COHERENCIA

Columnistas
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Por: Federico Senior

Conexión, relación o unión de unas cosas con otras.

Actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan.

Esas, un par de definiciones que nos da la RAE, de eso es de lo que de lamentable manera adolece el actual gobierno de Colombia.

No son tan solo las erráticas declaraciones y prédicas de diferentes funcionarios; lo que sabemos, el uno dice algo, que al otro le toca desmentir, o paliar, o corregir y, peor aún estas réplicas en muchas de las veces tienen que salir de boca del primer mandatario; es decir, los subalternos hacen y dicen lo que les da la gana y, cuando la embarrada es monstruosa, le toca a Petro salir a componerla.

Si esto sucediera en una Empresa, la Junta directiva le pediría la renuncia al Gerente “ipso facto” y si no renuncia, pues lo echan; si esto sucediera en un equipo de fútbol, la masa ignara, protestaría hasta que boten al técnico y si los dejan ir un poco más allá, pedirán que lo crucifiquen; empero, cuando sucede en la administración pública, no sucede nada o, más bien, a los funcionarios no les roza el efecto de su estupidez. Así funciona esto, lo malo, lo terrible, es que afuera, en la opinión, a la imagen del gobierno a nivel internacional, a la seriedad que debe mostrar un ejecutivo, a la economía, estas bestialidades les cae como un meteorito en la Caracas con Jiménez, todo lo vuelve un desastre.

Nuestro país es una comunidad multi todo, racial, cultural, origen, es la nuestra una sociedad mal educada, es una sociedad a la que le ha tocado sobrevivir, nunca vivir, luchar, acomodarse a las circunstancias, nunca favorables, siempre adversas, es esta sociedad, la que hace unos meses decidió dar la oportunidad a gente diferente, aunque no nueva (Petro lleva decenios en la política), pero sí diferente, esta sociedad harta de la caterva de ratas que gobernaron el país por decenios, ladrones, cínicos, inútiles, pusilánimes, pero eso sí, todos con el común denominador de que ejercieron el poder con el primordial objetivo, del beneficio propio, decidió optar por la promesa de la izquierda, un discurso duro, realista, a veces perorata, pero siempre proclamando el compromiso con el pueblo, con el desconsuelo, con el hambre, todo eso, aunque en aquellos días de campaña, sonaba a populismo barato, en fin de cuentas se transformó en un plan de gobierno, cuyos objetivos a todos, menos a los de la recalcitrante derecha a lo Bolsonaro, nos parece loable; cual es el problema, bien, son muchos, pero cual es el gelatinoso fondo que el gobierno no ha podido estabilizar, darle solidez para que sirva de firme cimiento a su propósito, la absoluta y total falta de coherencia.

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Nada más peligroso, nada más letal para el desarrollo de una gestión cualquiera y más aun la de un gobierno. Los mensajes a diario brotan como lava, caen, queman, destruyen, después, con pañitos de agua se intenta apagar el fuego, pero ya el daño queda hecho, hoy, cuatro meses después del inicio del gobierno, nadie cree en nada de lo que el ejecutivo dice, nadie, navegan en un bote en donde cada quien rema para su lado y por ende no avanza y así, jamás avanzara.

Que lástima, aunque nunca he sido militante de la izquierda, tenía la sana expectativa de que este gobierno iba a enderezar los entuertos que nos dejaron las décadas anteriores de desastrosos gobiernos, que se iban a usar de honesta manera los dineros públicos, de que las cosas en verdad iban a cambiar.

Pues no solo no han cambiado, sino que nos vemos hoy día en el medio del imperio de la incertidumbre, en donde nada más por citar un solo hecho, vemos como el Presidente en locuaz sermón en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, dice sin respingo alguno, que la cocaína y el petróleo son igual de veneno, que por tanto la humanidad debe prescindir de ambos, de manera inmediata. Bien, si eso es lo que piensa, aunque errado, vaya y venga, es lo que el hombre piensa; pero, a los pocos días, evidenciando o, una total amnesia o, una total desfachatez, espeta en uno de sus discursos, que la erradicación de la coca debe ser paulatina, que debe coordinarse su ejecución con una acción paralela que le permita a los campesinos reemplazar sus cultivos, por otros lícitos; incoherencia total, entonces para el petróleo y su industria, que representa el cuarenta por ciento de los ingresos legales del país, el decreto fulminante es que se acabe con ella, nada de espera, nada de ir desarrollando las energías nuevas, no, el petróleo se debe acabar ojalá ya; entretanto para la coca, mesura y prudencia, para no impactar la economía del campesinado. ¿Coherencia?, eso no existe. Como dije, esto es solo por poner un ejemplo, pero de igual manera se está actuando en todos y cada uno de los ámbitos, con todos y cada uno de los cruciales temas que implican las grandes reformas que se nos vienen, laboral, pensional, salud, propuestas ácidas, destructivas, y lo peor, irracionales, propuestas fundamentadas en el deseo de hacer cambios caprichosos, vengativos con el empresariado y no en el deseo de hacer justicia y de aumentar la equidad, propiciando un ambiente estable para que el país progrese.

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Por último y lo más preocupante tal vez, es la falta de coherencia en la tozuda y chocante posición del gobierno con los grupos rebeldes, que intentaron destruir el país hace pocos meses, incoherencia, porque de plano el compromiso fundamental del ejecutivo es la defensa y el cumplimiento de la Constitución, no se puede estar intentando brincarse los principios básicos de la independencia de los poderes, porque ahí sí, que entre el diablo y escoja.

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