Área Metropolitana del Valle de Aburrá, entre las mejores del mundo

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Por: Juan David Palacio 

Juan David Palacio, director de la entidad, reflexiona sobre los programas que los han puesto en los ojos de otros países y los avances en movilidad sostenible, protección de la fauna silvestre y educación ambiental.

 La generación de una conciencia ambiental. Todos, de alguna manera, estamos hablando de cambio climático y de la necesidad de ser sostenibles, pero esto no se traduce en que los ciudadanos o actores involucrados estén tomando acciones reales y contundentes para aportar al cuidado del medioambiente. Hoy el ciudadano común sabe que el cambio climático generará una serie de consecuencias adversas, pero se resiste a hacer cambios en sus desplazamientos, en el consumo, en las actividades cotidianas.

SEMANA: ONU Hábitat reconoció al Área Metropolitana del Valle de Aburrá como una de las ocho mejores áreas metropolitanas del mundo. ¿De los procesos en los que avanzan las otras áreas metropolitanas destacadas por Naciones Unidas hay algo que les gustaría replicar?

Este año recibimos más de 15 delegaciones internacionales con representación de embajadores de Dinamarca, Países Bajos, Noruega, Suiza, Francia, República Dominicana, entre otros, y te puedo decir que son más las sorpresas que se llevan ellos. Un caso puntual es EnCicla. Bicicletas públicas en el mundo hay muchas, pero el programa del Valle de Aburrá es único por ser ciento por ciento gratuito: tenemos 113 estaciones y presencia en 5 municipios, 114 ciudadanos inscritos y alrededor de 7.000 préstamos diarios; con esta operación se han logrado reducir más de 10.500 toneladas de C02. Adicionalmente estamos haciendo el piloto de bicicletas eléctricas, diseño de bicicletas para personas con movilidad reducida y hoy contamos con un software y hardware propio para tener autonomía. Hay que mencionar, además, que varios países de la región nos han solicitado acompañamiento y cooperación para desarrollar un sistema similar al Sistema de Alerta Temprana del Valle de Aburrá (SIATA).

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Otro de los proyectos bandera de la entidad es el Centro de Valoración de Fauna Silvestre. ¿Cómo avanza el propósito de convertirlo en el más grande de América Latina?

Allí recibimos todas las especies que han sido rescatadas, decomisadas o entregadas voluntariamente. A mi juicio, es uno de los programas más bonitos en el ejercicio de la autoridad ambiental. Cada año le invertimos cerca de 10.000 millones de pesos y este año se incrementó a 12.000 millones para construir 4.500 metros cuadrados de infraestructura que permitan mejorar las condiciones del lote de 7 hectáreas donde hoy funcionamos.

En la COP26, en Glasgow, Escocia, no se habló casi de fauna. Es un tema que pasó a segundo plano, lo que a mi juicio es un grave error teniendo en cuenta que es el cuarto negocio ilícito más rentable del mundo. La escena del mico que es extraído de su hábitat, lo echan a un costal y aparece horas después en un lugar oscuro con un collar en el cuello es más normal de lo que la gente cree. La fauna silvestre y la política ambiental deben ser prioritarias. No debemos olvidar que estamos hablando de seres sintientes. Es una situación que estamos invisibilizando los ciudadanos en las urbes al desconocer además los servicios ecosistémicos que ofrecen muchas especies.

Hoy tenemos problemas asociados a la calidad del aire precisamente por los combustibles fósiles, pero migrar en un ciento por ciento a las baterías eléctricas no es una posibilidad. En mi opinión sí hay que avanzar a tecnologías más limpias, pero a su vez contar con una canasta energética porque también hay que pensar en la competitividad del territorio, no podemos poner en riesgo la estabilidad. Además, hay que cambiar el comportamiento de los ciudadanos; por ejemplo, entender que movilidad sostenible no es sinónimo de vehículos eléctricos, sino de toma de decisiones, como la de reconocer que la movilidad debe estar centrada en el transporte público, como lo contempla nuestro Plan Maestro de Movilidad; y también en la promoción de la movilidad activa como una forma de transformación social, expresado en el programa Encicla. Estas acciones, como otras de la entidad, tienen un mensaje institucional muy fuerte: en el ejercicio de la autoridad ambiental estamos siendo claros y consecuentes en advertir que debemos ser sostenibles, reducir la generación de gases invernadero y que exista corresponsabilidades entre el sector público, privado y la ciudadanía.

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Conciencia ambiental es consumir lo necesario, con el impacto que tiene de formas distintas para la economía de las personas, las familias y las industrias. La gente compra camisas de más por moda, porque les gusta gastar, porque pueden hacerlo, pero producir cada camisa extra genera gases de efecto invernadero, consumo de altas dosis de combustible, de agua y de energía. Con esto no estoy sugiriendo que no se compre, pero no más de lo debido. Y el compromiso también deber ser de los privados, y en este apartado podemos preguntarnos, por ejemplo, para qué comercializar una pasta dental en una caja que se demora 10 veces para degradarse en el relleno sanitario. Hay que buscar un equilibrio entre la economía y el tema ambiental. Todo lo que tenga que ver con canasta energética, producción, consumo y competitividad se debe ubicar en una misma balanza.

El planeta está en cuenta regresiva. Si conservamos los mismos hábitos de consumo y de vida que tenemos actualmente, para el 2050 habrá 10.000 millones de habitantes y esto requeriría de tres planetas aportando los mismos servicios ecosistémicos para conservar el estilo de vida actual. Producir va a ser muy costoso, se va a abrir la brecha social, el problema alimentario va a ser peor y los problemas de desigualdad y seguridad van a ser mayores. La educación debe traducirse en acciones con responsabilidades compartidas entre todos los actores involucrados. No hay ‘plan B’.

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