondían a los hechos denunciados; el segundo frenazo fueron las torpes explicaciones dadas con ocasión de la muerte de un indígena caucano llamado Flower Trompeta, asesinado al parecer por balas oficiales, un claro falso positivo en las narices del actual gobierno, y el tercero y determinante la muerte en un bombardeo del ejército en el Caquetá donde murieron 8 niños en una ofensiva contra las disidencias de las Farc, revelación que el gobierno inicialmente ocultó y que después tuvo que reconocer. 

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A Botero le sucedió en el cargo Carlos Holmes Trujillo un hombre de extraordinaria versatilidad burocrática pues trabajó en los gobiernos de López Michelsen, Turbay, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe e Iván Duque adaptándose maravillosamente, como los líquidos, al gobierno que lo contenía. Tenía el don de la palabra y podía pronunciar elocuentes discursos sin comprometerse él o el gobierno. O sea que no decía nada. 

El Covid se lo llevó el 12 de enero de 2021.  

Para sucederlo, el presidente nombró a otro destacado profesional, Diego Molano, quien venía de desempeñar cargos en el gobierno de Santos primero como director del Departamento para la Prosperidad Social y luego como también director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar donde tenía a su cuidado a los niños desamparados. 

Ya como Ministro de la Defensa no tuvo problemas en defender el bombardeo del ejército donde fallecieron 8 menores de edad y en declarar, en una cadena nacional, que los menores “son máquinas de guerra”, “dejan de ser víctimas cuando cometen delitos” y que “desafortunadamente, se convierten en criminales”. 

Ahora, como si se tratara de una vedette internacional estrenando escenario, se le ocurrió afirmar en Israel, durante el periplo presidencial por medio mundo, que Irán es enemigo de Colombia. Seguramente tenía a la mano el libro de John Marulanda, presidente de los militares retirados, Acore, aspirante al Senado por el Centro Democrático en el período que termina, quien es el que viene con ese cuento hace rato.  

Es natural que un débil se vuelva guapo al lado de una potencia militar como Israel. Pero desafiar a un país poderoso como es Irán con el que se tienen relaciones diplomáticas desde 1.975 sí es un desatino mayúsculo. Puede que la República Islámica de Irán sea más aliada de Venezuela que de nosotros, pero eso no autoriza a un Ministro de Defensa para graduarla de enemiga. Puede que sea enemiga de Israel pero no de Colombia. 

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Tampoco midió el Ministro Molano la repercusión de sus declaraciones en el momento en que el presidente Biden busca reactivar el acuerdo sobre armas nucleares con ese país, del que se había retirado Trump. 

Todos estamos esperando que se pronuncie el gobierno de Irán o a lo mejor no se pronuncie dada la desautorización pública del presidente que deja al ministro tendido en el suelo por aspavientoso, este ministro que está buscando pelea sería mejor nombrarlo como Ministro de Guerra. 

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