El carnet liberal

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Por: Orlando Arenas Tamayo 

Cuando encontré un viejo carnet liberal en un proceso de demolición de un techo ya antiguo en la calle 65 N° 77- 107, una casa de arcos frente al Colegio Mayor de Antioquia, no le concedí mayor importancia, pero tuve curiosidad al reflexionar en la importancia de este documento en las gentes de antaño, recordando que papá lo tenía, yo también posteriormente y que hace muchos años todavía lo entregaban en los directorios liberales a sus afiliados y los conservadores a los suyos. Creo que en la actualidad nadie estaría interesado en dicho cartón a nombre de ninguna causa política.  

Además, saber sobre las condiciones en que el ciudadano lo perdió, tal vez cuando entejaban la casa durante su construcción, si aún vive el afiliado, nacido en Angelópolis, señor JOSÉ DAVID ORTIZ S. y si estaría interesado en recuperarlo, el N° 00301 expedido en Medellín, no se sabe fecha, con CC 1.223.088, de profesión obrero, que lo acredita como afiliado del DIRECTORIO LIBERAL DE ANTIOQUIA, con el mensaje “El Partido Liberal, es un partido de izquierda”, la foto del ciudadano de unos 40 años y la foto emblemática de Carlos Lleras Restrepo. 

El carnet le servía de identificación al campesino o al obrero, le imprimía cierto orgullo y afirmación al ciudadano que lo portaba, al sentirse parte de una organización, tal vez con la esperanza de que le sirviese en algún momento de su vida, cuando tuviese alguna necesidad, buscase trabajo para él o para uno de sus hijos y el estribillo de partido de izquierda, adoptado desde la definición del partido como “Una coalición de matices de izquierda”, definido así en las convenciones liberales de los tiempos de los López, recordaba las proclamas desde los balcones de los grandes oradores de la colectividad.  

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Darío Echandía y Jorge Eliécer Gaitán eran ideólogos que querían, como Uribe Uribe, que el liberalismo bebiera en las canteras del socialismo, pero el partido poco a poco abandonaba esos idearios y se aproximaba al centro y aún en ocasiones superaba al conservatismo en la defensa de principios económicos y políticos de la más pura ortodoxia, mientras las gentes seguían ensimismadas en las ideas y propuestas nunca concretadas en leyes favorables a la sociedad. 

La importancia popular de este identificador político es que evoca las ilusiones, sueños y esperanzas de la gente durante medio siglo, creyéndolos asegurados por el hecho de la afiliación como una garantía real con sello y franjas rojas que identifican al partido. Duele pensar que tantos años después, los jóvenes tendrían que salir a las calles a protestarles a los políticos actuales, descendientes de aquellos, por el incumplimiento de las demandas y peticiones de los abuelos abusados en su paciencia. Ver este carnet fue recordarme de niño en los barrios de El Puente, y Playa Rica, en cuyos bares, cantinas, tiendas y peluquerías, el tema  era la política, por allá en los años 54, durante los gobiernos conservadores y los liberales escuchando a “Contrapunto” un radio periódico liberal de Lucas Caballero “Klim” y Jaime Soto, por  Caracol todas las noches casi clandestinamente por la recia persecución que obligó a muchos liberales a buscar vida en otros países o desplazarse a otras regiones en donde no tuviesen temor por sus ideas como le pasó a mi familia, muy liberal, que emigró a Bogotá luego de que un tío tuvo que tomar la ruta de la quebrada para llegar al trabajo en Fabricato, pues por la vía lo abordó un grupo de chulavitas o grupo armado conservador que lo aporrearon al encontrarle el carnet liberal.  Y este carnet me recuerda a mi padre, quien llegó al municipio de Bello, procedente de La Estrella, con mis abuelos paternos al llamado Carretero del barrio López de Mesa, en el que montó un telar de cabuya con su hermano Guillermo. Mi padre era muy liberal y cada mes pasaba por el Directorio Municipal que presidía un señor Luis Paniagua, según me contaba, para dar su colaboración económica al partido, pues tenía una condición económica independiente y estable y los fines de semana salía del Café Águila que era un lugar de encuentro de caballistas y un mentidero político muy apreciado en su época, hacia el pago de su colaboración en la oficina del partido.   

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Algún día, cuando yo estudiaba en el Liceo Antioqueño y cursaba el quinto año por allá en 1966, mi papá me enseñó un cajón que tenía muchos recibos de esos abonos al Directorio y me dijo que cuando yo tuviese alguna dificultad laboral en la vida, fuera allá y me presentara con ellos, para pedir empleo, pues siempre les colaboró y a cambio de nada. Papá pensaba en serio que el partido, entonces, me ayudaría.    

El liberalismo aglutinó a las llamadas masas irredentas de Colombia y tenía el control casi absoluto de un país desde la aparición de los López en la política colombiana y luego la  de Jorge Eliecer Gaitán que electrizó al liberalismo y a un grueso sector del conservatismo  bajo la efectista consigna de que “el hambre no es conservadora ni liberal” e invitaba a los ciudadanos a derrotar las oligarquías nacionales al grito desgarrador de “A la carga”, frustrado solamente por las balas asesinas de quienes vieron amenazadas sus prebendas con la aparición del “negro” en la política colombiana. Por esta razón afirmé que los responsables de la penuria social no eran los gobiernos conservadores, muy pocos, por cierto, sino los gobiernos liberales que lograron el poder durante varios períodos con mayorías en corporaciones y por lo tanto en gobernaciones y alcaldías, nombradas por el presidente de la república y que se habían desviado de los propósitos de ejercer con transparencia el poder para darle cumplimiento a las necesidades en los derechos fundamentales de la vida, la educación y el trabajo.   

Recomponer el partido es tarea inmensa y debe pasar por un relevo completo de sus directivas, estatutos y programas, encontrar los miles de ciudadanos como JOSÉ DAVID ORTIZ a quien hoy busco, que perdieron o botaron el carnet, para devolvérselos, pedirles perdón y comprometerse de veras con las necesidades de la sociedad, para que las juventudes vuelvan a la política y ayuden a esta sociedad al grito herido de los caudillos: ¡A LA CARGA! 

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