¿De qué cambio se trata?

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Por: Jesús Vallejo Mejía 

Conviene preguntarse por el cambio que proyecta un gobierno controlado por comunistas.

Para entenderlo, hay que volver sobre su catecismo, el “Manifiesto Comunista”, de Marx y Engels. Vid. Manifiesto del Partido Comunista (ataun.eus).

Si bien es cierto que las ideas de los comunistas han experimentado distintas evoluciones a lo largo de los años, de suerte que hoy parece adecuado hablar de un neocomunismo enriquecido por diversos aportes ideológicos, tales como los atinentes al género, el esquema conceptual del Manifiesto mantiene su vigencia entre ellos.

Su punto de partida es el materialismo dialéctico, que conlleva la negación del factor espiritual en la historia y la vida de las sociedades. De ahí se sigue la denuncia de la religión como coadyuvante de la explotación del hombre por el hombre, en la que reside la injusticia capital que reina en las sociedades. La denuncia de esa explotación se extiende al sistema de clases sociales que da lugar a que unas opriman a otras, lo que suscita un estado constante de lucha entre ellas que constituye por así decirlo el motor de la historia. Ésta se explica precisamente por la lucha de clases, las cuáles se configuran a partir de la propiedad de los medios de producción. Hay clases propietarias y clases desposeídas que sólo cuentan con su fuerza de trabajo cuyo producto es despojado por quienes las oprimen. La meta de la historia es la desaparición de las clases y, por consiguiente, de la propiedad privada de los medios de producción. La sociedad justa será aquella en que dichos medios pertenezcan a la colectividad, estadio en el que cada uno dará de sí lo que esté dentro de sus capacidades y recibirá de la comunidad lo que requiera según sus necesidades. Entonces se pasará del Reino de la Necesidad al Reino de la Libertad.

La idea de la democracia, según estos postulados, versa sobre la desaparición de las clases, a partir de la cual podrá entonces hablarse de una sociedad igualitaria en la que no haya poseedores ni desposeídos, como tampoco opresores y oprimidos. Y la libertad se concibe como emancipación de todo límite impuesto tanto por la sociedad como por la naturaleza. La libertad deja de ser un medio para que el ser humano trascienda hacia estados espirituales superiores y se la concibe como un fin en sí misma, esto es, como un estado de arbitrariedad que justifica que cada uno haga de su capa un sayo.

La búsqueda de esta utopía exige cambios radicales, esto es, revolucionarios, en las sociedades y, en el fondo, en los seres humanos. Hay entre los que las promueven la idea de la total plasticidad del hombre que permite modelarlo según los designios de los agentes de la transformación. La gestación del Nuevo Hombre es un leitmotiv de sus empresas políticas. La ingeniería social llamada a introducir mediante el poder una supuesta racionalidad en todos los aspectos de la estructura y el funcionamiento de las colectividades es su gran aspiración.

“Todo nos llega tarde, ¡hasta la muerte!” exclama un poema de Julio Flórez. Vid. Poema Todo nos llega tarde de Julio Flórez – Análisis del poema (buscapalabra.com).

Lo mismo podemos decir de estas ideas que trataron de ponerse en práctica en la URSS y Europa oriental en el siglo pasado, así como en Cuba desde 1959, por no hablar de China, Corea del Norte, Vietnam y algunos países africanos. El propósito de realizarlas es uno de los sueños del siglo XX que terminó convirtiéndose en pesadilla. Así lo expone con envidiable lucidez Furet en “El pasado de una Ilusión”: Vid. Queue PDF – Furet, Francois – El Pasado De Una Ilusion, Fce, 1995. [546gq66p8xn8] (idoc.pub). Y lo reitera Vladimir Tismaneanu en “El Diablo en la Historia”. Vid. El diablo en la historia: comunismo y fascismo | C L I O N A U T A: Blog de Historia (hypotheses.org).

Los comunistas que hoy detentan el poder entre nosotros procuran ocultar su identidad negando que se proponen someternos a los delirios del socialismo. Pero, como suele decirse por ahí, a menudo el subconsciente los traiciona. Si el uno descalifica el régimen en que hemos vivido señalándolo como algo similar al de los nazis y la otra no sólo le niega su carácter democrático, sino que ensalza a la dictadura cubana como una verdadera democracia, ya sabemos por dónde va el agua al molino. Cuando se atribuye a un supuesto neoliberalismo que rige entre nosotros el poner en peligro la supervivencia de la especie humana, se resta toda justificación a la economía de mercado, a la libre iniciativa particular y, en suma, a la propiedad privada. Y si se proclama que hay que decrecer para que sólo se produzca lo estrictamente necesario, el camino hacia la planificación central y la estatización totalitaria de la economía queda despejado.

Tismaneanu insiste en la índole antiliberal del programa comunista. Como lo he reiterado aquí muchas veces, la extrema izquierda que anida hoy en el Pacto Histórico está animada por propósitos totalitarios y liberticidas. So pretexto de liberarnos de unas cadenas, aspira a subyugarnos bajo el peso de otras que serían más opresivas. El talante, más que autoritario, despótico de quien nos gobierna nos hace pensar en el dictum de la que lo secunda: “¡De malas!”. Así estamos.

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