Competitividad de la mano de los ecosistemas y la vocación de los territorios

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Por: Juan David Palacio Cardona 

El puerto que se construye actualmente en Urabá ampliará la capacidad logística del país, a la vez que estimulará la apertura de nuevos mercados. Sin embargo, causaría problemáticas que, posiblemente, no han sido previstas.   

A solo 311 kilómetros de distancia de Medellín está Apartadó que, de una u otra manera, se ha convertido en la capital de la región de Urabá, actual epicentro del desarrollo de los colombianos.  

Tierra grata y fecunda, integrada por 11 municipios de Antioquia, cuatro de Chocó y dos de Córdoba; con una población cercana a los 700 mil habitantes y características propias de un lugar destinado para el agro, en el que –si bien su economía ha estado marcada por la producción del banano- la ganadería; la pesca y la cosecha de plátano, palma de aceite, cacao, maracuyá, piña y coco hacen parte de las actividades que han aportado a su desarrollo y a la canasta alimentaria del territorio, lo que nos llevaría a pensar que es imposible que cambie o pierda su vocación.   

Generalmente la han asociado con el conflicto armado, pero es mucho más: la región del grupo musical Zona Prieta; de los futbolistas como Cuadrado, Zúñiga y Amaranto y de los medallistas olímpicos como Catherine Ibargüen y Yuberjén Martínez, quienes nos han erizado con sus acciones y han despertado el patriotismo de los colombianos. Además, es habitada por negros, blancos, indígenas, mulatos, zambos y mestizos. Próximamente, serán –además- americanos, asiáticos y europeos. 

Hoy Urabá toma mayor fuerza con el inicio de la construcción de uno de los tres puertos que se tienen proyectados allí y que nos permitirán avanzar hacia la competitividad del país. No obstante, la obra podría cambiar las dinámicas sociales, culturales, políticas, demográficas y –principalmente- ambientales, desdibujando las capacidades de los territorios en los que tendrá impacto en la demanda de servicios ecosistémicos -como el agua. Las anteriores condiciones, obligan a los administradores públicos y empresarios, acompañados por la ciudadanía, a ser más reflexivos y acertados en relación con la planificación. 

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Es inminente que en esta subregión de Antioquia el campo sea reemplazado por edificaciones de industrias y bodegas de logística, pues a los empresarios les resultará más rentable tenerlas ahí, con el agravante de que esa transformación requerirá servicios del entorno natural que, en ocasiones, son escasos. Adicionalmente, se  recrudecerán problemáticas como la generación de residuos sólidos y su gestión.  

No se puede dejar por fuera la incidencia en la movilidad: es posible que parte de la carga que se origine en Bogotá pase al nuevo puerto -que queda 240 kilómetros más cerca que el de Cartagena-, incrementando la congestión y la degradación de la calidad del aire de Medellín y del Valle de Aburrá. Así las cosas, se necesitará más infraestructura vial, reduciendo el espacio público para el disfrute de las personas, la movilidad sostenible y la economía. 

De otro lado, hay probabilidades de que parte de la carga del Triángulo del Café no sea trasladada al puerto de Buenaventura, sino al nuevo, y, pese a que se estima que no se tenga que ingresar a la capital de los antioqueños, esto no garantiza que no suceda, porque allí pueden completarse fletes, logística, entre otros.  

Un caso de ejemplo sería Santafé de Antioquia, un pueblo ubicado en el occidente de Antioquia, su vocación económica podría cambiar de sitio turístico a espacio logístico, pues sus tierras son menos costosas con respecto a las de Urabá y tienen una ventaja competitiva por la facilidad de llegada al puerto. No obstante, esa modificación puede generar presiones adicionales al municipio, que hoy sufre de escasez de agua y tiene problemas de movilidad. Además, convertirá a Medellín en un espacio habitacional, debido a que está a solo 40 minutos de distancia.  

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El Área Metropolitana del Valle de Aburrá, como autoridad ambiental, ha establecido que Antioquia solo produce el 25% de los alimentos que demanda. Es decir: se deben importar dos terceras partes de la comida que se consume. ¿Cómo será a corto plazo, cuando se pierda parte de la vocación agraria de Urabá? 

El recurso hídrico también será un problema. Cada año, en Apartadó aumentan un 7% los usuarios nuevos que demandan agua, mientras que en el Valle de Aburrá son 2,3%. Turbo, Nueva Colonia, entre otros, carecen de continuidad en la prestación del servicio, superando periodos de hasta 24 horas en temporadas de sequía. 

Actualmente, enfrentamos el fenómeno de La Niña, pero más adelante podríamos tener periodos prolongados y frecuentes de tiempo seco que agudizarán el acceso a este líquido vital, que es más que H2O. 

Por otra parte, hay más de 40 mil campesinos, actividad de la que dependen aproximadamente 250 mil personas, y con la desaparición del agro es una población que quedaría cesante y sin tiempo u oportunidades para adquirir una nueva vocación laboral, debido a la ausencia de competencias en el tema industrial. 

No estoy cuestionando el puerto, estoy invitando a reflexionar y a planificar anticipadamente la forma de cuidar nuestros recursos naturales y así mantener la competitividad del territorio, no solo basados en infraestructura, sino en el cuidado de la salud de la gente y el mejoramiento de sus condiciones de vida de manera real. 

La planeación asertiva no es una elección, es una decisión en función del deber ser para un bien común. Cuando esta se lleva a cabo, el pasar de los años demostrarán que es posible construir un desarrollo responsable y un futuro sostenible.

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