Al rescate del médico general

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Conocido el articulado del proyecto de reforma al sistema de salud, uno de los principales pilares que se propone es el que se prestará en los Centros de Atención Primaria (CAP), que lo más lógico es que sean atendidos por médicos generales cuya labor será la de la evaluación clínica de los pacientes con fundamento en destrezas fundamentadas en la ciencia y con humanismo o sea con buen trato del enfermo, acompañados del personal auxiliar. 

Sin que exista una fecha exacta que permita establecer con precisión cuando pasamos en Colombia de la escuela de medicina clínica francesa a la norteamericana del hiperdiagnóstico, podemos decir que en nuestro país los primeros microscopios y laboratorios bacteriológicos fueron traídos al país a finales del siglo XIX y se constituyeron en valiosas ayudas para los médicos generales. Lo mismo sucedió con los rayos X y con los ecógrafos. De ahí en adelante la ciencia médica ha ido entrando en unos grados de sofisticación en materia de diagnóstico gracias a los cuales la esperanza de vida ha ido aumentando en el mundo de manera significativa. Y en hora buena.

Pero lo anterior no significa que esa tecnología necesariamente tenga que ser manejada exclusivamente por médicos especialistas. A los médicos generales, sin necesidad de especialización, se les debe proporcionar en las facultades de medicina y en los centros de atención de diagnósticos un entrenamiento que los haga competentes para la atención de la medicina que se ve venir en el país.

De acuerdo con el proyecto, la atención especializada a nivel de consulta y de intervenciones quirúrgicas, no estará sometida a la tarifa que fije el especialista sino a las tarifas que fije el sistema.

Los médicos generales que atenderán los CAP no se pueden convertir, en todos los casos, en remisores de pacientes a centros especializados pues precisamente su formación debe estar orientada hacia una clínica apoyada en exámenes con ayudas básicas de laboratorio, rayos X y ecografías, entre otras, que deben estar disponibles en dichos centros de atención.

En esta materia la Asociación Colombina de Facultades de Medicina (Ascofame) debe tener un protagonismo de primera línea y, si es del caso, proponer al Ministerio de Educación, una modificación de los pénsum que evite esa discriminación, un tanto odiosa, entre el médico especialista y el general. Este último debe estar preparado científicamente para ejercer una medicina clínica en los primeros estadios de la enfermedad, pero sobre todo para el manejo de la prevención de la misma, que es precisamente la filosofía de la reforma.

Sobra decir que a estos médicos generales se les debe vincular como trabajadores permanentes de la salud con una contratación que les garantice estabilidad, con salarios y prestaciones sociales pagados oportunamente.

Lo anterior es válido en las grandes ciudades y en algunos centros poblados. Pero otra cosa es la atención rural a la que no se puede acceder sino vía aérea, fluvial o marítima. Afortunadamente en Colombia ya se tiene experiencia con las patrullas aéreas y con barcos de fundaciones altruistas que regularmente prestan el servicio sin que sea completo, como sería lo ideal. Aquí también se necesita un médico general entrenado en medicina tropical con todas sus patologías y unos CAP flotantes, tipo Barco Hospital San Raffaele, o transportados vía aérea que les permita, inclusive, operar urgencias con la ayuda de la tecnología: teléfonos satelitales, telemedicina y obviamente con quirófanos portátiles ya sea a bordo de los barcos o en carpas diseñadas para tal efecto.

En este proyecto de reforma, el médico general ya no será tan general y será actor de primera línea. 

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