Desafíos que debe afrontar hoy la catequesis

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Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo

Acostumbramos incluir en nuestro cronograma, durante este mes de Agosto, algunas iniciativas que nos permitan hacernos conscientes de la importancia de la catequesis en la vida eclesial y que nos ayuden también a formarnos para asumirla adecuada y eficazmente. La catequesis, en efecto, es una actuación pastoral que debe pensarse constantemente con el fin de redescubrir su verdadera naturaleza y situarla provechosamente dentro del proceso evangelizador y demás actividades de la comunidad cristiana.

Es importante, entonces, percibir los retos que desafían hoy a la catequesis, para evitar que se sitúe en un mundo abstracto lejos de la realidad, de los problemas y de las posibilidades que tiene hoy la misión de la Iglesia. Según el Directorio de Catequesis, a la acción catequética, que tiene como finalidad la iniciación en la fe, la precede la acción misionera con el primer anuncio y la sigue la acción pastoral para la formación y acompañamiento permanente de los fieles en el seno de la comunidad cristiana (cf DGC, 66-68).

Estas tres etapas están profundamente unidas, ninguna puede encerrarse en sí misma ni excluir a las otras. En este proceso dinámico, la catequesis es una parte integral de la iniciación cristiana; así la doctrina y los sacramentos actúan el Evangelio. Además, la catequesis es formación permanente a la vida cristiana ayudando a que la persona responda a la fe y se haga capaz de vivir en un estado de conversión. Esta acción catequética no se limita al creyente individual, sino a toda la comunidad (cf DGC, 69-73).

Aunque el Concilio Vaticano II no trató a profundidad el tema de la catequesis ha abierto un camino que superó una época caracterizada por los catecismos y la memorización de fórmulas. A partir del Vaticano II ha surgido un conjunto de reflexiones e iniciativas que han trazado nuevos rasgos a la catequesis: redescubrimiento de la Palabra de Dios, primacía de la evangelización, especial atención a la persona humana, sensibilidad frente a la realidad social, valoración de la catequesis de adultos, importancia de la comunidad cristiana, implementación de diversas técnicas y recursos.

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Al considerar hoy la catequesis, se perciben grandes logros, experiencias locales muy positivas, configuración de itinerarios catequéticos y, sobre todo, la formación de laicos catequistas; esto y muchos otros signos son motivo de esperanza y anuncio de una realidad eclesial que silenciosamente crece desde la base. Sin embargo, se constata también que la catequesis no logra todavía responder a las necesidades de una comunidad cristiana que se esfuerza en vivir su fe en medio de una sociedad en profunda transformación.

Debemos, por consiguiente, afrontar desafíos grandes y concretos. Con frecuencia la catequesis de iniciación cristiana no “inicia”; no logra llevar a vivir la fe y a incorporarse activamente en la comunidad cristiana; además de que muchos ya no buscan los sacramentos, para algunos la primera comunión se convierte en la “última comunión” y la confirmación marca para otros el final de la práctica religiosa; el proceso de “iniciación” cristiana es paradójicamente, con frecuencia, un proceso de “conclusión”.

También es preciso ver que no pocas veces la catequesis no logra presentar la vida cristiana de una manera convincente; como señala un análisis del CELAM, la comunicación de la fe a menudo utiliza lenguajes que nadie entiende, se dirige a auditorios que ya no existen, responde a preguntas que nadie tiene y aborda problemas que nadie vive. La catequesis sigue siendo catequesis infantil y no hay verdaderas respuestas a la urgente catequesis de adultos; no se logra responder a las exigencias de una fe adulta en el mundo actual.

Aunque se hacen grandes esfuerzos, no tenemos los agentes suficientes, con pasión apostólica y verdadera competencia, para la catequesis; la formación catequética no es suficiente ni en sacerdotes ni en laicos para responder a las necesidades actuales. Hay que reconocer también que, por un profundo cambio cultural, hay una quiebra en la transmisión de la fe de una generación a otra. La celebración de los sacramentos responde más a costumbres e imperativos sociales que a una vivencia real de la fe cristiana. Constatar esta realidad, lejos de desanimarnos, nos impulsa a trabajar juntos por lo que Dios nos pide hoy.

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